Jerez

Fuga de cerebros jerezanos

  • Tres jóvenes exponen las luces y sombras de marcharse de Jerez y de Andalucía para investigar . Dicen que hacerlo en el sur es hoy una quimera.

No son fáciles de encontrar, pero están ahí. Han pasado estos años las tardes en la biblioteca, o bajo un flexo de su piso de estudiantes. Hoy cuentan historias dispares, pero igual de inspiradoras. El sector de la investigación ha sufrido recortes desde el inicio de la crisis. Y se espera que cada euro cultivado en el mundo del estudio y el desarrollo dé frutos casi desde el primer día, sin margen de error. De entre los episodios más lamentables de la triste historia de la investigación en España destaca un capítulo vivido este mismo año, cuando el Gobierno suprimió de forma esperpéntica cientos de becas del CSIC por defectos de forma en la presentación de los curriculos: debían entregarse en cuatro páginas. Si se hacía en seis, por ejemplo, fin de la beca. Afortunadamente, tres jerezanos, Inmaculada, José María y Andrés, han sorteado los disparates administrativos y dan salida a su potencial a través de diversas becas de investigación. Jerez vive también su propia fuga de cerebros.

José María Martínez es el más joven de los tres. Nacido en 1994, el próximo mes de junio acabará la carrera de Bioquímica en Sevilla. Este verano ha pasado dos meses en la Universidad de Zurich (Suiza) ejerciendo labores de investigador, aún sin acabar la carrera. "No tenía claro exactamente qué quería estudiar, aunque siempre me llamó todo lo que fuera bio". Se refiere al prefijo de origen griego que significa vida, en su sentido natural, no cultural, en referencia a todos los seres vivos. "He colaborado en departamentos durante mis años de carrera y en un momento dado surgió lo de Zurich, donde investigamos el comportamiento de una proteína que se encuentra en los músculos y sin saber por qué aparece en el pecho en los casos de cáncer de mama. Con mi experiencia estoy contento, porque de hecho me han dado a entender que les gustaría que volviera allí para doctorarme, aunque aún falta un tiempo".

Una de las cosas que más echa de menos en España es ese respeto por la investigación que abunda en otros países. "No he estado en todas partes para comprobarlo, pero por lo que he hablado con investigadores extranjeros, en Estados Unidos, por ejemplo, son una especie de élite. Y sólo tienes que ver lo que cobran en Suiza. Allí se pagan 3.500 francos -unos 3.000 euros-. Aquí, no pasan de los 1.000". En esa precariedad, considera, hay una errónea concepción de lo que implica investigar. "Yo no me quiero ir. Me gusta España. Tengo una especie de espíritu romántico que me inclina a quedarme aquí al acabar la carrera y poner de mi parte para levantar la investigación en este país". Pero mantiene los pies en el suelo. "Sé que la mejor opción para mi futuro es marcharme. Existen propuestas para revertir la situación que no costarían mucho dinero. Por ejemplo, que se desliguen en la universidad las facetas de profesor e investigador. Si una persona quiere hacer algo importante, no puede perder el tiempo con alumnos. Estas cosas marcan la diferencia con otras universidades del mundo que están por delante.

Inmaculada Delage estudió Historia en Granada porque cuando empezó su ciclo universitario en 2008, la arqueología aún era una especialización y no una titulación propia como hoy. "Mi madre siempre me apoyó para que estudiara algo sin salida si era lo que me motivaba". Empezó la universidad de forma mediocre, "yendo a por el cinco". Pero pronto se dio cuenta de que para ser arqueóloga debería doctorarse y se puso las pilas. "Lo tuve claro en cuanto hice mis primeras prácticas de verano, en un yacimiento en Arbucies (Gerona). Sabía que iba a ser difícil acceder. Me metí a colaborar en un departamento y vi lo que era la universidad. Repetí las prácticas cada verano, en Zaragoza, Perugia y Roma. Luego hice un máster enfocado a la arqueología, y pude pasar un tiempo en Egipto, en unas excavaciones". Tras su frenética adquisición de apartados en el currículum, de repente se vio sin futuro. "Nada más volver a Jerez me puse a trabajar para pagarme el máster de profesorado, para dar clases de Historia, aunque no fuera lo que me gusta". Hasta hace pocas semanas, trabajó de cajera en una gran superficie. Se interesó por todas las ofertas y antes de matricularse para ser docente sonó el teléfono. "Un profesor en la Universidad de Navarra necesitaba para su investigación en Los Bañales (Zaragoza) a una especialista en cerámicas romanas, que es el tema para el que ya había investigado durante la carrera y el máster". Hoy reside en Pamplona y marcha con frecuencia al yacimiento. "Estoy a 1.000 kilómetros de Jerez y aquí no para de llover. Si me hubiesen llamado de México o de un país del Norte de Europa, me habría marchado igual, pero lo que me gustaría es investigar alguna vez en Andalucía". ¿Y en Jerez? "Asta Regia está abandonada. Sería un sueño volver para excavar un yacimiento en mi ciudad, lo es para cualquier arqueólogo. Yo puedo entender, en parte, que cuando se llevan a cabo recortes caigamos antes. Pero el Gobierno de Aragón, como administración pública, es quien más apoya esta excavación. Muchos trabajos, para el instituto o la carrera, los hice sobre Asta Regia. Con todo, iniciar una excavación es muy complejo, tiene expropiaciones, años de trabajo y demás".

En otra área de conocimiento destaca el también jerezano Andrés Campos, beneficiario de una beca de doctorado y jovencísimo profesor de ingeniería de materiales en la Universidad Carlos III de Madrid, que le llegó después de muchos años de sacrificios reflejados en su expediente académico. "Estaré varios años aquí y me gustaría ser profesor e investigador siempre. En Jerez es impensable que algún día pueda haber investigaciones como las que hacemos aquí. Para que pueda volver, el sur tiene que seguir cambiando". Campos anima a los jóvenes a que se lancen. "Hay que moverse. Las cosas están muy mal, pero hay que tratar de solucionarlo y no lamentarse". Con todo, no se siente ningún privilegiado. "Cobro por la universidad 12.000 euros al mes. Y dentro de ella, mi departamento, va a hacer un esfuerzo para aportar, eliminando otras partidas de su presupuesto, 2.500 euros más. Después de pasar por Hacienda, en total percibo unos 1.000 euros, y eso residiendo en Madrid es poco. En Francia un doctorando gana al menos dos mil. Las cosas tiene que cambiar".

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