Jerez

Unos 1.000 fumadores intentan dejar el hábito con apoyo médico

  • Más de un 30% sigue sin consumir tabaco un año después de la terapia · Las unidades de deshabituación de los centros de salud ofrecen atención individualizada y en grupo

Alrededor de 1.000 fumadores intentan en la actualidad dejar el hábito en las unidades antitabaco con las que cuentan todos los centros de salud del distrito sanitario Jerez-Costa Noreste. Estas terapias, a cargo de un médico y un enfermero, se ofrecen en los centros de Atención Primaria desde 2006 y comprenden tanto una atención individualizada como de grupo, en función de la propia decisión del usuario y del criterio terapéutico. Hombre de 45 años, con un nivel cultural medio, y sobre todo, con incipientes problemas de salud que empiezan a preocuparle es el perfil del fumador que decide asistir a estas terapias, donde no sólo se intenta que dejen de fumar sino que se hace promoción de la salud, aconsejando una alimentación sana, ejercicio y cualquier otra actividad que persiga una mayor calidad de vida.

Josefa Rojas, técnico de la Unidad de Apoyo al Tratamiento del Tabaquismo, asegura que para los hombres acaba siendo más fácil tomar la decisión de dejar el tabaco, porque generalmente lo relacionan con un consumo social, mientras que las mujeres lo asocian a situaciones emocionales.

Además de los centros de salud también el hospital dispone de una unidad de tabaquismo, hasta el momento para terapias individualizadas aunque en un plazo breve de tiempo incluirá asimismo terapias de grupo, que posiblemente se llevarán a cabo los viernes por la tarde.

Rojas mantiene que la demanda ha ido en aumento y que el porcentaje de abandono del tabaco, gracias a estas terapias, está entre un 30 y un 40%, teniendo en cuenta que se considera ex fumador a la persona que no ha consumido tabaco en el último año. No obstante, Rojas explica que es fundamental que el fumador quiera dejarlo de forma seria, porque la terapia ayuda pero siempre que se tenga la determinación de abandonar el tabaco. "Después de cinco semanas de terapia la mayoría deja de fumar y posteriormente les hacemos un seguimiento".

Se evita además que no haya listas de espera porque "es importante captar a la persona cuando está motivada, y esa situación puede cambiar en unos días", mantiene Rojas. En la terapia se intenta en primer lugar acabar con falsas expectativas, y también desterrar muchas ideas erróneas que los fumadores ponen de manifiesto cuando se les pregunta, como por ejemplo que el tabaco sirve para calmar los nervios. "Con lo que llamamos entrevistas motivacionales, les damos alternativas de forma que ellos se den cuenta que la relajación o el estrés se produce tanto entre fumadores como no fumadores". También se les encarga a los pacientes tareas y se marca objetivos que se comprometen a cumplir como la reducción del consumo un 30% la primera semana y así sucesivamente. Otra alternativa es ir cambiando hacia marcas con menos nicotina, aunque la mayor parte prefiere la opción de reducir el consumo con sus propios cigarrillos.

Son muy pocos, según dice Rojas, los que optan por dejar el tabaco de un día para otro, "aunque si alguien quiere dejarlo de forma radical no le quitamos las ganas. Normalmente todo el mundo prefiere que sea de forma gradual, pero, eso sí, debe ser sin exceder el plazo de cuatro o cinco semanas, porque si alargamos este plazo, también alargamos los síntomas que produce el síndrome de abstinencia como la ansiedad, el insomnio o la irritabilidad". Por ello pasadas estas semanas se fija un día D para dejar de fumar totalmente "porque nuestro objetivo no es la reducción sino el abandono completo del tabaco".

En las terapias se ofrece a los que puedan precisarlo ayuda farmacológica (parches o pastillas) aunque ésta siempre debe ser bajo receta médica para evitar que pueda interferir con otros tratamientos. No obstante, Rojas advierte que no hay ninguna medicación milagrosa para dejar de fumar y en último término, el esfuerzo personal es determinante. Son además tratamientos caros, que no son financiados por la Seguridad Social, lo que hace desistir de su uso. "Nosotros pensamos que debían ser medicamentos financiados, como pueden ser los de la hipertensión o los de cualquier otra patología, pero también es cierto que su coste puede ser inferior al gasto que se hace en tabaco". Ese es precisamente uno de los ejercicios en los que se incide: que el fumador calcule lo que se ahorraría si no fumase, cantidades en muchos casos considerables.

A modo de conclusión, Rojas afirma que "tenemos éxitos importantes, pero todos los sanitarios estamos de acuerdo en que se endurezca la ley, que no se pueda fumar en ningún lugar público".

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