Jerez

Esther ya está en Jerez

  • La hija congolesa del veterinario jerezano Luis Flores conoce por fin a su familia jerezana, tras meses de batalla burocrática

  • Esther quiere venir a Jerez

Luis, con su hijo Antonio en sus brazos, su pareja, Oda, y la pequeña Esther.

Luis, con su hijo Antonio en sus brazos, su pareja, Oda, y la pequeña Esther. / Miguel Ángel González (Jerez)

“No hemos pasado el verano aquí, pero al menos sí estaremos en Navidades”. La llegada de Esther a Jerez tendría que haber sido en agosto, pero se ha retrasado más de dos meses. Ella es la hija congoleña del veterinario jerezano Luis Flores, afincado en El Congo, y a quien la administración denegó en su día una visa para poder traerla de visita a España. Tras mucho luchar con las administraciones, por fin están en Jerez.

Luis reside en la República Democrática del Congo desde septiembre de 2016 y trabaja como veterinario jefe y director del programa de formación de veterinarios africanos en el Centro de Rehabilitación de Primates del Lwiro. Su pareja, Oda Feza, es de nacionalidad ruandesa y tienen un hijo hispanoruandés, Antonio, con pasaporte ruandés y español, que nació el 12 de agosto de 2019 en Kigali, y a Esther Bazizinya, bajo su tutela, porque en RDC no se permiten las adopciones.

Llegaron el martes por la noche a Málaga, donde fueron recibidos por la hermana de Luis, un momento “muy emocionante”. “En el trayecto, Esther alucinaba con las luces de la carretera y de los pueblos que veía desde la ventanilla, que todo estuviera tan bien asfaltado”, cuenta Luis. Aquí permanecerán hasta enero y vivirán las Navidades en familia, “que se hacen muy duras cuando estás fuera, lejos”. Luis se queja de que toda esta negativa desde el principio a darle una visa a Esther es, “por el racismo institucional. La respuesta cuando una persona de color va a una embajada en un país de color es no. Y pasa con ella y con profesionales que quieren hacer un máster en Europa”.

La mujer de Luis y sus hijos están muy contentos de estar en Jerez. Para ellos es la primera vez que salen del Congo y de Ruanda. “Ellos alucinan con la seguridad, pasear por la calle... es un mundo... Para mi mujer era muy importante venir porque el sentido de la familia allí es potente y quería conocer a mi familia jerezana”.

Luis dejó España tras 20 años trabajando como veterinario en muchos sitios. “Pero me fui a África porque estaba un poco cansado, quería hacer lo que realmente me gustaba. Mi idea es seguir allí. Después de 5 años he desarrollado muchas redes, con trabajos que están teniendo mucha repercusión a nivel local e internacional. Desde el punto de vista profesional te realizas mucho. Pero tampoco me planteo venirme aquí (a España) por los niños, porque no sé si es mejor una educación en Europa, en una sociedad como ésta. Creo que Europa está en colapso económico y social, con una crisis del pensamiento, con grandes traumas a pesar de que tenemos todo. El ser humano está hecho para retos, no para el confort y la comodidad. Me planteo más que mis hijos tengan una educación allí, con una fuerte identidad, un gran respeto a los mayores, pero sí veo interesante venir a Europa para hacer un máster, también es interesante que los africanos conozcan Europa. Y de África llegarán muchas cosas interesantes a Europa”.

Luis es “más que feliz en el Congo. Yo dejé muchas cosas superfluas detrás, pero hay que decir que para un congoleño que no tiene nada, no se puede decir que sea muy feliz. Es otra perspectiva. En África he encontrado cosas que no hallaba en España. De hecho, a mi familia la encontré allí”.

Hay que destacar que el jerezano quiere denunciar desde esta tribuna la violación de una amiga de su hija, de 12 años, por un militar, días antes de venir. “Es una de las cosas que yo reivindicaba cuando pedía una visa para Esther y es que no podía dejarla allí mientras yo venía a España unas semanas. Hay que estar muy pendiente porque las violaciones a niños son un arma de guerra. Y ya lo han denunciado otras muchas personas y organizaciones, como el doctor Mukwege, Premio Nobel de la Paz 2018. Es penoso contar esto, que una semana antes de venir, esta niña, a la que conocemos, fuera violada. Una pequeña que ha jugado en mi casa con Esther. Ella estaba vendiendo caña de azúcar, un militar la engañó y se la llevó al campamento y la violó. Un hombre que ya ha violado a más. Una pequeña que vive con sus padres en una casa de barro, que se buscan la vida cada día, el grado más pobre en la tierra. ¿Qué pueden hacer en una sociedad impune donde no hay justicia? Violan porque siguen violando. Ese es el futuro que le esperaba a Esther, pero hay administraciones que no quieren escuchar, como nos pasó a nosotros. Finalmente, lo conseguimos. No pensaba dejarla allí”.  

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