Jerez

La costa de los mosquitos

Esun título prestado, una vez más. En esta ocasión, corresponde a la magnífica película de Peter Weir en la que el protagonista, Harrison Ford, hastiado de la sociedad consumista que le devoraba en Nueva York, decide irse, con su familia, hasta la jungla de un lejano país tropical.

Nos educan para formar parte de la sociedad que construyeron, la misma que ayudaremos a perpetuarse. En ella nacimos y en ella morirán, casi todos… Aprendemos y crecemos, nos equivocamos o acertamos, vamos cumpliendo años, pasando de la adolescencia a la juventud y luego a una madurez casi siempre ficticia. Nos esforzamos, sufrimos, caemos y nos levantamos, utilizamos, alteramos, mentimos o traicionamos… para 'progresar', lo que hoy se entiende por 'ser feliz'. Cruzamos nuestras vidas con las de otros, por azar o conveniencia, por cariño o soledad, por necesidad o imposición… para alcanzar ese 'bienestar' que, se supone, nos dará el disfrutar del dinero, saborear el poder o recrearnos en el éxito. Puede, no sé, que ocurra así en muchos casos; en muchos otros, desde luego que no.

Cuando comienzas a sentirte extraño en el mundo por el que te han enseñado a luchar; cuando, a pesar de haber alcanzado éxito, dinero y logros -más allá de lo esperado-, que a ojos de ese mundo harían de ti 'un triunfador', pero tú te sientes muy lejos de serlo; cuando, después de intuir, compruebas que ni la escala de valores es la que debiera, ni los peldaños que, de uno en uno, tanto te ha costado subir te han llevado a donde querías; entonces, sin duda, llegó el momento de marchar hacia tu particular costa de los mosquitos.

En la película, organizar la marcha fue fácil: deja su trabajo, vende lo que tiene y, con recursos más que suficientes, se va. Luego llegarán las complicaciones, los problemas y la decepción. En la realidad, como siempre, no ocurre así: irte es lo difícil. Ni se puede dejar un trabajo así como así, ni las cosas se venden cómo y cuándo uno quiere, ni la familia -léase: circunstancia-, suele estar de tu parte; así que tienes que continuar, más que nunca, en la lucha que te agota; adaptar tus tiempos a los que te marcan las cadenas con las que durante tantos años te has estado atando, y asumir que esta batalla, probablemente la última, va resultar bastante más larga y mucho más compleja de lo que habías pensado. Ya habrá tiempo luego de comprobar si aceptaremos de mejor talante las complicaciones que terminarán por llegar, si los problemas que vendrán serán, o no, mayores; o si la decepción volverá a ser nuestra compañera de viaje. Una cosa es cierta, seguir como estábamos no es una opción.

Mientras sigues peleando por lograr lo que ahora quieres, te vas dando cuenta de lo siniestra que puede llegar a ser la burbuja que a tu pesar te retiene. Sus paredes, las de la burbuja, son tanto más gruesas -más difíciles de romper- cuánto más necesitas, y muchas, muchísimas, son las necesidades que nuestra sociedad nos impone haciéndonos creer que son tales.

Comprendes entonces que, si de verdad alguna vez quieres llegar a quebrar esos barrotes que te retienen, a derribar esas paredes, dejarlas atrás y quedar libre para decidir, realmente, por ti mismo, has de prescindir primero de muchas cosas: tienes que despojarte, cueste lo que cueste, del pesado saco de supuestas necesidades que inevitablemente lastran tu empeño. No hay alternativa factible, o lo uno o lo otro.

Siempre he dicho, y lo mantengo, que la ilusión por algo o alguien es la gasolina que alimenta el motor de nuestras vidas. Tenerla, es querer, y querer es poder. En el caso que nos ocupa, el objeto de nuestra ilusión debemos ser nosotros mismos, porque tenemos el derecho, y diría que hasta la obligación, de intentar, hasta el final, cambiar lo que no nos gusta e ir en busca de lo que nos complace, prescindir de lo innecesario y valorar lo que si lo es, dejar atrás lo que nos daña, querer a quien queremos y olvidar a quien no nos quiere, batallar por esos tiempos de felicidad que sólo la ilusión de una ilusión puede regalarnos… en la costa de los mosquitos, tal vez.

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