Tierra de nadie

¿Cómo lo harán?

NO lo sé, lo que sí sé, es que lo harán. Se las arreglarán para que no pase nada. España, es el país del "no pasa nada", del "aquí, nunca pasa nada". Igual da que nos mientan, nos engañen, nos roben o nos maten… no pasa nada.

Esta vez, porque hay para dar y regalar, para todos los gustos y colores, ¡hasta aburrir!; esta vez se trata de los "famosos" EREs de la "Andalucía imparable".

Como saben. La jueza que instruye el caso, a la que habrá que levantar un monumento que sirva de reconocimiento por su labor y voluntad y de escarnio para ex jueces de la catadura de Garzón, ha levantado el secreto del sumario, ya podemos los españolitos andaluces quedarnos, una vez más, con cara de tontos ante la envergadura de la estafa, la mezquindad de los implicados, la ineptitud de los políticos y lo trágico de las circunstancias.

He leído que van por 148 millones de euros -25 mil millones de pesetas-, pero hablan de hasta 1.000 millones de euros que serían 166.000 millones de pesetas de dinero público -es decir: nuestro- desviados a los bolsillos inmundos de una auténtica piara de desalmados.

Me da igual el partido al que perteneciesen los políticos que mandaban en Andalucía cuando esto sucedía. Me da igual que fueran comunistas de IU, de derechas del PP, centristas de UPyD, andalucistas del PA o socialistas del PSOE -no escribo, hoy, sobre partidos ni sobre ideologías, escribo sobre personas-; lo evidente es que, en este caso y desde la muerte del dictador, aquí mandaron siempre los mismos, durante más de 20 años y con mayoría absoluta, sin verse, por tanto, "obligados" a pactos ni acuerdos de ningún tipo; es decir, sólo de ellos es la responsabilidad de lo que pasó y de permitir que pudiese suceder.

Si estaban implicados en el repugnante robo -que los habría-, malo; si no lo estaban, malo también, porque no se puede permitir, ni aceptar, ni consentir que los que están arriba del todo, los que cobran y mandan, no sepan, no se enteren, consientan o permitan que ocurran tamañas defecciones, ni aunque fuese cierto -que es mucho "aunque"- que nada sabían del asunto.

Lo cierto y verdad, queridos imbéciles -me incluyo, por supuesto-, es que una monstruosa cantidad del dinero que tanto nos cuesta ganar, destinado a atender la angustiosa necesidad de parados y jubilados, se la gastaron, unos, en pisos, coches, viajes, putas y cocaína; otros -obligados a hacerlo porque son profesionales y cobran por ello-, no se enteraron de lo que pasaba; algunos, no se quisieron enterar y, los que quedan, "no saben, no contestan". Pero, dentro de la repugnante inmundicia que esta conducta supone, lo peor es lo que viene ahora.

Y, ahora, descubierta toda esta escatológica capa de sangrante porquería, lo que nos toca es abrir los ojos, mucho; abrir la boca, más todavía; apretar los puños, todo lo que se pueda; cerrar otros orificios -para evitar consecuencias mayores-, a conciencia; y prepararnos para comprobar que no va a pasar nada.

Ojalá me equivoque, ojalá, pero con este abyecto, contumaz y pestilente robo ocurrirá, me temo, lo que con tantos otros rastreros crímenes en España: ¡nada!

Cuatro, probablemente sólo dos, gatos irán a la cárcel -a alguien tienen que encerrar-, eso sí: de lunes a viernes, hasta que la gente se olvide de ellos y los suelten. Entre tanto, los que se lo llevaron casi todo lo disfrutarán a ritmo de cinco estrellas, coches de 100.000 y manteles Michelin. Y, los que no lo vieron, lo consintieron, no quisieron verlo o lo permitieron, seguirán ocupando los altos cargos de su partido, los sillones del Congreso, al frente de un Ministerio o, quien sabe, puede que hasta acabe alguno durmiendo en la Moncloa porque, aquí… ¡aquí no pasa nada!... ¿Cómo lo harán?

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