Jerez

El comedor de El Salvador, abierto por vacaciones

  • El centenario comedor social sigue cumpliendo cada día con el almuerzo para los más pobres · En verano hay una ligera disminución de indigentes en el comedor

El sol fríe el pavimento de la céntrica plaza de Ponce de León cuando dan las doce del mediodía, y una fila de personas ya espera a las puertas del comedor de El Salvador. Como todos sabemos, este comedor lleva más de cien años ofreciendo alimento a los más necesitados en la casa-palacio de los Ponce de León. Las encargadas de gestionar y llevar a cabo esta noble labor son las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl, fuertemente apoyadas por distintos grupos de voluntariado y por la solidaridad jerezana en general. En la actualidad, El Salvador proporciona alimento a unas ciento cincuenta familias, que suponen un conjunto de casi seiscientas personas. Las familias suelen recoger la comida en El Salvador para llevársela a casa, servicio que funciona de once a doce de la mañana, al comedor acuden normalmente un mayor número de indigentes.

Una de las hermanas nos recibe en el gran patio de dos galerías porticadas, y tras detallarnos el funcionamiento cotidiano de las instalaciones, nos invita a pasar a la cocina, que lleva toda la mañana en actividad. A las doce y media se abre el comedor, las mesas empiezan a ser ocupadas y cabe destacar el buen ambiente en el que transcurre el almuerzo; gran parte de los comensales son personas sin hogar, cerca de cien, y algunos de ellos se animan a ser retratados por nuestro fotógrafo.

Como son también muchos los necesitados musulmanes, el comedor tiene disponible un menú con variaciones adecuadas a las costumbres alimenticias de éstos.

Además, la Policía Local se asegura de que todo marcha correctamente cada día, con la presencia de una pareja de agentes en El Salvador.

Sor Victoria, responsable del comedor, manifiesta continuamente su sincero agradecimiento a las distintas gentes que colaboran con El Salvador, ya sea con provisiones -hay una lista de despensa disponible para quien desee contribuir-, o directamente en metálico. Se muestra esperanzada al saber de primera mano que hay nuevas generaciones que están concienciadas con las tan necesarias labores benéficas, jóvenes que echan una mano desde la administración, hasta la cocina.

El Salvador cuenta también con un servicio de guardería, donde los más pequeños pueden formar su habitual alboroto, mientras dejan a sus progenitores unos minutos de descanso para almorzar en el comedor o para esperar su turno de recogida.

Las hermanas están sirviendo el almuerzo hasta la una y media, y los que van terminando de comer se despiden afectuosamente de ellas. Para la tarde, reparten leche y galletas, y los domingos y festivos se preparan bocadillos para todos.

Según sor Victoria, en verano notan una ligera disminución de gente que acude al comedor, pero la mayoría de los habituales continúa asistiendo diariamente, ya que estas personas carecen de casi todo. El número de familias inscritas en el comedor va aumentando poco a poco, y es cada fin de mes cuando se produce una mayor afluencia de necesitados a El Salvador, obviamente porque es entonces cuando han agotado el poco dinero que ganan.

Las Hijas de la Caridad de San Vicente Paúl, dignas inquilinas de la casa-palacio de Ponce de León, que les ha sido dada en concesión mientras sigan llevando a cabo su gran labor, nos han hecho saber durante nuestra visita lo enormemente agradecidas que están con la ciudad, y lo queridas que se sienten por ella.

Así decía sor Victoria en otra ocasión: ''cuando no tenemos, pues lo decimos por los medios de comunicación, hermandades o demás personas, y Jerez se vuelca''. Pero no es un trabajo fácil el de las religiosas; algunas de las personas que frecuentan el comedor son drogadictos, otros siguen planes de desintoxicación, y en alguna ocasión se han producido disputas provocadas por conductas violentas.

Las Hermanas de la Caridad llevan más de un siglo dando atención básica de alimentación y ropa a cuantos lo precisan. Es una de las instituciones que mejor conoce las dificultades que atraviesan los sectores olvidados por el resto de la ciudad, y seiscientas personas pueden ratificarlo cada mediodía.

Esperemos todos los jerezanos que el buen hacer de esta congregación prosiga por muchos años, y agradezcamos su gran labor.

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