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La atención cuidada

La atención cuidada

La atención cuidada

Con cierta sorpresa abrí en las redes sociales este peculiar mensaje del profesor Alfonso Lazo hace varias semanas: “Como seguramente muchos ya conocéis, el pasado día 28 de junio fui elegido miembro de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Un honor para mí y además inesperado. Pero este honor lleva consigo una no menos honrosa obligación: leer un discurso en sesión solemne y pública de la Academia, cosa que me lleva a prepararlo con la máxima atención durante los meses de verano; lo cual significa forzosamente una pausa y una ausencia temporal en facebook, renunciando hasta el otoño a la publicación de mis "Tablillas". Perdonadme, pues, si durante esa pausa de un par de meses y a partir de hoy no contesto a vuestros comentarios; necesito concentrarme. Volveré en septiembre. Un abrazo y feliz verano”.

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Alfonso Lazo es un brillante intelectual que ha sido descrito por el periodista Paco Robles de la manera más exacta: “es la serenidad de la izquierda, la piedad por el débil, el rigor histórico que traspasa los muros de la media memoria histórica, el examen de conciencia que lo aleja de la vanidad, la escritura fluida y transparente, el valor de la libertad y la valentía de enfrentarse con los suyos a costa de que lo tilden —otra novedad— de reaccionario cuando es justo lo contrario”. Y la clave de su mensaje que he reproducido al inicio de estas líneas está en las palabras “máxima atención” y “necesito concentrarme”, aparte de sus educadísimas disculpas por tomarse unas necesarias vacaciones en una de las redes sociales más populares.

Las nuevas tecnologías nos abducen y hacen demasiadas veces que nuestra atención –más que necesaria en determinadas tareas- flaquee. Como ejemplo palmario diremos que ya se sabe que el uso del móvil al volante es la principal causa de accidentes mortales de tráfico. Determinadas tareas necesitan de un plus atencional porque exigen concentración, que no es sino la capacidad que tiene una persona de centralizar su atención de forma mantenida y constante. Y esto sería imposible, por ejemplo, con las distracciones del whatsapp; otra de las aplicaciones de las nuevas tecnologías que nos desconcentran, y cuyo mejor descubrimiento para mí fue el conocer que se puede silenciar a demanda a nuestros contactos para leer los mensajes en el momento oportuno, evitando la tentación de la visualización

inmediata - ¡cuántos de nuestros contactos se desesperan ante la tardanza en contestar! Pero debemos percatarnos de que el problema es del emisor, no nuestro-.

Todas las redes y nuevas tecnologías pueden ser maravillosas, pero con un buen uso y viéndolas como medio, no como fin. Toda vez que las actividades de la vida más gratificantes exigen nuestra máxima atención: el trato personal, la conversación, la lectura, la reflexión, el estudio y la meditación. Pero todas serían llevadas a cabo de modo defectuoso, incompleto o incluso imposible con las distracciones que he mencionado. Y estoy convencido -lo veo en mi profesión a diario- de que el principal problema de hoy en día, especialmente entre las nuevas generaciones -más cuanto más jóvenes sean- es atencional. Bien lo sabe el doctor en Filosofía y Letras Alfonso Lazo.

Todos en alguna ocasión hemos advertido, al levantar la vista de la pantalla, que la vida es, precisamente, lo que ocurre fuera de la misma. No la desperdiciemos a cualquier precio.