Jerez

Una emoción levantada a pulso

  • Las palabras del pregonero, nacidas de su propia experiencia como cofrade y cargador, tocaron los sentimientos tanto del público como del propio protagonista que tuvo que sobreponerse en varios momentos

José Ignacio García Pomar, que va desde hace años bajo el paso de La Cena, cargaba ayer con otra enorme responsabilidad como era la de anunciar la Semana Santa de Jerez, una tarea de la que, a tenor de los comentarios oídos tras su pregón, salió más que airoso, porque supo levantar los sentimientos a pulso, sin más ayuda que la de su propia experiencia, sus recuerdos y su fe. Fue un discurso con el que se emocionó en ciertos momentos -para lo que siempre encontró el alivio de un trago de agua en vasito de plata- y que emocionó provocando aplausos a cada poco entre el público que llenó casi por completo el Teatro Villamarta.

Sobre el escenario, adornado con varios centros de calas blancas, le esperaban la antigua Cruz de Guía de su hermandad, iluminada por cuatro faroles pertenecientes al paso de palio de la Virgen de La Paz. También presidía el acto el cuadro de la Virgen de La Merced, patrona de la ciudad, y el repostero con el escudo de la Unión de hermandades. En esta ocasión sólo acompañaron al pregonero en las tablas el presentador, que fue su tío el sacerdote jesuita Fernando García Gutiérrez; la alcaldesa María José García-Pelayo, el obispo José Mazuelos y el presidente de la Unión de hermandades, Pedro Pérez Rodríguez.

Como es costumbre, el acompañamiento musical corrió a cargo de la Banda Municipal de Música, dirigida por Francisco Orellana, que interpretó, por petición del propio José Ignacio, las marchas 'Soledad' con la que se inició el acto, 'Cristo de la Lanzada' y 'Corpus Christi'.

Pero todo esto tuvo un preludio que comenzó a las nueve y media de la mañana, en la iglesia de San Marcos, como no podía ser menos. Allí, el pregonero, acompañado de su familia, allegados y el consejo directivo de la Unión de Hermandades, escuchó misa oficiada por su amigo el sacerdote Enrique Soler. La primera lectura corrió a cargo de otro pregonero, Enrique Víctor de Mora Quirós y la segunda de Daniel Romero.

Y tras haber confortado el espíritu, un paseo hasta la plaza de Peones donde, en un bar, también hubo tiempo para alimentar el cuerpo tomando un buen desayuno. Una tradición pese a que los nervios no levantaran precisamente el apetito. A su llegada al Villamarta, el teatro ya estaba a tope, algo más digno aún de tener en cuenta porque todo el mundo había pagado su entrada con carácter benéfico para Cáritas. También hay que decir que, tras una víspera lluviosa, la mañana del pregón lució espléndida, algo que contribuyó a darle aún más brillantez al acto.

Tras haber finalizado el pregón y abrazado a su mujer, su hija y todos los que le quieren, José Ignacio reconoció que "ha habido momentos en los que los nervios me han traicionado. Me he emocionado, pero me ha ayudado muchísimo el aplauso del público y tiré para adelante". Pero para él, lo más importante al recordar a tantas personas de 'su' Semana Santa, fue dejar claro que "no somos más que eslabones en una cadena que todos debemos continuar".

Una vez fuera del Villamarta, en la plaza Romero Martínez, todo volvieron a ser de nuevo parabienes al haber ofrecido un pregón tan personal, en el sentido de que fue el fruto de una realidad que ha venido viviendo a lo largo de todos estos años.

Por primera vez además, estos parabienes pudieron ser acompañados brindando con las copas de jerez que sirvieron a los asistentes, así como un programa de la próxima Semana Santa, para la que ya sólo quedan seis días.

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