Medio Ambiente

La doble cara de los parques públicos

  • Jerez continúa sin un modelo claro de política medioambiental y sus instalaciones siguen a la deriva

 De un tiempo a esta parte, los jerezanos se han acostumbrado a convivir con unos parques públicos con continuas carencias. Suciedad,  falta de riego, falta de mantenimiento... El paso del tiempo no ha hecho sino agravar un problema que con la llegada del verano vuelve a ser actualidad. 

Estas fechas se presentan como una oportunidad única para disfrutar de ellos, como ocurre en muchas localidades españolas que aprovechan las horas de fresco para pasear y gozar de lugares como estos, en los que la charla, la lectura o simplemente un paseo entre naturaleza suponen un remedio eficaz contra el aburrimiento o el estrés de nuestra sociedad.

En Jerez, al contrario de lo que ocurre en otros puntos cercanos, los parques, este concepto ha quedado en segundo plano hasta el punto de que zonas que antaño se concebían como un punto de encuentro de la ciudadanía se han convertido en auténticas jaulas o espacios cuya funcionalidad no corresponde con la que inicialmente fueron creados. 

Toda esta problemática nos lleva a un punto de ambigüedad, a una tierra de nadie, que choca frontalmente contra la concepción de otras localidades vecinas, que tienen clarísimo lo que quieren y hacia dónde van en su política medioambiental.

El primer problema con el que tienen que lidiar los jerezanos, siempre hablando de parques públicos y jardines, es el horario. Lo que en otras ciudades como Sevilla, por poner un ejemplo, se concibe como algo natural, es decir, ampliar el horario de apertura de los parques en el periodo estival, en Jerez esta concepción queda a expensas de la política de recortes municipal, centrada más en el ahorro que en el propio ciudadano.    

Así, numerosos jerezanos  han mostrado su malestar por una decisión municipal que les impide aprovechar las tardes en este tipo de parajes, sobre todo si tenemos en cuenta que en esta época del año en la ciudad, pasear como tal sólo puede hacerse a partir de las ocho si uno no quiere derretirse.

Cerrados existen en la ciudad cuatro parques, el González Hontoria, el Jardín Escénico, el parque Williams y el parque de Vallesequillo. Sobre el papel, todos han ampliado el horario con la llegada del verano, pues de las ocho de la tarde se ha pasado a las diez de la noche. Sin embargo, la realidad es otra, y en muchos casos, según apuntan algunos vecinos, el cierre se produce antes de la hora prevista. Además, la mayoría carece de una información clara, ya que en lugares como el González Hontoria, los horarios aparecen por duplicado y con doble hora, ya que no han retirado los carteles de invierno. En otros, como el Jardín Escénico esta información induce al error al haber una hora y encima, con un bolígrafo rojo, tapado el número, con lo cual no se entiende si el cierre es a las 20 horas o a las 22.   

Pero no es el problema de horario el único inconveniente de los ciudadanos.  La mayoría de ellos aprueba la limpieza, si bien es verdad que en muchos casos insisten en la demora en la recolección de las mismas, un factor que se respira en otros escenarios de la ciudad.

Otra de las quejas más incesantes es la del estado de conservación de las zonas verdes. La falta de riego y el descuido de muchas de ellas impide que el césped luzca como debiera. La política que llevan a cabo Elsan y Gesser, las dos empresas concesionarias para los jardines en la ciudad, es irregular, si nos ceñimos a las zonas verdes, y el resultado, como ocurre en el parque de Vallesequillo es una zona mayoritariamente verde y en el mismo parque una totalmente quemada.

Esta circunstancia, la del césped, es visible en todos y cada uno de los parques, pues pocos hay en los que las instalaciones puedan presumir de una zona verde envidiable. No obstante, el estado de determinadas zonas es preocupante y da una clara sensación de abandono. 

 El caso más lamentable es el que afecta al Parque de la Plata. La insistencia de sus vecinos hizo que recientemente se acometieran las obras de limpieza del lago, que ha sido pintado y adecentado. Sin embargo, no ocurre lo mismo con el césped, quemado en su totalidad. “Llevamos tiempo quejándonos pero lo han dejado, no lo riegan y se ha quemado”, explica Antonio, presidente de la asociación de vecinos. 

Algo parecido ocurre en la Laguna de Torrox, cuyos vecinos se quejan de la falta de limpieza en lo que se refiere al matorral y maleza. El miedo a posibles incendios, como ocurrió el pasado lunes en la zona contigua a la Pradera Hípica (otra parte completamente descuidada, sobre todo en las zonas colindantes al picadero descubierto), donde salieron ardiendo matorrales secos, es la principal inquietud de los ciudadanos.

En muchas casos, esta situación es producto de un comportamiento incívico por parte de algunos, como ocurre con los parques en los que el botellón hace acto de presencia, por ejemplo el parque Sandeman.

La falta de agua se hace patente también en las distintas fuentes que conforman algunos parques públicos. Tanto en El Retiro, el Jardín Escénico o en el Parque Williams, por poner un ejemplo, las fuentes han pasado a ser meros elementos decorativos, sin funcionalidad ninguna.  

De cualquier forma, otro gran problema de los parques, sobre todo a nivel de césped, es la falta de civismo de algunos propietarios de mascotas. Bien es verdad que en los últimos tiempos, gran parte de los ciudadanos han asumido como tarea fundamental recoger los excrementos de los animales. No obstante, continúa existiendo un buen número de ellos que son reacios, pese al riesgo de sanción a la que pueden ser sometidos. Así, muchos parques son un auténtico ‘campo de minas’, pues la política de duras sanciones presentada por Medio Ambiente hace unos meses apenas ha tenido su efecto.

A ello hay que unir la falta de limpieza, como ocurre en el González Hontoria, donde apenas se encuentran papeleras y las que hay se llevan semanas sin ser recogidas, una circunstancia que crispa a los pocos que todavía se dignan a recoger los excrementos de sus mascotas.

Precisamente este último enclave es motivo de discurso entre muchos ciudadanos. Para muchos, su uso es mínimo para las posibilidades que presenta. Tanto es así que lo que otrora era utilizado incluso como zona deportiva ha pasado a ser un desierto en el que los deshechos de la feria aún se hacen notar en el albero. Andar por allí es arriesgado y si vas con niños, más aún. 

 Menos problemas presentan, en la mayoría de parques, las zonas destinadas a los más pequeños. La tónica general es positiva, y afortunadamente, los niños pueden disfrutar de ellas. 

Sea como fuere, lo cierto es que a día de hoy la ciudad sigue sin tener claro su modelo medioambiental y mientras en otros puntos de Andalucía parques o carriles bicis se han convertido en parte fundamental de la vida cotidiana, en la vida cotidiana de Jerez sólo existen cerramientos y sinsentidos.

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