Patrimonio

Encadenado a la historia

  • Un paseo histórico por el palacio de los condes de Puertohermoso, comisaría de la Policía Nacional, tras cuyos muros se funde el siglo XXI con arte del XIX.

El frío se cuela por las paredes. Los palacios no están hechos para el invierno, sí para el verano, estación en la que se agradece el frescor que ofrecen sus muros. A pesar de todo, Pedro Domecq encarga en 1874 construir su gran casa, proyecto que asume el arquitecto Elías Gallego y Díaz, espacio que acoge la actual comisaría de la Policía Nacional. "Se trata de uno de los mejores edificios decimonónicos construidos en Jerez", asegura el historiador Jesús Caballero Ragel.

En las galerías por las que un día se paseó Alfonso XIII, se huele la decadencia de un esplendor ya muy lejano, olvidado, por las que anda hoy el personal de un lado a otro, habituado ya a trabajar bajo excelentes artesonados, lámparas del XIX e iluminado por lujosas vidrieras y ventanales de cristales artesanales de la época que parecen formar pequeñas ondulaciones en la superficie. Un edificio sin fin, cargado de recovecos, pasillos, escaleras, amplias estancias y en el que se funde la tecnología del siglo XXI con las potentes huellas del XIX.

Con la visita del rey en 1925 con motivo de la coronación del Carmen, la casa se ganó la cadena con la flor de lis que luce en su fachada y que sólo se concedía a los edificios en los que había pernoctado la realeza. Las iniciales de Carmen Núñez de Villavicencio y de Pedro Domecq Loustau rematan en cada lado el privilegio. A la muerte de este último, pasó a manos de Fernando de Soto y su mujer, Carmen Domecq, hasta su muerte. Fueron ellos, los condes de Puertohermoso, quienes le dieron su actual denominación. A principios de los 80 se convirtió en comisaría.

Explica Ragel que el edificio de dos plantas con fachada a plaza del Arroyo "posee nueve huecos simétricos por planta. La portada está construida alternando la piedra y el ladrillo, elemento éste poco común en las construcciones decimonónicas jerezanas. Los balcones de la planta superior presentan un pequeño guardapolvo a modo de tejaroz. En el dintel de dichos balcones alternan rosetas de piedras de distintos diseños y cabezas de leones esculpidas. La entrada principal posee un gran arco de medio punto con tondos circulares en las enjutas. La puerta central queda enmarcada por dos espacios verticales listados que se asemejan a dos pilastras planas y que crean claroscuros. Todo el espacio de la portada se cierra con bellas rejas originales. En el interior posee un interesante patio con una gruta donde hay esculpida una virgen. Posee distintas habitaciones porticadas con columnas de mármol probablemente aprovechadas de épocas anteriores. A principios del siglo XX pasó a ser un hotel, convirtiéndose posteriormente en la residencia del Palacio del Duque de San Lorenzo de Valhermoso y hoy día en Comisaría de la Policía Nacional. Quizá no sea este último uso el más apropiado para el edificio que se encuentra muy deteriorado, sobre todo el patio, completamente descuidado", según datos extraídos de su tesis doctoral inédita 'Arquitectura y Urbanismo en Jerez durante el reinado de Isabel II' (UCA, 2013).

El también historiador Fernando Aroca añade que en este edificio, "el autor apostó por un modelo más funcional respecto a otras obras que trazó para la ciudad, como la casa nº16 de la calle Doña Blanca (antigua juguetería Álvarez) con un marcado eclecticismo", según reza su artículo 'Sobre arquitectos y maestros de obra en el Jerez del diecinueve' (Revista de Historia de Jerez, n. 7, 2001).

Tras atravesar la arcada de la entrada o el paso de carruajes, se llega al patio principal donde un enorme cactus americano domina el peculiar jardín, un ejemplar que es difícil de ver fuera de un botánico, y que es material de estudio para numerosos investigadores, porque realmente es espectacular. De una de las esquinas cuelga una campana con su tirador para avisar, no se sabe muy bien si cuando llegaba el coronel o alguien destacado a palacio. En otra columna permanece aún una especie de hierro limpiabotas de la época. La profunda religiosidad y solidaridad con los más desfavorecidos de Carmen de Villavicencio la animó a construir también en el patio una gruta con una virgen de Lourdes (muy de moda entonces), entre otras iniciativas sociales. A los pies, un laguito acoge a varios pececillos naranjas.

Un edificio muy antiguo, con un mantenimiento muy difícil en el que se notan carencias, pero "tiene cierto encanto", asegura el portavoz de la Policía Nacional, Adrián Domínguez, que hace de guía. En la zona quizás más conocida por el ciudadano, donde se renueva el DNI y pasaporte, un hermoso patio, aunque un tanto oscuro, cubierto por arquitectura del hierro da paso a otras alas de palacio. En principio lució descubierto, y con el tiempo fue techado. Tras una puerta, un pasillo y otra puerta, una inesperada capilla privada hace de almacén, donde sólo rezan ya una montaña de ordenadores viejos. Tuvo sus devotos, en su época. Se conserva, polvorienta, en su mayoría, con su Cristo, el altar y el sagrario. La sensación es de tristeza, de olvido en la penumbra.

Es un mundo. El edificio tiene a su vez otros anexos, con sus correspondientes patios, que se utilizaban para el servicio. Hoy, algunas de esas zonas hacen de vivienda del comisario. Las caballerizas pasaron a ser los calabozos, que se abren a un patio luminoso con una cubierta de cristal. Es fácil imaginar la escena, con la entrada de los caballos por la puerta de la calle Barranco. Otra de las mil puertas descubre una alargada habitación en la que se conservan los archivos históricos del DNI y policiales desde los años 50.

La planta superior conduce a las habitaciones del servicio que se separan de forma muy clara de las del edificio principal. La parte noble, con una decoración mucho más rica que los otros espacios, tiene a cada lado numerosas habitaciones. Una de ellas fue el dormitorio de los condes, en el que durmió Alfonso XIII, con una espectacular chimenea hoy cegada por tablas de metal y madera. Cuartos que son hoy oficinas. Muchos de ellos tienen impresionantes vistas a la plaza del Arroyo y la Catedral.

La sala de baile en que movió sus caderas el monarca es hoy un aula para múltiples usos formativos, donde un impresionante artesonado se remata con una enorme lámpara de araña. Otra reposa en el suelo tras haber sido descolgada de su anterior ubicación. Ambas están coronadas también con motivos por aquella visita del rey. Por dos puertas al fondo de la habitación entraba y salía el servicio para servir el almuerzo o la cena en una alargada mesa ya inexistente. La luminosa galería que rodea el patio tiene en una de sus esquinas un imponente torreón. Hay, según cuentan, habitaciones secretas entre las plantas destinadas a las escuchas de la propia policía, de las que se desconoce su entrada. Una escalera iluminada por cristaleras lleva de nuevo al punto de inicio del edificio. Las columnas de mármol hablan de la calidad de los materiales.

La vida que hoy llena este palacio, propiedad del Ministerio del Interior y Patrimonio Estatal Histórico, algunos estudiosos temen que se pierda y que una vez que la comisaría se mude a su futura ubicación, se convierta en una ruina más de las muchas que pueblan esta zona del casco histórico. "Con un año que esté deshabitado, el edificio se cae", dicen algunas fuentes. "Si se hubiera cuidado más no estaría nada mal trabajar aquí. Es mucho mejor estar en un espacio con historia que en una mole de hormigón", confiesan algunos empleados.

¿Qué le deparará el futuro? Hablan los políticos de que aquí se instalará una especie de Ciudad del Flamenco. Promesas sin definir para esta zona cero del patrimonio histórico jerezano que necesita respuestas ya. Un lugar donde un día decidió pasar la noche el mismísimo rey de España y desde el que se asomó a un Jerez en todo su esplendor. Un privilegio para la casa, un patrimonio de todos.

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