Jerez

El gran reto del viñedo histórico del jerez

  • Todo está por hacer para el desarrollo turístico de la campiña, principal objetivo del plan del viñedo de la provincia. El coordinador del plan apunta que lo primero es parar la destrucción del patrimonio y sacarlo de su abandono.

Detente caminante en tu sendero

y tiende la mirada a lontananza, cuanto enredor de ti la vista

alcanza,/

envidia ha sido y es, del orbe     

entero. /

Solo Dios con su gracia y su                clemencia,/

pudo dar a Jerez esta campiña,  

ese mar, este cielo y esta viña,

orgullo de la humana inteligencia.

Esperanza es su nombre y se me

alcanza,/

que ha tiempo que trocose de

'esperanza',/

en una realidad bella y notoria.

Tan única y fecunda hacerla quiso, que arrancarla debió del paraíso, diciéndole a Jerez ¡Ahí va la gloria!.

Este soneto forma parte del impresionante panel cerámico que saluda al caminante desde el porche de la viña 'La Esperanza', en el pago Balbaina, vestigio de los tiempos de esplendor que vivió la campiña jerezana y el sector del vino a mediados del siglo XIX, cuando se construyó el caserío, posteriormente renovado y ampliado en 1935 por José de Soto Abad, al que van dedicados estos versos.

Pero la viña 'La Esperanza' también es un claro ejemplo de la decadencia y el estado de abandono del patrimonio que se dispersa por la campiña jerezana. Su privilegiado emplazamiento, desde el que antes se divisaba un manto de viñas con la ciudad de Jerez al fondo, es ahora un islote de viñedo que aún se mantiene en producción, aunque salpicado por los molinos de viento del parque eólico que se intercala entre sus cepas. Lo que parecía salido del paraíso ha perdido gran parte de su encanto.

Por los distintos pagos históricos del jerez, las calvas de tierras baldías ocupan gran parte del espacio que antaño abarrotaban las viñas, antes de los estragos del copioso arranque en que desencadenó la larga crisis del sector. Pero aún quedan rincones que guardan el sabor de aquellos tiempos gloriosos, espacios que invitan a pensar que hay margen para extender a la viña la ruta del vino de Jerez, hasta ahora reservada a sus bodegas del casco histórico.

El coordinador del plan del viñedo de la provincia, Rafael Martín, recorre en estos días muchos de estos rincones, unos mejor conservados que otros, de la mano de viñistas y bodegueros del Marco de Jerez y de la Tierra de Cádiz.

El reconocimiento del terreno tras la ronda de contactos con todos los operadores del sector para conocer sus inquietudes y propuestas forma parte de la primera fase del plan, la del diagnóstico, que Martín espera tener cerrada antes de finales de año. A partir de enero, el responsable de la Junta se sumergirá en la segunda fase, la de las reuniones con los ayuntamientos en las que tratarán de identificar las medidas públicas necesarias para impulsar la oferta enoturística vinculada al viñedo.

Pero tal y como ha podido constatar Martín en sus visitas a los pagos históricos del jerez, que ocupan siete de las ocho mil hectáreas  del ámbito de actuación del plan -el otro millar se reparte a partes iguales entre los vinos de la Tierra de Cádiz y las superficie de viñedo no adscrita a ninguna denominación de origen ni indicación geográfica- es que todo está por hacer. La principal conclusión que extrae el también jefe del servicio de Promoción Rural de la Consejería de Agricultura es que "el negocio turístico de la viña de Jerez no sólo no existe, sino que está muy lejos de ser una realidad". No en vano, Martín recuerda que Jerez le dio la espalda a la viña y ahora hay que hacer mucho trabajo para recuperar el paisaje y el patrimonio. "No es imposible, pero hay que empezar de cero".

No hay que recorrer mucha campiña para percatarse del deterioro paisajístico y patrimonial del viñedo del Marco. En el pago de Balbaina, al que se accede por una cañada desde la carretera de Rota, los parques eólicos rompen la estética de las viñas que aún se conservan, mientras que apenas quedan resquicios de la cubierta vegetal de los caminos, muchos de ellos en bastante mal estado de conservación.

En el extremo norte de la campiña, el pago Carrascal ofrece una imagen muy distinta, quizás algo más cercana al modelo de oferta turística vinculada a la viña que anhela la campiña. Aquí se conserva la cubierta vegetal y el paisaje está salpicado de jacarandas a los costados de caminos por los que es posible hacer una ruta en bicicleta sin dejarse los dientes en el intento, pero también hay senderos, si no impracticables, sí descuidados.

La regeneración del paisaje no es cuestión de dos días y requiere la implicación de las administraciones públicas y de los operadores del sector. "Hay que crear conciencia y poner límite a los parques eólicos o a los huertos solares, que no son irreversibles", señala el coordinador del plan del viñedo, quien apunta a las ordenanzas municipales y al Plan de Ordenación Territorial (POT) de la Bahía de Cádiz y Jerez como los instrumentos más útiles para ordenar y para evitar futuros obstáculos. 

Los molinos de viento o aerogeneradores son una fuente de ingreso para los viñistas a la que difícilmente renunciarán sin otro manantial que mejore sus exiguas rentas derivadas de su principal actividad, la vitícola. Claro que son las grandes empresas, las bodegas principales, las llamadas a coger las riendas y poner en marcha los primeros proyectos que atraigan al turismo del vino para abrirle así los ojos a los propietarios de explotaciones más modestas.

"El turista del vino es exigente, muy diferente del cliente local que sube de vez en cuando a un mosto o alquila algún espacio habilitado en la campiña para celebraciones", significa Martín, quien puntualiza que este mercado local o provincial "no sobra", pero tampoco está dispuesto a pagar 10 o 15 euros por una cata en un viñedo o algo más por una jornada completa con almuerzo incluido en un viñedo con caserío.

La campiña de Jerez es lo más gordo y en la que se ha hecho menos, a diferencia de la Tierra de Cádiz, la joven indicación geográfica de vinos de la provincia en la que cada bodega, rodeada por sus viñedos, es un proyecto enoturístico en sí mismo. El planteamiento para unos y otros es diametralmente opuesto, ya que mientras que en los primeros todo está por hacer, en los segundos, algo más avanzados en el terreno de lo turístico, la idea es dar fama a sus vinos, grandes desconocidos aún para la mayoría de los aficionados a este mundo.

La campiña jerezana, y el viñedo de la provincia en general, están a años luz de las regiones vinícolas de referencia en el desarrollo turístico del vino vinculado al paisaje. En el Marco no hay ninguna gran iniciativa turística en ciernes; sólo pequeños negocios en viñas generalmente vinculados a la hostelería, es decir, mostos y poco más. "Estos negocios no son germen suficiente para atraer al turismo que interesa", indica el coordinador del plan del viñedo, si bien recuerda que el jerez tiene el nombre y la marca, y los vinos de la Tierra de Cádiz tienen su oferta bien estructurada, por lo que puede servir de modelo al futuro desarrollo enoturístico del viñedo del Marco. El gran reto, para la Junta, es aplicarlo en el viñedo del jerez histórico y que funcione.

Martín tiene claro tras sus contactos con el sector y sus recorridos por la campiña que lo primero que hay que hacer es frenar el abandono, para luego buscar el acuerdo entre los propietarios de viñas y las Administraciones. "Hay que crear estado de opinión y eso pasa por que los propietarios se conciencien de que la viña puede tener valor, algo que hoy día no se ve", explica Martín.

Pero queda un ingente trabajo por delante, pues no sólo se trata de recuperar el paisaje y las casas de viña, sino de plantearse qué tipo de negocio se quiere y enfocado a qué. "Eso es lo más complicado y además hay que ir del cliente hacia atrás, es decir, empezar por el tipo de turismo que se quiere atraer, nada que ver con el cliente local, para luego darle forma a los proyectos".

Entre las dificultades que aparecerán por el camino, el jefe de servicio de Promoción Rural cita la fuerte competencia que existe hoy día en el enoturismo y que sin duda supondrá pelear con otras muchas rutas de vinos de España, "donde las hay muy buenas", y de fuera del país. Y luego está la competencia interna, porque el jerez tiene su propia ruta, también muy visitada, que discurre por las catedrales de su vino, entre monumentos y callejuelas del casco histórico.

Para Rafael Martín, las empresas, las bodegas, tienen que dar el primer paso para animar a los viñistas más pequeños, "pero lo más importante es crear las condiciones para atraer inversiones de fuera, porque hace falta mucha inversión para generar este negocio".

La viña El Caballo, también en el pago de Balbaina, puede ser ejemplo del inversor llegado de fuera que confía en el futuro turístico y vinatero de la campiña jerezana. La finca, presidida por un gran caserío en buen estado de conservación fue adquirida a Osborne por Vicente Taberner, empresario valenciano propietario de Huerta de Albalá, una de las primeras bodegas de la Tierra de Cádiz implantada en el término municipal de Arcos, que no ha desvelado aún sus posibles proyectos para esta viña.

Algunas de las principales bodegas del Marco también tienen espacios perfectamente habilitados en zonas de viñedo para acoger distintas propuestas turísticas. Es el caso de González Byass en algunas de sus viñas de Carrascal o de Barbadillo en Gibalbín, donde 'Viña Lucía' ha causado gran impacto al coordinador del plan del viñedo.

Pero son instalaciones o propuestas aisladas entre las que hace falta un nexo de unión, un hilo conductor que comprenda paisaje, accesibilidad, señalización... Y también se requiere una mayor diversificación en la oferta. Llegados a este punto, Martín insiste en la necesidad de parar el deterioro del patrimonio antes de planificar cómo hacer el desarrollo turístico de la zona. "Y luego hay que provocar la inversión y ayudar al desarrollo de las estrategias turísticas con campañas de promoción, difusión de la oferta..." y "está todo por hacer", sentencia.

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