Tierradenadie

Fin de ciclo

No nos damos cuenta, porque no tenemos la perspectiva necesaria, esa que sólo el tiempo puede dar. No sabremos, hasta que muchos años hayan pasado, cuándo empezó la caída, cuál fue la ola primera que se llevó parte de la arena que sostenía aquel castillo que hicimos en esa playa que llamamos 'occidente', o 'primer mundo…'; cuáles los vientos que comenzaron la erosión, irreversible, de las bases del modelo social al que hemos llegado, después del que con tanta sangre, sudor y lágrimas pudieron construir las generaciones que nos precedieron. Cuando ocurra, cuando nosotros, o los que luego lleguen, juzguen con cierta objetividad el desmoronamiento de nuestro 'imperio', creo que, con seguridad, se sorprenderán de cómo no fuimos capaces de darnos cuenta de la envergadura del remolino que nos está tragando, se preguntarán el porqué de tamaña inconsciencia, vivero y germen de la descomposición de una época, de un tiempo que ya no da más de sí.

Somos, las personas, los protagonistas únicos de nuestra Historia, responsables de los grandes logros…, también de los peores desastres. El azar siempre juega, cierto; las circunstancias condicionan, sí; pero, finalmente, es el hombre, y su actitud, el que hace posible padecer tormento, o alcanzar el éxtasis.

Se sabe, pero se 'olvida', qué está bien y qué mal; se machacan los valores que nos hacen humanos cuando se antepone el interés personal al bien de todos; se escupe en los principios que deberían significarnos cuando se relega a quienes nos enseñaron, a los que fueron, antes que nosotros fuésemos; se comienza a mirar al abismo cuando nos creemos mejores, con derecho a tenerlo todo, con venia para utilizar, manipular o mentir si eso nos procura lo que ansiamos; el abismo empezará a mirarnos cuando nos burlamos del sacrificio de los que lo dieron todo por legarnos la tierra que ahora pisamos, el bienestar del que disfrutamos, la libertad que gozamos… "Si miras mucho al abismo, el abismo terminará por mirar dentro de ti" -Nietzsche-.

Todo comienza a perderse si es el cinismo lo que prevalece; lo 'bien visto', lo que importa, el 'qué dirán', lo que se impone.

No hay camino fácil para el triunfo, ni triunfo siempre resulta lo que por tal se tiene. El éxito de una vida sólo se halla en el interior de quien la vive. Nada, ni nadie, ni nunca, podrá regalarnos los retazos de felicidad a los que como humanos podemos tener acceso, si antes no encontramos el camino en nosotros mismos; para encontrar, hay que buscar y, si el empeño, como es el caso, no es sencillo, la tarea, por fuerza, será ardua y larga, y exigirá esfuerzo constante, renuncias y privaciones… Tal vez todo demasiado 'complejo y dificultoso' para una sociedad que demanda rapidez, comodidad y simplicidad, en y para todo.

Al 'aparato' dirigente no le gustan las individualidades, es mucho más fácil manejar masas. Hoy, la vertiginosa velocidad de comunicación de la que disponemos, los medios y las redes sociales, pueden convertir en héroe a un imbécil o en villano una mente brillante, excepcional y valiosa; en cuestión de horas, manifestaciones, más condicionadas que sinceras, dirigirán la 'opinión pública' en un sentido u otro. La ética no está invitada a esta mesa, la moral proscrita, reivindicar ejemplares actitudes de antaño, perseguido; valorar la experiencia del mayor, desterrado; la religión sentida, el credo vivido, o la condición asumida, simple y 'socialmente' prohibido…

"Torres, mucho más altas cayeron". Nos hacen creer, así lo consentimos y así lo queremos, que estamos por encima de lo que está bien y mal, y por supuesto no es así. Nuestra estúpida arrogancia la pagaremos muy cara, siempre ha ocurrido, y del mismo modo seguirá sucediendo. La decadencia provocada por una vanidad sin límites obligará a la Historia a dar una vuelta de tuerca contra la que nada podremos. Sólo quedará la esperanza de creer en que el ciclo por llegar, cuando el nuestro acabe, no caiga en la petulante jactancia que nos está llevando hacia un final desgraciado.

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