Educación | CENTRO DEL PROFESORADO DE JEREZ

Tiempos de autoevaluación, propuestas de mejora y plan de formación

Tiempos de autoevaluación, propuestas de mejora y plan de formación

Tiempos de autoevaluación, propuestas de mejora y plan de formación

Desde hace ya algún tiempo, vivimos inmersos en la cultura de la evaluación. Nada ni nadie se escapa de ser evaluado para su presumible mejora u optimización. La evaluación se ha convertido en aspecto sustancial en cualquier actividad; nos solicitan continuamente nuestra valoración en situaciones dispares: al comprar algún producto, al retirar nuestro vehículo de un taller de reparaciones y, por supuesto, en nuestra vida profesional. Listas de control, cuestionarios de satisfacción, encuestas de valoración, buscan nuestra percepción para procurar convertirlas en evidencias y así actuar en consecuencia.

Pero, si en algún ámbito la evaluación siempre ha estado presente y ha sido piedra angular, no cabe duda que éste ha sido el de la educación; antes con los límites de entenderla de forma parcial como calificación y hoy con un significado más poliédrico, la evaluación ha sido y es un elemento primordial. Ahora no sólo evaluamos al alumnado sino que vamos más allá e incluimos a centros escolares y a cuanto esté relacionado con la educación: servicios, programas, planes, etc. Es éste un renovado interés por la evaluación, motivado por el cambio en los modos de control del sistema educativo, centrados en la valoración de los resultados y la demanda de rendición de cuentas.

En estos momentos, los centros escolares están culminando sus procedimientos de autoevaluación, analizando los logros alcanzados y las dificultades encontradas y planteando medidas eficaces de mejora para contribuir al éxito escolar y al perfeccionamiento del profesorado.

La autoevaluación se nos presenta así como un proceso que atañe a toda la comunidad educativa, de carácter participativo y transparente, centrado en la reflexión de las dinámicas de los centros docentes, la práctica docente, la organización y funcionamiento, los resultados escolares y la búsqueda de propuestas para avanzar en la calidad de la enseñanza que recibe el alumnado, a través de factores clave determinados por las administraciones educativas.

Pero enfrentarse a todo esto puede resultar algo complejo y engorroso si nos embarcamos sin rumbo ni piloto. Como Ulises atravesando el mar enfrentado a múltiples peligros y distracciones, muchos nos hemos sentido alguna vez perdidos en las muchas exigencias formales que se piden o en frecuentes aspectos de menor relevancia. Es necesario poner el énfasis en lo fundamental: fijarnos en qué funciona o puede mejorar, cómo dar respuesta a las inquietudes y necesidades de la comunidad educativa, hacia dónde deseamos avanzar y cómo lo queremos hacer.

Contribuir a que la autoevaluación ayude a superar las debilidades encontradas, a que se conviertan en oportunidades de mejora y que fortalezca los aspectos más destacables, es algo que compete a todo el microcosmos de un centro educativo pero también a las personas vinculadas con los servicios educativos incluidos los asesores y asesoras de formación de los centros del profesorado. Es éste un trabajo conjunto en el que la cultura de la cooperación es fundamental.

En definitiva, se trata de (auto) evaluar para mejorar, para progresar, pero también para reflexionar, para, parafraseando a C. Freinet, hacer como el labrador al llegar al extremo del surco, un alto y resoplar, pero también contemplar la labor realizada, sopesar los puntos débiles e intentar corregirlos y, al mismo tiempo, retomar coraje.

Colaborar con propuestas de mejora centradas en el perfeccionamiento del profesorado y ayudar en los planes de formación de los centros docentes son funciones con las que el Centro del Profesorado de Jerez contribuye a esta cultura de la autoevaluación, de la que tampoco se escapa, ya que también realiza su propio proceso de evaluación incluyendo propuestas de mejora y proyecto de formación.

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