El deber de la lectura

El deber de la lectura.
El deber de la lectura.
Ramón Clavijo Provencio y José López Romero

17 de octubre 2025 - 06:30

Leer ya no es un placer solitario. Se ha convertido en un gesto público, medible y, paradójicamente, obligado. Según el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2024, el 75,3% de los jóvenes entre 14 y 24 años lee libros en su tiempo libre. Pero detrás de estos números surge una pregunta incómoda: ¿leen por gusto, por hábito o por la necesidad u obsesión de que los demás vean que leen?

La literatura, antaño refugio de unos pocos, ha pasado a ser un escaparate. La lectura se exhibe, se mide y se vende como una marca de identidad: la foto en la cafetería, la novela en la portada de Instagram, el comentario culto en un hilo de Twitter. Lo que antes era un ejercicio de pasión silenciosa, de constancia íntima, hoy se ha transformado en un acto performativo. La frase Todo el mundo quiere haber leído y nadie quiere leer nunca fue tan cierta. La gente está tan preocupada porque los demás vean que disfrutan de sus aficiones que uno se pregunta si realmente las disfrutan o si es la validación externa lo que les hace sentirse gratificados. Para quienes amamos los libros, esta dinámica resulta inquietante: la lectura deja de ser un refugio para convertirse en un medidor social tan ficticio y engañoso como las propias redes sociales.

El auge de los audiolibros y las aplicaciones de lectura rápida refleja esta obsesión por la productividad. Todo se mide: palabras por minuto, libros por año, “logros culturales” como si fueran pasos en un reloj de fitness. La literatura ha entrado en la esfera del consumo instantáneo, y con ello se ha erosionado su dimensión más profunda: la de ser un espacio de pensamiento autónomo y de libertad.

Salir de casa con un libro, sentarse en una cafetería con un cuaderno, leer poesía frente al mar… Estos actos, que antes eran gestos de cuidado personal y cultivo del espíritu, ahora pueden parecer pedantes. Y sin embargo, constituyen la forma más auténtica de resistencia contra la banalización del tiempo y del placer. La lectura no es una mercancía, ni un logro social, ni un post que buscará "likes". Leer es un acto de presencia, una pausa en la exigencia constante de ser productivo.

Quizás quienes amamos las letras hemos estado demasiado ocupados leyendo para notar cómo nuestra pasión se convertía en moda. Pero aún podemos recuperar su sentido original: abrir un libro para nosotros mismos, sin testigos, sin métricas, sin exhibicionismo. Leer como quien respira, como quien se reconcilia con la vida, con la memoria y con la soledad. Leer como quien recuerda que lo humano, en su raíz más honda, está hecho de palabras. Manuela Almodóvar

Un hijo, un árbol y una...novela negra

Hace pocos años, Pierre Lemaitre publicaba ‘Diccionario apasionado de la novela negra’ (Salamandra, 2021), donde de manera singular nos daba una visión del subgénero literario que desde hace algún tiempo capta la atención mayoritaria de lectores y curiosos (aunque habría que preguntarse cuándo no lo hizo). Y este éxito ha ido en aumento hasta el punto de que la frase de autoría discutida “para que te lean hay que meter al menos un cadáver entre las páginas” puede ser un buen resumen de lo que está sucediendo. En la pasada Feria del Libro de Jerez un conocido me decía que tenía una novela negra que quería publicar en la que el protagonista se llamaba Borsalino. Le comenté que ya en los años 50 Jean Paul Belmondo había protagonizado una película del mismo nombre dirigida por Jacques Deray y basada en la novela ‘Bandidos de Marsella’ de Eugene Saccomano; también que Juan Marsé publicó en fechas no muy lejanas una novela policíaca juvenil a cuyo protagonista llamó Borsalino (‘El detective Lucas Borsalino’, 2012), todo esto bajo los murmullos del numeroso público que acudía a la presentación del último libro de Carmen Mola (cuyos autores son lo más granado de esa novela negra que de tan inclinada a la casquería se sale de los que apreciamos la calidad por encima de las salpicaduras de sangre). En definitiva, el mencionado género vive días felices aupado por grandes autores como James Kestrell, Rosa Ribas, Leonardo Padura, entre otros muchos de los más recientes, pero cada vez más empañados también por autores que desvirtúan las señas de identidad del género y por otros muchos que se lanzan a escribir su novela negra sin haber leído gran cosa de o sobre ella (... hay que meter al menos un cadáver entre las páginas), retorciendo hasta el límite aquella otra frase sobre las prioridades en nuestro fugaz paso por la vida, donde al parecer ahora además de tener un hijo y plantar un árbol hay que escribir... una novela negra. Ramón Clavijo Provencio

Reseñas

Palomita blanca

Enrique Lafourcade. Zig-Zag, 2016

En ‘Nocturno de Chile’, novela de R. Bolaños, el protagonista, el cura Sebastián Urrutia, comenta que cuando se publicó ‘Palomita blanca’ le hizo una buena crítica, “casi una glosa triunfal, aunque en el fondo sabía que era una novelita que no valía nada”. Y páginas más adelante se recrea una conversación entre el mismo cura y el general Pinochet, en la que este comenta: “…leo incluso novela. La última fue ‘Palomita blanca’, de Lafourcade, una novela de talante francamente juvenil”. Y ante los elogios del cura, el general sentencia: “tampoco es para tanto”. Y así es. Una novela de amores juveniles y que desde su publicación en 1971 es lectura obligatoria de estudiantes. Aunque no es para tanto. J.L.R.

Palomita blanca.
Palomita blanca.

Para morir iguales

Rafael Reig. Tusquets, 2018

Desde hace ya unos buenos años está apareciendo una serie de novelas en nuestro panorama literario español que pueden ir formando tendencia; en este caso, la revitalización del género picaresco. Pedro Ochoa, el protagonista-narrador, como así el Antonio Escribano de ‘El azar y viceversa’ de F. Benítez Reyes, es un nuevo pícaro, educado en un orfanato dirigido por monjas, donde se hace amigo de Escurín, otro huérfano. Pero la suerte parece que juega a su favor cuando sus abuelos lo reclaman para darle al niño un “gran porvenir”. Con la ironía propia del género, y con momentos realmente graciosos, Reig nos ofrece un cuadro muy interesante de la sociedad española de la transición. J.L.R.

Para morir iguales.
Para morir iguales.

Catedrales

Claudia Piñeiro, Alfaguara, 2021

No es esta la última novela de la aclamada escritora argentina, pero mientras aún espera en el estante de mi biblioteca destinado a los libros aún por leer ‘La muerte ajena’, he creído oportuno detenerme en ‘Catedrales’, y lo hago por dos razones: porque son ya doce las ediciones de la novela desde su presentación en 2021, lo que la mantiene viva y de actualidad, y por su indudable calidad literaria y fuerza dramática, lo que no siempre es sinónimo de éxito popular. El descubrimiento del cadáver de una chica cruelmente asesinada es el detonante brutal con el que la autora nos lleva, desde la perspectiva de siete personajes relacionados con Ana, la chica asesinada, a recomponer el rompecabezas del porqué de aquel hecho. Una novela que más allá del hecho criminal ahonda con solvencia en cuestiones como la religión, los fanatismos, el sentido de la vida… R.C.P.

Catedrales.
Catedrales.

Presentes

Paco Cerdá. Alfaguara, 2024

Merecido reconocimiento a Paco Cerdá por este libro que ya comentamos hace meses y que hoy está justificado al serle concedido el Nacional de Narrativa 2025. De breve pero espléndida carrera literaria de la que son muestras ‘El peón’ donde rememora la partida de ajedrez olvidada entre el español Arturo Pomar y el norteamericano Fisher; ‘Los últimos’ , un viaje a la llamada Laponia española en la serranía celtibérica o ‘14 de abril’. En ‘Presentes’ se detiene en un hecho extraño: el traslado de los restos de José Antonio Primo de Rivera desde Alicante, donde fue fusilado, a Madrid. El extraño cortejo recorrerá cientos de kilómetros con el féretro a hombros de sus fieles, en una España en ruinas donde oficialmente la guerra ha terminado, aunque esta parece seguir de una manera soterrada y no menos terrible. R.C.P.

Presentes.
Presentes.
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