Tierra de nadie

Coherencia

Es la gran deseada, la mil veces buscada y muy pocas hallada. La conexión entre lo que decimos ser y la actitud que mantenemos, pocas veces se puede tildar de coherente. El vínculo entre lo que decimos querer y el comportamiento que protagonizamos, raras veces tiene algo que ver con la coherencia. Así las cosas, el compartir tiempo y vida con personas que se traicionan a sí mismas -eso, y no otra cosa, significa ser incoherente-, es una estupidez absoluta que sólo nos llevará a la tristeza que provoca el desengaño, a la angustia que brota de la frustración y a la melancolía de querer sentir la soledad como deseo para excluir la hipocresía del entorno que nos afecta.

Si escarbamos un poco, sólo un poquito, en las razones que, digamos, "empujan" a alguien a ser incoherente, enseguida nos topamos con la hipocresía. Esa forma sutil y maquiavélica de la mentira, ese desprecio a la honestidad, esa falta de moralidad que hiere al amigo y humilla a quien confió en ti.

Por común desgracia y triste certeza, cada vez abunda más el burlador de sentimientos

El hipócrita, en mayor o menor grado de intensidad, es el que justifica los medios para conseguir el fin que persigue. Dicho así, puede sonar fuerte, pero es la realidad. En la vida cotidiana, la que vivimos, gozamos o sufrimos los mortales; el fingimiento de afectos, querencias o amores, hace un daño demoledor a todo el que trata de buscar, y encontrar, un resquicio suficiente de verdad que haga que valga la pena seguir adelante en la relación con las personas que forman parte del mundo en el que se supone hemos de existir.

No hay argumento, supuesto motivo, o simple excusa, que el hipócrita no utilice para intentar justificar lo que sabe, no puede. Las consecuencias de su mezquindad le importan muy poco, es sólo el salvaguardar los intereses por los que con tanto ahínco y desvergüenza pelea, lo que ciertamente le inquieta.

Es bien fácil dañar amores, amistades o afectos; son sentimientos tan delicados como hermosos, tan frágiles como difíciles de encontrar -mucho más de mantener-, tan quebradizos como irrepetibles, tan exclusivos como deseados… Sin embargo, quien traiciona su coherencia es insensible a esta circunstancia -la de Ortega- que condiciona, ¡y de qué modo!, nuestras vidas; y lo es por una sencilla razón: es sólo "su" circunstancia por la que realmente siente.

Por común desgracia, comprobada experiencia y triste certeza, el burlador de sentimientos cada vez abunda más. Normalmente, habilidoso en el trato, ágil de palabra, aparentemente contemporizador con los defectos ajenos, de modos extrovertidos y forzada simpatía; busca, y suele encontrar, su presa entre incautos pertinaces, crédulos patológicos, solitarios desolados, gentes de muy buena voluntad o almas sufrientes, recién salidas del purgatorio por el que les hizo pasar alguien como el que ahora los va a volver a condenar al mismo suplicio.

Cuando me encuentro con uno de estos corruptores de la honestidad, me llevan mil pares de diablos con la cola achicharrada y los ojos fuera de sus órbitas; mi susceptibilidad ante estos fingidores del sentir alcanza niveles que, a veces, me hacen hasta perder las formas; no los puedo soportar, ni en mi vida, ni en mi entorno, ni cerca de nadie que me importe.

El grado de facilidad para descubrirlos es inversamente proporcional a la inteligencia del susodicho, que suele ser bastante considerable. Es la circunstancia de creerse a salvo de la auto delación, por pensarse muy por encima de la mayoría del resto de los mortales, la que antes o después le llevará a mostrar alguna evidencia que lo descubra. Y, mi sensibilidad para percibir un resquicio, sin llegar a lo obvio, que me confirme haber dado con otro de ellos, también se ha perfeccionado mucho con el tiempo. A base de haberme topado con tantos, mis "sensores" resultan de una efectividad sorprendente. Esto, es bueno para mi salud emocional, pero también muy triste, por lo que supone descubrir que las excepciones siguen siendo muy escasas…

No puedo, ni quiero, dejar de ser coherente con los que no lo son.

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