Tierra de nadie

Batacazo

María Dolores de Cospedal, hace unos días junto a dirigentes locales y provinciales del partido en la sede del PP de Jerez.

María Dolores de Cospedal, hace unos días junto a dirigentes locales y provinciales del partido en la sede del PP de Jerez. / vanesa lobo

Es muy curioso comprobar el proceso de 'levitación' por encima del mundo en el que vivimos el resto de los mortales que, casi sin excepción, se apodera de los políticos a partir de un cierto tiempo, varía según los casos, en el poder. El llamativo caso que hoy me ocupa es el de la señora Cospedal.

Nadie, excepto Dios y Rajoy, conoce las razones por las que esta buena señora ha llegado hasta donde llegó. Será, no lo pongo en duda, una magnífica profesional, pero para la política -la de verdad, no la que en las últimas décadas se hace en España- no vale para nada.

Es una mujer que "no trasmite", en absoluto; primer pecado mortal de la lista de condiciones imprescindibles para quien elige la política. Es del todo incapaz de establecer una comunicación 'caliente', activa y vibrante con los que la escuchan. Su expresión parece congelada en el Boletín Oficial: siempre la misma sonrisa hueca y vacía, por una parte; y su mirada, inexpresiva, por otra. Da igual que hable en una campaña electoral, sentada -muy 'moderna' ella- sobre un cajón, que lo haga en el Congreso o en un acto oficial del que fue su Ministerio: siempre los mismos tópicos, gastados, obsoletos y aburridísimos; los gestos siempre repetidos, la expresión corporal… rígida y comprimida, como sardina en lata. No sabe, ni por asomo, lo que es 'carisma', lo que significa 'don de mando', lo que supone 'capacidad de liderazgo', a lo grande, claro. Es un témpano en lo expresivo, una estatua en la oratoria.

Las cosas, que sólo ocurren en España, estuvieron a punto de permitir que María Dolores alcanzase la presidencia del partido más votado de la nación, y por tanto, que tuviese a mano la posibilidad de llegar a presidente del Gobierno. Descalabros como esta eventualidad -por fortuna, frustrada- ya han sucedido en nuestra Historia más reciente: recuerden el incomparable desastre del inepto Zapatero, las secuelas del mandato de 'Manolito' -'ERES'- Chaves en Andalucía, 'Arturito' Mas en Cataluña, Ignacio González en Madrid o Francisco Camps en Valencia… Sin establecer comparación alguna entre las causas del mal gobierno de los ejemplos mencionados con el posible de Cospedal, lo que es seguro es que el de ella hubiese resultado nefasto.

La señora dice, ahora -después de su estrepitoso, y bienvenido, fracaso en las primarias del PP-que "se abre un período de reflexión". Y yo le digo que no, que el período de reflexión lo debía haber tenido ella consigo misma antes de presentarse como candidata; ahora no hay 'reflexión' que valga, ahora te vas, te lo han dicho los poquísimos afiliados que se han interesado en ir a votar.

¿Pero, en qué quedamos? Mientras era ministra de Rajoy y alto cargo del partido, asumió a pies juntillas todos los postulados de su jefe; se identificó, al pie de la letra, con su política; ejecutó, leal y obediente, las decisiones de D. Mariano, está bien la lealtad, no hay nada que reprocharle por eso; pero si Rajoy dimite, deja el partido, se retira de la política y se va… ¿eres tú, por ventura, Cospedal, la indicada para 'renovar', 'reconstruir' y 'cambiar' el PP…? ¡Por favor! O mentía entonces, o miente ahora.

Como les decía, pierden el norte. Se piensan únicos, imprescindibles para conducir a las masas a un 'buen puerto' que sólo es bueno para ellos. Una vez en el Olimpo, son incapaces, por sí mimos, de aceptar que su tiempo terminó, que es bueno, justo y necesario dejar paso a otros, de abrir las puertas a ideas nuevas, de verdad; de plegar velas y decir 'adiós' a una etapa de su vida, más o menos afortunada, que tocó a su fin. Tiene que ser, siempre, la cruda realidad la que los ponga en su sitio y les dé un baño de objetividad, tan necesaria en política como el aire para respirar.

Cospedal es uno de esos casos en los que determinados intereses, influencias, pactos, espurias conveniencias y circunstancias condicionadas, llevan a una persona a responsabilidades que están muy por encima de su capacidad; nuestra política -probablemente todas, pero la nuestra es la que me afecta- está repleta de ejemplos como el de ella, y así nos va…

La que fue ministra de Defensa, ¡ya me dirá usted…!, se ha llevado un estrepitoso batacazo que, casi con toda seguridad, su ego no esperaba. La decisión democrática -la que vale- de los que deberían de mandar -los votantes- la ha puesto en su sitio. Ahora le toca asumirlo, estarse calladita un rato, y dejar hacer a los que han sido elegidos para hacerlo.

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