Jerez íntimo

Del cofrade Pedro Guerrero, Anguita y los Gómez

Alfa: La muerte -esa encubierta emulación de otros sordos tormentos- nunca entona el mea culpa. Negra mariposa que sólo conoce y reconoce las posaderas del frío mármol, la muerte actúa a bocajarro, como un obstinado conato de la traición siempre a destiempo. Fluye y confluye en los ambientes endrinos. Luce un rostro socavado de precipicios. La muerte -tan pazpuerca y pavitonta- distribuye su agenda al buen tuntún. Y concurre a veces abusando -despavoridamente- de su connatural don de la ubicuidad. Permanece -¡se hace presente!- a la vez en varios lugares diferentes y asimismo convergentes. Escupe la exudación atmosférica y se remueve a sus anchas por toda la faz del diablo mundo. La muerte no es vida invisible sino consunción y consumación de la nada. Viene a cuento tales cavilaciones porque llega a mis oídos el fallecimiento de ese permanente y vitalista brote de vida que fue -a cada segundo, a cada hálito, a cada pálpito- Miguel Anguita Frías. Jerez de pura jerezanía. La defunción lo ha alcanzado de una sola zancada. Porque Miguel era un correcaminos de la vitalidad más chisposa y más chistosa. Una personalidad única y magistral. Tan acérrimo a la lealtad de sus iguales y tan buen -bonísimo- compañero de tertulias y brindis fraterno. Con Miguel te reías a mandíbula batiente. Esos elegantes y finos golpes de gracia -fruto espontáneo de su humor inteligente- que recapitulaban al instantes todos los códigos escritos de la realidad circundante. Sobresaliente cum laude en ingenio, en capacidad de ingenio, en locuacidad de ingenio. Jamás habló de ningún asomo de tristeza. Alegría a raudales. Match-ball y match play a favor del juego de la felicidad. Anguita se ha marchado esbozando la última de sus sonrisas. Para la posteridad queda la fotografía del solemne posado junto a un repentino repartidor de pizza que nunca había visto con anterioridad. Las surrealistas y geniales cosas de Anguita. ¿Verdad que sí, Miguel Ángel? Beta: No abandonamos el motete de la Parca. Dos muertes concercanas que acaecen en el repente del mismo calendario. Idem per idem. Tras un par de días “ya caminando para el cielo”, según whatsapp de uno de sus hijos, doña Rosario Rodríguez Cárdenas traspasó la implosión de su bondadosa existencia para ver de cerca el parpadeo celeste de la Virgen del Rocío. ¡Qué dos madrazas se han encontrado frente a frente! Eso, entrecomillando el título de la archiconocida película de Jane Wyman y Rock Hudson, sólo el cielo lo sabe. Mis condolencias a los leales y legales hermanos Gómez Rodríguez. Gente de bien, gente de pro, gente de aquí. La esbelta encarnación de la categoría interior. Fortísimo abrazo para Pastora, Rosario, Manuel, María del Carmen, Francisco, Ángela, Salvador, Javier, Mercedes, Jesús, María, Inmaculada e Ignacio. Gamma: Se escribe a propósito de aquello que se quiere. La Hermandad de las Cinco Llagas ha rescatado y sumado para su patrimonio -fruto de una muy generosa donación de la familia Cuesta Romero- el valiosísimo documento original de la bendición personal y que de puño y letra concediera en el año de gracia de 1929 el Papa Pío XI a Pedro Guerrero González, primer hermano mayor, tras su reorganización en 1939, de esta Hermandad y quien desempeñase ejemplar y eficazmente tan digno cargo durante los años que precedieron a la fecha de su primer canto de Santa Misa como sacerdote jesuita. El documento posee una profunda raigambre histórica y emocional para los hermanos de las Llagas -por cuanta admiración y seguimiento se profesa en el seno de la corporación a la vida y obra del Siervo de Dios padre Pedro Guerreo y a su vez por la larga y fructífera vinculación y pertenencia de toda la familia Guerrero González a la nómina de hermanos excelsos de esta cofradía (Ramón y Manuel Guerrero González, Carlos González Rivero…). La bendición de Pío XI fue presentada, debidamente enmarcada, al cuerpo de hermanos durante la celebración del reciente Cabildo General de Salida. ¡Bien por los cofrades del Silencio Blanco!

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