Jerez

La estación sin Ley

  • Los empleados de la estación de autobuses vuelven a manifestar la falta de vigilancia en las instalaciones tras dos altercados en apenas 14 días, un problema que se une al del mal estado del recinto

La falta de seguridad con la que actualmente cuenta la estación de autobuses ha vuelto a ponerse de manifiesto en apenas dos semanas, a raíz de dos incidentes que, a pesar de no llegar a mayores, demuestran que las quejas vertidas desde hace meses por los empleados de la estación no es una cuestión baladí.

Y es que, causa perplejidad que en unas instalaciones por las que pasan aproximadamente unas 1.500 personas al día, no haya a lo largo de toda la jornada una mínima presencia policial o, al menos, de seguridad privada. Desde luego, la primera impresión que se llevarán los visitantes es que llegan a una ciudad dejada de la mano de Dios.

Es por eso que los empleados manifiestan sentirse “desprotegidos”, ya que desde que abren las puertas a las 6 de la mañana hasta que las cierran pasada la media noche, pasan los días prácticamente solos. Así, de los turnos de vigilantes que había mañana, tarde y noche, señalan que “ahora de vez en cuando viene una pareja de policías locales, pero están muy poco tiempo por aquí. De hecho, el otro día llegaron unos a las nueve y al rato ya los estaban mandando para otro lado”.

Es por ello que se han visto obligados a habilitar un cuarto en lo que antiguamente era la consigna –ya no funciona como tal porque no hay un escáner que explore las maletas– para poderse refugiar en caso de fuerza mayor. Y es que, a una trabajadora, en su día, ya le pusieron una navaja en el cuello.

El último incidente se produjo hace unos días, cuando un usuario de los servicios fue asaltado por sorpresa por un individuo que intentó arrancarle del cuello unas cadenas de oro. Finalmente, el ladrón pudo ser cazado a la altura de la glorieta del Minotauro.

Como se puede comprobar dando una pequeña vuelta por la estación, las medidas de seguridad son escasas debido, en gran medida, al mal estado que presentan las instalaciones. Existen cámaras de seguridad, “pero no son gran cosa”, señalan los empleados, sobre todo, porque en donde más incidentes hay, que es en los servicios, no se pueden colocar para preservar la intimidad de los usuarios.

En los andenes no es raro que los mendigos aparezcan para pedir el típico euro. “La gente se queja de que les vienen a pedir y nos dicen que llamemos al vigilante, pero claro, a quién vamos a llamar”, lamentan.

Seguimos la ronda. Las ventanas de los servicios no pueden cerrarse porque se encuentran en mal estado, lo que permite que, desde el exterior, cualquiera con un poco de agilidad pueda pegar un pequeño salto para acceder a la ventana y, de ahí, colarse en los servicios. No sería la primera vez que los empleados se encontraran a alguien en este lugar a las seis de la mañana, según relatan. Muchos de los pestillos de las puertas están rotos, las de acceso al sótano tampoco tienen cerradura y faltan extintores en el lugar donde en teoría tendrían que estar colocados.

El que la puerta de acceso de los autobuses a los andenes no se pueda cerrar, tampoco ayuda a evitar el que se pueda colar alguien por las noches. Los empleados se ven obligados a sujetar el portón con dos trozos de losas que, sin embargo, nada pueden hacer si se le pega un pequeño empujón.

Todo esto favorece el que la estación se haya convertido en lugar de peregrinaje para muchos vagabundos que aprovechan esta falta de vigilancia para utilizar las instalaciones. En uno de los laterales de la estación, junto a una puerta de cristal, se pueden ver varios cartones tirados por el suelo que dan muestra de que el lugar es utilizado para dormir. El fuerte olor a orina se hace también presente en esta zona, mientras que el cristal de la puerta, además, luce roto, seguramente por una patada efectuada con la intención de intentar acceder al interior. “Aquí hay hasta pulgones, es un foco de infección”, lamentan los empleados.

Sin embargo, el mayor problema que se vive en la estación es el relacionado con aquellos que buscan mantener contactos sexuales de tipo homosexual en el interior de los servicios, un problema que también existía en las antiguas instalaciones de Madre de Dios, si bien se mitigaban por la vigilancia que sí había entonces.

Los empleados señalan que es un problema diario. “Son varios los que rondan por aquí. Suelen venir por la tarde, aunque otros vienen por la mañana y de aquí prácticamente no se mueven en todo el día”, afirma uno de los trabajadores de la estación, que indica que los perfiles varían. “Los hay desde los 30 y tantos hasta los 50”. Algunos, señalan, “se quedan enfrente, en la plaza, esperando a ver si encuentran a alguien que les guste, mientras que otros tienen una ruta preconcebida. De los servicios al andén, de ahí a la entrada y de allí, a los cercanos servicios de la estación de ferrocarriles”, si bien allí suelen tener más problemas porque en estas instalaciones sí hay vigilancia privada.

En el tiempo que estamos en la estación, y a pesar de lo temprano, poco más de las 11 de la mañana, aparece una de estas personas. Los empleados los conocen a todos y cada uno tiene su apodo. Por su indumentaria no llama la atención. Luce bien arreglado, con camisa, pantalones largos de color beige, sandalias y amplias gafas de sol. Sin embargo, le delata la manera en la que espera en el andén buscando una mirada cómplice mientras lee el periódico o cuando sigue su paseo por el resto de la estación.

Los empleados señalan que algunos son recatados, aunque otros, directamente, entran al servicio detrás de la persona que les haya gustado para indicarles con gestos lo que buscan. Si alguno viene buscando lo mismo, accede. Otros usuarios se sienten ofendidos y se van sin más. El problema viene cuando otros reaccionan violentamente ante esos gestos o cuando, directamente, son menores de edad. Es lo que ocurrió hace tres semanas, cuando una de estas personas intentó abusar de un joven de 17 años. La cosa acabó en pelea, con el chaval pegándole un puñetazo en la nariz a este individuo en pleno vestíbulo de la estación y con la rotura de un cristal de la puerta de entrada. Todo un espectáculo y una desagradable bienvenida para aquellos turistas que llegaban a Jerez en autobús.

De momento, el tiempo pasa. Los empleados se jactan que ya han mandado decenas de escritos al Ayuntamiento y que no han recibido respuestas. CGT ya ha movido ficha y ha denunciado en la Inspección de Trabajo todas las carencias que existen en las instalaciones.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios