Jerez

Siete hombres llamados para servir

  • El próximo sábado serán ordenados como diáconos permanentes l La Diócesis de Asidonia-Jerez tiene el mayor número de personas dedicadas al carisma del diaconado

Los siete futuros  diáconos posan en el  Obispado de Jerez.

Los siete futuros diáconos posan en el Obispado de Jerez. / Pascual

José Manuel, Francisco, Agustín, Ricardo, Juan Luis, Antonio y José Luis son nombres distintos que denominan a siete hombres que quedarán unidos para siempre. No son siete magníficos. No han salvado a nadie ni vuelven de una operación humanitaria en cualquier rincón del mundo donde se practica la injusticia. Lo único que les une es una vocación a través de una llamada. “Cuando Dios te emplaza, por mucho que quieras escapar, quedas atrapado y tarde o temprano caes en sus redes”, dice Juan Luis. Él viene de El Puerto de Santa María, de la parroquia que los jesuitas llevan bajo el nombre de San Francisco –parece una paradoja-.

El sello que unirá a estos cristianos para siempre será la ordenación que monseñor Mazuelos Pérez llevará a cabo el próximo día 30 de junio como diáconos permanentes en la sede episcopal. Una ordenación que imprime carácter y una importante herramienta que la Iglesia tiene para prestar el servicio del apostolado y la liturgia. También hay otro denominador. Son siete hombres casados, con sus vidas resueltas desde el ámbito de la seguridad económica. Con hijos, incluso nietos. Sin embargo, fueron llamados. “En mi caso se trata de un enamoramiento de Jesucristo a través de una llamada. Se lo dije a mi hijo. No es posible servir a la Iglesia si no existe este enamoramiento del Señor”, afirma Francisco Holgado. Viene de San Rafael. Influenciado por el espíritu de la Congregación de la Misión a través de los padres Paúles que estuvieron durante años dando su vida por el barrio de Federico Mayo, Holgado ahora se siente totalmente satisfecho con esta llamada que “sin embargo, no la tuve para hacerme Paúl”.

Vidas distintas. Nombres diferentes para un mismo cometido. Personas que subrayan el apoyo de sus esposas. “Sin ellas, hubiera sido imposible poder llegar hasta aquí. Nos han asistido durante estos cuatro años de preparación”, sostiene Ricardo Fernández. Ricardo venía del mundo de la construcción. Siempre tuvo como una llamada de Dios a servir a la Iglesia. Quiso asistir a las clases que imparte el ISCRA (Instituto Superior de Ciencias Religiosas Asidonense) y acabó estudiando los escritos de San Agustín o de San Tomás de Aquino. “Todo se sobrelleva si te apoyas en el Señor”, asegura. Un esfuerzo que ahora tiene la recompensa de la ordenación como diácono para ponerse al servicio de la Iglesia, previsiblemente, en su parroquia de San Joaquín de El Puerto de Santa María.

Por otro lado, Agustín Hernández, sanluqueño de nacimiento, llega al diaconado desde el mundo de las cofradías. Fue hermano mayor de dos corporaciones y presidente del consejo. “También fue una llamada insistente que siempre tuve y que cuando comencé vi claro que era lo que quería hacer”, asevera. Vidas distintas para llegar a un mismo fin. Como el caso de Antonio, que venía de una trayectoria dedicada a la Guardia Civil y la seguridad. Colabora desde hace años en su parroquia de los Dolores. “Es importante que se sepa que aquí no estamos por gusto personal. Muchos piensan que es una cuestión de apetencia. Después de cuatro años estudiando teología y filosofía, teniendo momentos muy complicados porque no llegas a los exámenes con la preparación que deseas, uno piensa que no se llegamos por capricho, sino por una fuerte respuesta de servicio”, sostiene.

Alejado de la Iglesia

José Luis, por su parte, no viene del mundo de los jesuitas ni es llamado a través de un grupo parroquial. “Siempre fui una persona alejada de la Iglesia. Acompañaba a mi mujer a Misa y yo me iba al bar. Sin embargo, ocurrió un milagro en mi familia. Y vi cómo Dios intervenía en mi vida aprovechando este acontecimiento. La respuesta que tuve ante esta llamada fue de dar este paso definitivo a través del diaconado”, explica.

Por último, José Manuel, viene de Rota. De la parroquia de Nuestra Señora del Mar. Hombre inquieto. Siempre alerta al encuentro con Dios. Un día, quiso probar y dio el paso al diaconado; después de haber estado en algunos movimientos. Se trata del séptimo hombre que recibirá este sacramento que va en concordancia con la ordenación sacerdotal o la de obispo de la Iglesia.

La Diócesis está de enhorabuena. A partir del sábado que viene, siete cristianos maduros darán un importante paso de servicio. De ayuda a sus parroquias. No les une nada. O sí. Les une el amor a Cristo. Todo este proceso les ha robado sueño, tiempo, ocio y hasta dinero –los alumnos deben pagar sus matrículas y materiales de estudio-, pero no se cambian por nadie.

Holgado concluye afirmando que “tiene misma ilusión que cuando contrajo matrimonio”. El diaconado permanente es una herramienta que tiene la Iglesia en tiempos de pocas vocaciones sacerdotales. Un carisma que irá al alza en un corto plazo. Por ser útil para la comunidad y por ser respuesta a muchos problemas que la sociedad pide a la Iglesia

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