La página ecuestre

París, ciudad del arte ecuestre

  • Por primera vez, las cuatro escuelas de Europa se han reunido para ofrecer tres galas únicas y esperadas por un público que se entregó y que se quedó con ganas de más

Viena, diciembre de 2006. La ciudad austriaca asiste a un "sí quiero" histórico, esperado y único. La Escuela Española de Equitación de Viena, con más de cuatro siglos de historia, se decide por fin a integrar un espectáculo único con el resto de escuelas de arte ecuestre europeas, a saber: Saumur (Francia), Lisboa (Portugal) y Jerez. Con el decidido apoyo de los austriacos cualquier puesta en escena anterior quedaba sin valor. Se firmaba un compromiso por el que jinetes y caballos de las cuatro instituciones iban a dejar sin habla a un público que esperaba este encuentro como agua de mayo.

Bien, en enero de 2007, los cuatro centros europeos de la doma clásica se volvían a encontrar, esta vez en Francia, para continuar con los planes. Había unanimidad. Los cuatro responsables de las escuelas de arte ecuestre volvían a verse para diseñar coreografías, números y protagonismos. Viena salía ganado, eran las condiciones, pero daba igual. En cualquier caso, un espectáculo como el que se estaba diseñando iba a ser apoteósico.

La última reunión tuvo lugar en Jerez. La colaboración debía ser la pieza clave en el entramado. Llevar a escena un espectáculo semejante se antojaba técnicamente complicado, pese a la dilatada experiencia de los integrantes de cada una de las escuelas. Poco a poco se iban atando todos los cabos. Orden de apariciones, número de caballos, intervenciones en solitarioý Y llegó el momento. El lugar elegido: el palacio de los deportes de Paris Bercy, un escenario cubierto que abre sus puertas igualmente para un concierto de U2 que para un campeonato mundial de patinaje artístico sobre hielo. Un sobrecogedor edificio que no tardó en caldearse gracias al apoyo del multitudinario público llegado principalmente de los cuatro países participantes (España, Francia, Austria y Portugal) durante los tres días de espectáculo: 23, 24 y 25 de noviembre.

El programa constó de una docena de intervenciones, conjuntas y en solitario, de jinetes y caballos de las cuatro escuelas de arte ecuestre. Para romper el hielo, fueron entrando de cuatro en cuatro (un binomio por escuela) todos los participantes de la gala de los tres días. En total, cuarenta conjuntos garantizaban espectáculo para no distraerse ni caer en el tedio y el aburrimiento.

A continuación, utilizando para ello a un brillante equipo humano de iluminación y música, la Escuela de Portugal hizo acto de presencia, con un grupo de jinetes, liderados por Felipe Figuereido (Graciosa), que montaba un lusitano castaño sobrado de clase y fuerza. Portugal llevó hasta Paris su espectacular ejercicio sobre tablas. Un jinete a caballo entra en passage sobre una tabla de madera de reducidas dimensiones para quedarse unos segundos en piaffe sobre el tablero. En ese momento la música desaparece y sólo se oye el castañeteo de los cascos. Espectacular, vistoso. Y aplausos.

Es el turno de la guitarra española. Un acierto con la música que acompañó una de las actuaciones más pintorescas y de más belleza estética: la doma vaquera, llegada directamente desde el picadero de la Real Escuela de Jerez. Ejercicios a paso y ejercicios a galope (cambios de pie, piruetas, arreones y paradas a raya) perfectamente coordinados entre los ocho jinetes arrancaron de las miles de personas probablemente uno de los aplausos más encendidos de la noche, adornados con oles y oles.

Cambiamos de momento histórico y de escenario. Es el turno de los anfitriones. Francia llevó a la pista de Paris Bercy La belle epoque, una pieza de su afamado Cadre Noir. Con todo, hay que decir que tiene tintes anecdóticos aunque es un número que ni mucho menos está exento de riesgo. Jinetes a pie (entre ellos miembros de las otras escuelas) ayudaban a colocar unos improvisados saltos (mesas y sillas), para que dos jinetes a caballo, totalmente coordinados, saltaran a la vez sendos obstáculos una y otra vez. Tras la proeza, todos brindaban con una copa de vino.

Viajamos hasta Centroeuropa para asistir a uno de los momentos más bellos de la noche. Se trata del impresionante solo que protagonizó uno de los caballos en activo más longevo de las cuadras de la Escuela Española de Equitación de Viena. Con más de veinte años de edad, con un pelo en fase blanca de inigualable belleza, en riendas largas y con un foco solo sobre él, hombre y caballo eran uno solo sobre la pista en la que deleitaron con apoyos al paso, passage, piaffe, apoyos a un galope reunidoý Impresionante, espectacular. El público se fundió en aplausos que acalló la marcha militar que sirvió de banda sonora para semejante obra de arte, de arte ecuestre.

A continuación, un ejercicio con movimiento. Las cuatro escuelas, cada una con sus correspondientes representantes, llevaron la belleza de los ejercicios de arte ecuestre a la mano hasta las gradas de Paris Bercy. Levadas, corbetas, posadas, cabriolas y grapadas se sucedieron una y otra vez por cada rincón del picadero mientras que el caballo de Felipe Figuereido se quedó solo entre los pilares centrales haciendo piaffe para deleite de los presentes.

Los siguientes ejercicios fueron sendos carruseles por separado de las escuelas de Portugal y Saumur. La primera eligió una música con guitarra portuguesa, mientras que la anfitriona escogió música clásica. Los primeros con caballos lusitanos y los franceses, con silla francés.

Rafael Soto e 'Invasor' eran uno de los reclamos del programa de las cuatro escuelas. El binomio, debidamente presentado por el estadio como jinete de la Real Escuela de Arte Ecuestre de Jerez, miembro del equipo nacional de doma clásica de España y medalla por equipos en Atenas 2004, entró a la pista ataviado a la antigua usanza pero con toda la energía que les dio ser protagonistas en solitario ante miles de personas. Y estuvieron sobresalientes. 'Invasor' incluso se adornó al final en la despedida con un inesperado paso adelante, a modo de paso español, para el que Rafael no dio ninguna orden, tal y como posteriormente reconoció para este periódico. Fue sin duda el momento más aplaudido de la noche.

La Escuela Española de Viena tomó el relevo a Rafael e 'Invasor' con un carrusel demasiado largo para encontrarnos en el final del espectáculo. Como hemos señalado anteriormente eran las condiciones impuestas, pero se hizo un poco cuesta arriba. No obstante, se pudo disfrutar de la mejor equitación de la historia, de la mejor equitación del presente, de unos asientos de manual de equitación y de unas posiciones de piernas, brazos y espaldas para lo que no había un pero. Quizá la única pega, fue el final de este número. Salieron en fila y al paso, en vez de hacerlo a passage, como pedían los aplausos y la música que eligieron para el carrusel.

Como fin de fiesta, volvieron a entrar los cuarenta conjuntos, encabezados por los líderes de cada institución, que dieron vuelta de honor y saludaron a un estadio que se puso de pie para despedir a unos protagonistas que esperemos volver de nuevo y muy pronto.

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