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Educación | Psicología

Un buen objetivo vale más que mil palabras

Un buen objetivo vale más que mil palabras

Un buen objetivo vale más que mil palabras / Fille frisée

Cada inicio de año es una oportunidad para corregir nuestros errores y proponernos realizar cambios en nuestra vida que nos ayuden a vivir más y mejor. Sin embargo, en muchas ocasiones no sabemos qué cambiar, cómo cambiarlo o, incluso, si es un buen momento para afrontar algún cambio.

Participar en estas iniciativas es precisamente una de las competencias profesionales del psicólogo. Un experto en Psicología, tras hacer un estudio pormenorizado de la persona que lo solicita y de sus circunstancias, se encuentra en disposición de ayudarle a eliminar aquellas metas que no son apropiadas y seleccionar las metas que pueden mejorar su bienestar, diseñando las estrategias necesarias para poder alcanzarlas. Y es que la Psicología no se dedica sólo a estudiar cómo funciona una mente con alteraciones, sino que principalmente se dedica al estudio de la mente sana. Así, estudiando cómo funciona la mente de las personas felices podemos a enseñar a otras personas con similares características a conseguir su felicidad.

El principio de año es siempre una fecha en la que recibimos una amplia demanda de solicitud en este sentido. Son muchas las personas que reflexionan sobre cómo están viviendo sus vidas, si se encuentran satisfechas con sus trabajos, con sus aficiones, con el tiempo libre del que disfrutan o si realmente están siendo el tipo de persona que quieren ser. Muchas de estas personas quieren mejorar su rendimiento deportivo, quieren aprobar sus oposiciones, desean conseguir un buen rendimiento en su puesto de trabajo para sentirse valiosos o hay quien quiere aumentar su número de amigos para no pasar los largos fines de semana en casa tratando de gestionar esas sensaciones tan desagradables generadas por el aburrimiento y la soledad. En una ocasión, atendimos a una chica joven, a la que lo único que le importaba después de las navidades era encontrar trabajo, estaba triste, deprimida. Todo lo que había en su vida se había vuelto irrelevante: la buena relación de pareja que mantenía, la cercanía y apoyo de su familia, sus amistades o la salud de la que gozaba. En casos como éste, las metas se sobrevaloran, se llegan a magnificar, de forma que se vuelven tan importantes que nada de lo demás nos importa, con lo cual luchar por conseguirlas puede restar mucho más de lo que suma.

Así que, aunque las metas tengan la finalidad de reforzar nuestra autoestima y confianza, pueden, también, provocar un efecto totalmente contrario y generar frustración, tristeza y, en ocasiones, hasta depresión. En este sentido, Overmayer y Seligman, ya en el año 1967, demostraron con investigación animal que cuando los animales fracasaban con frecuencia en conseguir sus objetivos terminaban renunciando a ellos y caían en una especie de apatía y desmotivación. Años más tarde, estos estudios se trasladarían a los seres humanos y distintos equipos de investigación llegaron a demostrar cómo fracasar continuamente en conseguir las metas propuestas podría ser causa de depresión, debido a un efecto llamado indefensión aprendida. Este efecto consistiría en algo así como asumir la creencia de que por mucho que intente conseguir algo no va a servir de nada porque no lo voy a conseguir. Entonces, tratando de llegar a alguna conclusión ¿metas sí o metas no? Desde Psicología Diez, la recomendación es siempre metas, siempre adelante, pero metas alcanzables, metas que de persistir en el esfuerzo dispongamos de una alta posibilidad de conseguirlas y, sólo entonces, podremos plantearnos otras metas que requieran un nuevo esfuerzo. Por ello, cada meta tendría que plantearse de forma personalizada, considerando los principales rasgos de personalidad, el estado emocional y las circunstancias personales de quien tiene que tomar esa decisión.

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