Sin lugar a dudas, el mayor fracaso de este Via Lucis Mariano fue el tema de las sillas. Salvo en lugares contados, el público no respondió a la propuesta, pues la gran mayoría de palcos se quedaron vacíos.

En muchos casos, como ocurrió en la Plaza del Arenal o la zona próxima a la Alameda Vieja, el fuerte calor impidió que muchos adquiriesen las sillas, que dicho sea de paso tenían un precio bastante asequible (entre cinco y siete euros dependiendo de la situación), pero ni por eso.

Palcos y sillas comenzaban a partir del Gallo Azul, una zona, sobre todo la calle Lancería, en la que se congregó un mayor número de personas. En la Plaza del Arenal, por contra, el aspecto no tenía nada que ver, pues ocurría justo lo contrario, es decir, un panorama desolador. La misma visión se percibía justo después de El Alcázar, un lugar que también había sido acondicionado a tal efecto.

Mejor cara presentaba la calle Armas, donde según la zona, había más o menos gente, y las proximidades de la Alameda Vieja a la altura de la Torre Octogonal, con gran ambiente. Lo peor de todo, como así reconocían muchos cofrades, fue que todo este despliegue de sillas y palco condicionó determinados movimientos.