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Jerez

Europa entre paréntesis

Es un hecho innegable (a pesar de las reticencias del Inglés) que Europa se ha convertido en un Estado único y multinacional, una especie de alianza en la que cada cual ha aportado lo que podía (sobre todo Alemania) y quien más y quien menos ha tenido que sacrificarse por el bien común (que se lo digan a nuestros agricultores). Europa y su moneda están fuertes (que se lo digan al dólar) lo que ha provocado que darse el capricho de contratar una limusina en la Gran Manzana entre cuatro amigos y sus respectivas compañeras durante varias horas apenas salga por unos 25 euros... la pareja.

Comprar en la Europa comunitaria es como hacerlo en la tienda de al lado (con la diferencia de que cuando compruebe que las manzanas están llenas de gusanos no podrá acercarse al tendero para decirle cuatro frescas). Europa, en buena parte, es como nuestra España de las Autonomías (pero en serio, muy alejada de la política perdonatodo de pandereta y lameteo que caracteriza las relaciones de Madrid con sus comunidades autónomas).

El hombre, tal y como relató en alguno de sus Mortadelos ese genio del humor llamado Francisco Ibáñez, es un animal comprívoro. Y lleva toda la razón: en el resto de especies hay carnívoros, herbívoros y hasta omnívoros (entre los que nos incluimos humanos, monos y cochinos matanceros), pero ninguno de ellos gusta de ver, tantear, probar y finalmente comprar el más absurdo de los bienes de consumo. Somos únicos.

Lo que me pregunto es lo siguiente. Está demostrado que somos incapaces de protestar en la tienda de todo a un euro porque el abridor que nos han vendido no abre (la cual es su principal función). ¿Lo haremos entonces cuando el tendero esté a miles de kilómetros de distancia? (Pues va a ser que no). Pero siempre es bueno saber que alguien, el INC, vela por tus derechos.

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