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Jerez

Libros en tres dimensiones

EL libro, como objeto físico, parece estar definido por una serie de hojas de papel rectangulares e impresas, cosidas o pegadas por un lateral y cubiertas por unas tapas, algo más duras, que protejan el contenido.

Lo de impresas, como condición, se lo saltó "The nothing book", o el libro de nada, que llevaba autoría y pie editorial con ISBN, fue un auténtico superventas y tenía todas sus páginas en blanco; además ya no se trata sólo de texto: fotos y dibujos también han protagonizado numerosos libros en exclusiva. Lo de rectangulares se lo saltó en 1910 Peter Newell con "El libro inclinado" y sus páginas romboides; luego esta ruptura del canon se ha repetido con mucha frecuencia en aquellos cuentos de quiosco que llamaban troquelados y tenía su contorno la forma del personaje ilustrado en cubierta. Lo de cosidas o pegadas se lo saltan numerosos manuales que presentan sus páginas unidas por una encuadernación alternativa (alambra de muelle, generalmente). Lo de que las tapas sean más duras no lo tienen en cuenta aquellos libros que presentan todas sus páginas iguales a las tapas: en cartón duro. Y lo de papel también ha caído del todo: libros de plástico para el baño, libros de tela con celofán dentro para que hagan ruido las hojas, libros con páginas de acetato, transparentes, para hacer montajes con las ilustraciones,ý

Pero en un momento hubo un salto más: el libro traía "algo". En los libros para niños comenzaron a aparecer libros a los que se les cortaba una tira de una de las hojas y daba lugar a un marcapáginas; en los de adultos, empezaron en los libros de música los discos (¡incluso los había cuando los pequeños de vinilo!). Y empezaron a traer unas gafas de celofán rojo y celofán azul para sus páginas en 3 D; unos sobres en los que se encontraban dentro piezas para interpretar textos, mapas, mensajes,ý; y empezaron a traer variantes en las propias hojas: o recortes, o agujeros, o un mayor tamaño que se conseguía desplegando lo plegado.

Y el rizo se rizó más cuando al pasar una hoja "algo" unía la página de la izquierda con la de la derecha, formando una estructura que cuanto más se abría el libro más volumen conseguía. Son estos libros sorprendentes con elementos desplegables, pestañas de las que se tira y hay movimientos o ruedas que simulan transformaciones. Pero dos cosas a tener en cuenta: una la fragilidad de estos volúmenes que los hacen piezas de bibliotecas personales (duran poco en las escolares y suelen ser caros); y dos el lugar en el que se hacen. Y es que al estar montados a mano, suelen proceder de países del este. ¿Tenemos garantías de qué se han hecho en condiciones laborales dignas? Creamos que las grandes editoriales, al menos, cuidan este aspecto.

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