Jerez, una ciudad sin agua
En el centenario de la riada del 7 de marzo de 1917 (y IV)
En este mes se cumplen cien años de la gran riada de marzo de 1917 que tuvo graves consecuencias en toda la cuenca del Guadalete. Para recordar aquel suceso, nos hemos ocupado en las anteriores entregas su incidencia en la Sierra de Cádiz, en Arcos y en la campiña de Jerez. Terminamos hoy con el relato de uno de los episodios más catastróficos de aquella excepcional avenida, la destrucción del puente-sifón del acueducto de Tempul en La Florida que dejó a Jerez casi dos meses sin agua.
A primeras horas de la mañana del día 7 marzo de 1917, con toda la vega del término de Jerez inundada, llegaba la tremenda noticia de la destrucción del puente sobre el que cruzaba el río la tubería de la que se abastecían los depósitos del Calvario. La celosía metálica del puente "se había partido por el centro, arrastrando la avalancha a cien metros de su emplazamiento el trozo perteneciente al estribo de la margen izquierda, tumbándolo en la orilla, mientras que el trozo de la derecha había sido arrastrado unos trescientos metros, quedando en lo alto de unos tarajales que nunca habían sido cubiertos por las aguas del río. Por el suelo quedaron los seis arcos de sillería, destruido en cerca de un centenar de metros de los ciento veinte que tenía, el terraplén continuador del puente" (1). Las imágenes que de la catástrofe tomó en los días siguientes el arquitecto Hernández Rubio no pueden ser más elocuentes de la fuerza de la avenida, que con un caudal de más de 200m3 de caudal, tuvo un efecto devastador al arrastrar la corriente grandes árboles (2).
En la ciudad saltaron las alarmas ante la crisis de suministro que se avecinaba y desde el Ayuntamiento y la Sociedad de Aguas se tomaron medidas de inmediato, entre ellas el cierre de los depósitos de Tempul el mismo día de la rotura del acueducto, "en previsión de que el público derrochase, antes de conocer la noticia, el agua almacenada" (3). A la mañana siguiente el alcalde Julio González Hontoria hacía público un edicto en el que daba a conocer a la ciudad la gravedad de la situación: "según me comunica la Gerencia de la Sociedad anónima de abastecimiento de aguas de esta ciudad con motivo del hundimiento del puente de La Florida, ha sido cortada la tubería de conducción de aguas de Tempul que sobre él pasaba impidiendo la entrada a los depósitos y no quedando por tanto más agua que la que estos contienen para abastecer unos días a la población. Hallándose la rotura de dicha tubería sumergida por la inundación del río Guadalete, desconócese la importancia de la avería y hasta tanto pueda ser reparada, se hace indispensable, como elemental medida de previsión suspender todos los servicios actuales, cerrando las llaves de los depósitos. El suministro de agua al vecindario para beber y guisar exclusivamente, se efectuará y en el depósito de Tempul donde se facilitará individualmente la necesaria para los usos indicados. Considero innecesario encarecer la mayor prudencia y restricción en el consumo de dicho líquido hasta que las circunstancias permitan que los funcionarios técnicos puedan dominar la gravedad de la situación y se normalice la prestación de tan importante servicio" (4).
Al día siguiente, 9 de marzo, en la sesión ordinaria del pleno del Ayuntamiento, el alcalde apuntaba que se había reproducido la crisis obrera, al haber quedado los campos encharcados, perdiéndose cosechas y jornales. De la misma manera informó los concejales de los daños del temporal y de la rotura del puente-sifón y de como "…los Sres. Ingenieros estudiaban los medios de restablecer lo más pronto posible el servicio y entre tanto, se había ocupado de organizar el abastecimiento para que la ciudad no careciese de agua ordenando el análisis de sus aguas para evitar contaminaciones y perjuicios a la salud pública; añadió que tenía ofrecimientos de varios particulares como el de pozos de su propiedad para el suministro del vecindario con el fin de evitar conflictos a todos los cuales habría de expresar su gratitud". Distintos concejales, pusieron a disposición del municipio otros pozos para el servicio público, como el Sr. Escudero, que ofreció su pozo de la Huerta del Almendro, o el Sr. Moliní, que en nombre de D. Manuel Hurtado ofreció el pozo del que era dueño situado en la huerta de Los Pocillos. El Sr. Díaz López hizo lo propio con la Fuente de la Teja, en nombre de su propietario, D. Antonio Soto Flores (5). El antiguo pozo del Patio de San Francisco, surtió también a las necesidades del cercano mercado de abastos (6).
En los casi dos meses que la ciudad se estuvo abasteciendo de agua de pozo, se publicaron en la prensa local numerosos artículos en torno a la salubridad de estas aguas que el farmacéutico municipal, Sr. Cafranga, analizó en numerosas ocasiones (7). Así, Francisco Germá Alsina, ingeniero químico (que luego sería el segundo alcalde republicano de la ciudad) prevenía sobre la potabilización y esterilización de estas aguas (8); Eduardo García Rodeja, catedrático de Física y Química alertaba sobre el valor científico de los análisis químicos (9) y el médico militar A. Rodríguez Solís lo hacía sobre la contaminación de las aguas (10). Félix García, catedrático de instituto demandaba la participación de los propietarios de pozos (11) en el reparto de aguas y J. M.ª Zabalegui, licenciado en Ciencias Físicas y profesor del colegio S. Juan Bautista, insistía en la necesaria desinfección de los pozos (12). Y todo ello entre denuncias de insalubridad, como la que hacían algunas familias que enviaban a niños con damajuanas a coger agua en los estanques de algunas fuentes públicas (13).
Con el llamativo título de "El conflicto de las aguas", el diario local El Guadalete, mantuvo una sección durante las semanas que Jerez estuvo sin suministro, en la que daba cuenta de las distintas iniciativas del Ayuntamiento y de la Sociedad de Aguas tendentes a la solución del problema. Una de las primera medidas fue la constitución de una Junta Técnica formada por los ingenieros de caminos Luis Moliní, ex director del puerto de Sevilla, Enrique Martínez, jefe provincial de Obras Públicas, Antonio Hernández Bayarri, director de las obras del Canal del Guadalquivir, Antonio Gallegos, director facultativo de la Sociedad de Aguas y Pedro M. González Quijano, director del Pantano de Guadalcacín. Esta comisión se desplazó a La Florida "…para tomar allí datos de los desperfectos ocurridos... que servirán de base para la solución provisional que pueda adoptarse de momento, así como también del plan a que deba someterse el proyecto de las obras definitivas que después hayan de realizarse" (14). La propuesta inicial consistía en la instalación de un vado artificial mediante una presa de gaviones en el río, en el emplazamiento del antiguo puente, donde el lecho alcanzaba apenas cinco metros de profundidad. Sobre ella se instalarían cuatro tuberías de plomo reforzadas con alambre que serían fabricadas en los talleres de la empresa de aguas y que en un plazo de tres meses podrían restaurar de nuevo el suministro (15).
Sin embargo, la solución provisional que acabaría por adoptarse vino de la mano del Ingeniero de Minas Juan Gavala Laborde, quien se encontraba en esos días realizando prospecciones petrolíferas en los Llanos de Villamartín para el Instituto Geológico y Minero de España. Enterado de la gravedad del problema, hizo llegar a través de D. Pedro Luis de Lassaletta, abogado de la empresa de aguas y concejal del ayuntamiento jerezano, a quien conocía, una propuesta alternativa. Proponía para ello la utilización de las tuberías de acero "Mannesman" de las que disponía para los sondeos, que por su alta resistencia, podría instalar sobre pilotes en un lugar situado aguas abajo del puente, en el tradicional vado de La Florida. Gavala se comprometía a que en un plazo de 20 días desde el inicio de las obras, podría restablecerse el suministro.
La propuesta fue de inmediato acogida por el Ayuntamiento y la Sociedad de Aguas, no sin ciertas discrepancias técnicas (16) por parte de Antonio Gallegos, su ingeniero director, quien difería de Gavala en el punto y el modo en el que debía llevarse a cabo la unión de las tuberías provisionales con la cañería del Tempul (17). En la polémica intervino también el ingeniero Pedro González Quijano, a favor de Gallegos (18) y el arquitecto Hernández Rubio (19), partidario de la solución de Gavala, quien estuvo a punto de abandonar el proyecto, tal como informó al pleno el Sr. Lassaletta (20), si bien, finalmente se solventaron los problemas.
Como se ha dicho, Juan Gavala Laborde, ingeniero de minas de 32 años, se encontraba realizando sondeos en Villamartín, junto al Serracín, en la que se habían hallado trazas de hidrocarburos, tratando de evaluar un posible yacimiento de petróleo. Gavala aportó una solución técnica para el sifón de La Florida que permitiría reanudar el abastecimiento a Jerez en un plazo de veinte días. Para la obra contaría también con la ayuda técnica del que fuera su compañero de estudios, el joven ingeniero industrial jerezano Manuel María González Gordon, de 31 años. El Ayuntamiento de la ciudad aprobó de inmediato la idea y el 11 de abril, cuando ya Jerez llevaba 35 días sin suministro, Gavala y González Gordon iniciaron los trabajos, quedando terminados en apenas 18 días. Los jerezanos, a través de la prensa local, seguían con gran interés el día a día de la obra.
El alcalde, Julio González Hontoria, tras visitarlas el 19 de abril afirmaba "la próxima feria tendremos agua" (21). Una semana después, el día 26, Gavala hacía entrega al Ayuntamiento de los trabajos. En los días siguientes se hicieron las pruebas de resistencia, se limpiaron las tuberías y se cargó el sifón (22). El 29 de abril llegó la noticia tan esperada por la ciudad: "Ya tenemos agua"... "El Sr. Gavala ha cumplido perfectamente cuanto prometió; dijo que en un plazo aproximado de veinte días entrarían otra vez la Aguas de Tempul en los Depósitos del Calvario y ha hecho honor a su palabra. Comenzó sus trabajos el día 11 de abril y el día 29, a las cuatro menos diez minutos, de la tarde, verificó el agua su entrada en los depósitos. Esta mañana quedará restablecido el servicio público de las Aguas de Tempul" (23). Ese mismo día, González Hontoria recibía un telegrama del alcalde de El Puerto, Ramón Varela, felicitando a la ciudad por el éxito de la operación: "No dudé nunca en que sería realidad el proyecto ingeniero Gavala; aquí mostró sus talentos y pericia asunto aguas Piedad" (24).
En aquellas laboriosas tareas, que fueron sufragadas generosamente por el presidente del consejo de administración de la Sociedad de Aguas, Patricio Garvey y G. de la Mota y el agricultor y ganadero jerezano Manuel Guerrero Castro, se contó también con la inestimable colaboración de Pedro Luis Lassaletta, abogado de la empresa y concejal del ayuntamiento jerezano, y el agricultor Ángel García Riquelme que ofreció las instalaciones de su cercano cortijo de la Florida al personal de la obra.
La resolución del problema mereció los elogios de la prensa especializada. "Solución ingeniosa de un problema de ingeniería", titulaba la Revista Minera, Metalúrgica y de Ingeniería, el estudio técnico de las obras llevadas a cabo por Gavala Laborde y González Gordon. En el artículo se daba detalla de los trabajos realizados que "en esencia ha consistido en establecer una derivación hacia un vado que se encuentra a 100 metros agua abajo del puente hundido y donde el río sólo tiene una profundidad de 0,80 m y una anchura de 80 metros. Se ha clavado una de metro en metro hasta dejar las cabezas a 0,30 sobre el agua. Al mismo nivel del agua, se han unido por parejas con traviesas de madera, y además con unos estribos de cabilla de 30 mm sobre los que descansa el. Esta tiene 296 mm de diámetro interior y 7 mm de grueso, y va sujeta a los estribos de hierro por aros, también de hierro, y cuñas de madera. Las dos filas de estacas distan una de otra 0,70 m… Para los ramales de derivación se ha empleado tubería de la misma clase" (25). Remitimos al lector interesado al citado artículo para conocer todos los detalles técnicos de la obra, si bien queremos resaltar que para dar solidez a los injertos del acueducto con las tuberías y soportar las altas presiones en los codos, se empotraron estos en bloques macizos de hormigón de 25 metros cúbicos. Algunas de las imágenes que acompañan este artículo dan idea de la obra realizada.
Tras el restablecimiento de la conducción, vinieron los reconocimientos de la ciudad al ingeniero portuense Juan Gavala. Así, en la sesión de pleno del 11 de mayo de 1917 se acordó que "por su intervención y gestiones en cuanto se relacionaba con el restablecimiento del servicio de suministro de las aguas de Tempul… Declarar hijo adoptivo de Jerez al Ingeniero D. Juan Gavala Laborde, dando su nombre a una calle de la ciudad". De la misma manera, se aprobó que "una comisión del Excmo. Ayuntamiento concurra a la Estación del ferro-carril el día de su llegada para testimoniarle su gratitud, invitando al pueblo de Jerez a que con su presencia de mayor realce al acto, contribuyendo al mismo". Finalmente, el Ayuntamiento propuso una suscripción popular, que encabezó, con el fin de hacer un regalo a Gavala y González Gordon con el que testimoniar el agradecimiento por los servicios prestados (26).
Con el nombre de Juan Gavala se rotuló semanas después la antigua calle Naranjas, si bien lo perdió posteriormente en 1979. El resto de colaboradores fueron también homenajeados por su contribución en la resolución de tan grave problema y así, el letrado Pedro Luis Lassaletta, representante municipal en la Sociedad de Aguas, fue también reconocido como Hijo Adoptivo.
En septiembre, se sustituyeron las tuberías de acero Mannesman, al ser requeridas para continuar los sondeos petrolíferos (27), por otras que habían sido encargadas unos meses antes. La solución definitiva vendría unos años después, en 1925, con la construcción de un nuevo puente-sifón que la Sociedad de Aguas de Jerez encargaría a un joven ingeniero: Eduardo Torroja. Esta innovadora obra, que se cuenta ya como una de las pioneras la ingeniería española del hormigón pretensado (28), vendría a sustituir a la ingeniosa solución de Juan Gavala Laborde a quien la ciudad siempre recordará por su trabajo desinteresado. Ese que resultó providencial cuando la riada del 7 de marzo de 1917 destruyó el puente- sifón del acueducto de Tempul.
José y Agustín García Lázaro
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