Jerez

La familia en la Literatura Infantil (y II)

LA semana pasada comenzamos un paseo (discreto y sin pretensiones) por la presencia de las familias en la Literatura Infantil y Juvenil. Quiero con ello mostrar su variedad de enfoques, de composición y la función que tiene de proyectar en los pequeños y jóvenes lectores esa diversidad, tanto para permitirles su identificación, hacerles ver que sea cual sea su caso están dentro de unos planteamientos en los que poder desarrollarse en igualdad a los demás, sin tener que sentirse bicho raro, como para no tener que añadir más complejos que los que sus particularidades les hagan vivir.

Por un lado, están los casos en que se muestran modelos de forma directa como ejemplos positivos: "Los robinsones suizos", "Mujercitas", o los que traemos hoy de Cailou y Laura, como modelo tradicional; "Jane Eire" o "Blancanieves", como modelos alternativos. Y por otro lado "Cenicienta" o "La Bella Durmiente" (en la versión larga la abuela ogresa pretende comerse a sus nietos), como modelos negativos o críticos con la composición estándar. No olvidemos, como tremendos, los casos de "Hansel y Gretel" y "Pulgarcito" (padres que abandonan a sus hijos por no poder darles de comer, ogro que se come a sus hijas,ý), donde la idea de familia hay que recomponerla después de sufrirla.

Pero vayamos a las situaciones simbólicas, elemento fundamental en la tradición oral y en toda la literatura en general, en la infantil en particular. A nadie escapa que "Los Mimpis" de Roald Dahl son una familia, que lo son "Los Batautos" de Consuelo Armijo o que, a su modo, lo son Donald con su novia Daisy y con sus tres sobrinos, y estamos hablando del conservador Walt Disney.

Lo son "Los Mumin" (en la ilustración) de Tove Jansson y han servido para que varias generaciones de niños y niñas hayan podido identificar a miembros de su familia, fuera cual fuera, con algunos de estos personajes.

A estas alturas de las investigaciones en psicología evolutiva y pedagogía, la prohibición en EEUU de fórmulas modelo como la de Epi y Blas se oponen al principio de interpretación simbólica por parte de los menores, creen que de todo se saca una lectura literal llena de las connotaciones que los censores son los único que las ven. ¡Qué peligro! Claro, serán los mismos que dicen que los fósiles son de antesdeayer y que Darwin no demostró nada.

Pero lo más extraño es que unas jerarquías ataquen algo que sus bases tienen muy bien asimilado y encajado. Y si no lean "¿De vacaciones en México?", quién lo escribió, dónde trabajaba y quién lo publicó.

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