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Jerez

Esperando aún las ayudas de 2003

  • La Liberación afronta otro otoño con la amenaza de las inundaciones a la espera de cobrar el dinero que la alcaldesa les prometió ante la consejera Concepción Gutiérrez cuando era jefe de la oposición

Los vecinos de La Liberación no sólo miran al cielo con desconfianza cada vez que éste se nubla. También dirigen sus miradas a la calle Consistorio, donde se ubica el Ayuntamiento que aún les debe las ayudas por las inundaciones que padecieron en 2003, así como las que sufrieron el año pasado, para colmo en dos ocasiones.

El temor a que el agua entre en las casas provoca que las tablas de madera de barco y las 'tabicas' (barreras de ladrillo que se ajustan al quicio de la puerta) siempre estén a mano. Es justamente al fondo de La Liberación, en la pequeña plaza que por azar delimitaron las casitas autoconstruidas y un viejo bloque de pisos, donde se ubica el epicentro del problema. "Al principio llovía y se inundaban tres o cuatro casas. Ahora llueve y se inunda medio barrio. Eso es porque por allí arriba han construido algo", dice una vecina que responde al nombre de pila de Juana, mientras señala con su dedo en dirección a Federico Mayo y al talud de San Telmo. Para los vecinos, todo lo que no sea La Liberación está arriba. Viven en el punto más bajo de la ciudad, "un lugar que parece una película de terror cuando comienza a llover con fuerza". Así lo dice el hijo del presidente de la asociación de vecinos, Manuel Delgado, que asegura que "cuando las alcantarillas comienzan a echar agua en vez de tragarla y la marea comienza a subir de tal forma que da miedo". Es entonces cuando no tienen más remedio que ponerse a actuar. Lo primero es colocar la tabica y lo segundo quitar el coche de la plaza. No han sido pocos los vecinos que han pagado con averías muy caras semejante olvido. "El agua entra en los tubos de escape y en el interior de los vehículos. Alguna vez ha sucedido con coches que habían sido comprados apenas días antes. Ha habido quien ha sufrido hasta ataques de ansiedad e histeria cuando han visto cómo la mitad de su coche nuevo quedaba bajo el agua". Y es que en La Liberación, cuando sube el agua, sube de verdad.

Tanto el presidente como el vicepresidente de los vecinos de la barriada, Manuel Delgado y Luis Puerto, recuerdan con especial dolor las inundaciones de 2003, cuando la barriada se convirtió en una humilde Venecia de la que no había más remedio que salir en barca hinchable o "con un traje impermeable de riachero. Me levantaba, me vestía y encima me ponía el impermeable para salir de casa. Cruzaba la inundación, me lo quitaba y me iba a trabajar. Para volver, lo mismo pero al revés", asegura Manuel Delgado que cinco años después aún no han cobrado una parte de las ayudas municipales. "La Junta sí pago su parte (destinó a los vecinos afectados más de 70.000 euros), pero Pilar Sánchez prometió hacerse cargo del 25% de los daños causados por el agua y sigue sin pagar". Gobernaba por entonces la ciudad una coalición entre PP y PSA, si bien esas ayudas no fueron promesa de ninguno de estos dos partidos. Luis Puerto recuerda que "vinieron al barrio la consejera Concepción Gutiérrez, la alcaldesa García-Pelayo y Pilar Sánchez como jefe de la oposición. Llegaron a entrar en mi casa y fue ante la misma puerta donde Pilar Sánchez dijo que el Ayuntamiento pagaría un 25% de los daños si llegaba al Gobierno local. Llegó y no ha pagado ni un euro", relata este veterano jubilado del Cuerpo Nacional de Policía. "Dijo que si no era de una vez se abonaría por tramos. Pero no ha sido así. Además, a esas ayudas se suman las del año pasado, cuando sufrimos inundaciones tanto el 25 de septiembre como el 12 de agosto, que tampoco han sido abonadas"..

"Esperábamos que nos pagaran las ayudas aunque fuera por tramos -apunta ahora el presidente- pero todavía seguimos esperando". La construcción de un inmenso colector junto a la barriada parece ser que evitará que estos episodios vuelvan a repetirse. El último de ellos se padeció el pasado fin de semana, cuando el agua volvió a subir "pero se desalojó bastante rápido gracias a Dios". Pese a ello, entre los vecinos se percibe una desazón enorme. María, que tiene su casa en el punto más bajo de La Liberación, está deseando marcharse del barrio pero en voz alta se hace la pregunta del millón: "¿Pero de qué manera voy a vender esta casa con este problema? Es imposible".

Las viviendas de La Liberación son un doloroso muestrario de daños. Las pompas en las paredes dejan bien a las claras hasta que altura llega el agua cuando el barrio se inunda. Los muebles de peor calidad ven cómo, poco a poco, sus patas de aglomerado se van desmenuzando. Pese a todo, lo peor es la tensión con la que se vive. "Mi marido y mi hijo están siempre atentos. Que suene un trueno, ya sea de día o de madrugada, ya tiene a mi marido en pie asomado a la ventana. Como la cosa pinte fea, se acabó lo que esté haciendo y a colocar la 'tabica' se ha dicho", comenta a este medio una vecina que muestra gentilmente el interior de su piso bajo para mostrar las cicatrices de su vivienda, las cuales se han fijado en las paredes a modo de particular firma.

La zona inundable de La Liberación se ha convertido en un suplicio para unos vecinos con modestas economías.

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