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Jerez

SOS desde las 54 viviendas

  • Solicitan a Bienestar Social más ayuda para mejorar la calidad de vida de dos personas afectadas con distrofia muscular

La vida de Soledad se desarrolla entre cuatro paredes. "Vivo como si estuviera en una cárcel", afirma esta vecina de las 54 viviendas, en el Polígono de San Benito, que padece una distrofia muscular de Steiner de grado 85%. Por desgracia, esta enfermedad es hereditaria en su familia. Ella pertenece a la quinta generación que la padece. Su hijo Manuel Jesús, de 25 años, también la sufre, aunque de momento, gracias a su juventud no le ataca de la misma manera que a su madre, que prácticamente no puede andar a menos que sea con ayuda de otra persona, ya que con su taca taca ha sufrido no pocas caídas. Eso, o la silla de ruedas, aunque tampoco puede usarla por sí misma ya que sus manos no se lo permiten. A todo esto hay que sumarle que Dolores ha sufrido dos infartos y que ha pasado seis meses en el hospital, de los cuales, 20 días los pasó en la UCI. Además, hubo que practicársele una traqueotomía y sufre problemas respiratorios que le obligan a tener que usar bombonas de oxígeno.

Jesús Estévez es el marido de Soledad y el que ha querido dar a conocer el problema que padece su familia. Explica que hace ocho años que Bienestar Social les entregó esta vivienda, de renta muy baja, tan sólo 25 euros al mes. Sin embargo, sobre ellos pesa ya el anuncio de un embargo por parte de la Empresa Pública del Suelo de Andalucía, ya que deben 2.107 euros de alquiler tras varios años sin pagarlo. Y no porque su economía no se lo permita -que también podría ser, porque Jesús está en paro y tanto Soledad como Manuel Jesús cobran entre los dos una pensión que no llega a los 700 euros-, sino porque no quieren. Manuel afirma que se niega a pagar por una casa en la que su mujer y su hijo malviven. "Yo por esta casa no pago. Cuando nos la entregó Bienestar Social era una pocilga, era de vergüenza. Tuvimos que hacer algunas obras para condicionarla a la enfermedad de mi mujer, pero cada vez se ha ido agravando más y esto ya se ha convertido en una prisión para ella".

En efecto, una visita a su domicilio sirve para descubrir que no está acondicionada a las necesidades de Dolores. El dormitorio es demasiado pequeño para albergar, además de las camas, una bombona de oxígeno y los aparatos que necesita a raíz de su traqueotomía. Igualmente, el servicio carece de las dimensiones adecuadas a sus necesidades, no tiene agarraderas y ni el inodoro está adaptado (hubo que comprar un suplemento). En cuanto a la cocina, el hecho de que la campana extractora esté estropeada, hacen que freír una simple hamburguesa se convierta en un suplicio, ya que el humo lo inunda todo debido a la escasa ventilación (hay una ventana en el salón pero no se abre bien), lo que hace que se agraven los problemas respiratorios de Dolores.

"Solo pido que mi mujer y mi hijo tengan los recursos mínimos para garantizarles una calidad de vida digna y en la que se cubran un mínimo de necesidades y comodidades necesarias, no sólo para su salud física, sino también para su salud psíquica ante la crueldad de la enfermedad que padecen", afirma Jesús.

El cabeza de familia critica igualmente que la Ley de Dependencia sólo cubre los 910 euros de la trabajadora de ayuda a domicilio que va a su casa tres horas y media de lunes a viernes para ayudar en las tareas domésticas y atender a Dolores, "cuando yo estoy perfectamente capacitado para atenderla no tres horas, sino 24, y podríamos recibir esa cantidad para mejorar la vivienda".

Pero incluso a veces esa asistencia social no les sirve. La trabajadora que acude a su casa, que prefiere mantener el anonimato, es auxiliar de enfermería y está capacitada para atender a Dolores, pero no es el caso de las compañeras que acuden al domicilio cuando ésta falta por cualquier motivo. Así y todo, reconoce que utilizar los aparatos médicos o cambiarle las sondas a Dolores no están entre sus funciones.

Para Jesús, Bienestar Social no se está portando bien con ellos. "Pedimos una cama adaptada a las necesidades de mi mujer y tardaron siete años en concedérnosla. Ahora, como la enfermedad está avanzando, apenas la puede usar. Para dormir por las noches tiene que hacerlo en la silla de ruedas, porque tanto acostada como en un sofá se asfixia. Necesita una butaca reclinable, porque la silla es muy incómoda, y no sabemos cuándo se la van a dar. No tenemos los medios necesarios para poder comprársela". Jesús, además, sabe que en no poco tiempo su mujer necesitará una grúa para poder levantarse de la cama. "¿Dónde la vamos a meter, si aquí no cabe nada?", se pregunta.

Cuando Dolores salió del hospital, su médico hizo un informe en el que señalaba que su casa no está adaptada a sus necesidades. La propia asistenta social, que se encuentra en la casa en el momento de la entrevista, reconoce igualmente que "una paciente como ella necesita una vivienda soleada y con ventilación", a lo que Jesús la interrumpe. "Nos prometieron precisamente eso, un bajo soleado y ventilado, y mira dónde estamos".

Antes de irnos, Dolores, a duras penas, dice. "Yo no pido una vivienda de nueva construcción, pero seguro que hay alguna de protección oficial vacía donde podamos estar".

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