Jerez

Acostumbrados a vivir sin autobuses

SIN entrar a debatir culpabilidades y responsabilidades  —terrenos pantanosos donde los haya— debemos empezar a reconocer que Jerez es una ciudad que se está acostumbrando a vivir sin autobuses urbanos. Conozco casos de señoras que le han cogido el gusto al noble arte de darle a la alpargata y, de paso, han perdido el miedo reverencial a pasar por la báscula. Quien más, quien menos, ha hecho sus componendas para llevar los niños al colegio. Hay hasta grupos de padres que se han organizado repartiéndose el trabajo por semanas. Viene todo esto a colación de lo siguiente: si los ciudadanos se dan cuenta de que pueden vivir sin autobuses urbanos el servicio lo va a pasar mal, tanto la concesionaria como la plantilla. La sensación de hartazgo que sobrevuela las paradas días antes de que se produzca un nuevo paro dura cada vez menos. Y es que, a estas alturas, la noticia va a radicar en que no haya huelga.

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