Jerez

Una jerezana que reside en Hawai, testigo de excepción de la última alarma por tsunami

  • Pepi Peña hizo frente junto a sus hijos a la emergencia al estar su marido destinado en Afganistán

"Fue las 4,30 de la mañana de la madrugada del viernes al sábado cuando el teléfono sonó por primera vez...". De esta forma empieza su testimonio Pepi Peña, una jerezana que lleva 17 años en Estados Unidos. La llamada le sobrecoge pues su marido es militar, y está destinado en Afganistán. Corrió a coger el teléfono pero la llamada se cortó. "Cinco minutos más tarde, otra llamada. Esta vez, de una amiga española, que vive en California, y que me dijo que tenía que salir de casa y poner a mis hijos a salvo ya que se avecinaba un tsunami". Pepi Peña salió a la puerta para ver que la gran mayoría de los vecinos habían evacuado. Las sirenas ya sonaban con un sonido intermitente y penetrante. "Parecía que estuviésemos en un campo de guerra. Me asusté muchísimo, desperté a mi hija de 15 años y la dejé al cargo del hermano". Fue a comprar gasolina, agua y algunas cosas básicas para la supervivencia pues mi vecino me dijo que nos quedaríamos sin agua y luz por varios días". No fue fácil: "Tardé casi dos horas en ponerle gasolina al coche, las colas eran súper largas, todo esto mientras observaba la histeria de la población local. Me preguntaba sin parar si significaba que ya había llegado nuestra hora. Estaba desconcertada".

Continúa su relato: "Una vez llené de gasolina, observé que las tres únicas autopistas de la isla estaban colapsadas. No me quedaba otra opción que quedarme en casa con mis hijos. Formé un pequeño cuartelillo en mi habitación, la parte mas alta de la casa. Llené las bañeras y la lavadora de agua. Rellené unas neveras de playa con hielo y metí agua y comida, preparé termos de agua caliente y latas de sopa y comida en conserva. Además cogí flotadores y tablas de surf... Mis hijos estaban atemorizados, sobre todo el 'enano' de siete añitos". Las líneas de teléfono estaban colapsadas: "Lo único que funcionaba era el Blackberry Messenger. En el 'Bb' tenía a 4 amigos preocupándose por mí y mis hijos. Jesús Rosado, en Jerez; Inma, en Georgia, y Paloma y Caty, en California. Al fin pude decirle a mis padres que estaba bien. Desde aquí quiero dar las gracias a aquellos que me acompañaron cuando lo necesitaba, cuando la luz se iba y venía y el ruido de las sirenas era más intenso. Al final, como sabemos, todo quedo en un susto, pero me pregunto si los habríamos soportado".

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