Francisco Rubiales director del pabellón Tierras del Jerez

"Fuimos los que mejor conectamos con el espíritu de fiesta de la Expo"""

  • Un cuarto de siglo después, el responsable asume errores

  • Desvela que la sociedad siempre supo que el pabellón no sería permanente

  • Considera que la batalla política de Pacheco acabó pasando factura

"Fuimos los que mejor conectamos con el espíritu de fiesta de la Expo"

Quedamos en una cafetería frente a la Facultad de Comunicación, muy cerca del lugar que ocupó el pabellón jerezano, su lugar de trabajo durante más de seis meses.

-¿Cómo llegó a Tierras del Jerez?

El pabellón fue un campo de batalla entre Olivencia y Pellón y nos cayeron balazos*****De no haber sido por Olivencia, nos habrían comido con sopaLa ciudad de Jerez nunca estuvo detrás de esta apuesta

-Pedro Pacheco habló con Manuel Olivencia recién nombrado comisario y le dijo que Jerez quería participar en la Expo 92. Olivencia le dijo que no podía ser, que según las reglas del Bureau Internacional de Exposiciones (BIE), sólo podían participar oficialmente países y regiones, no ciudades. Pero Pacheco, que estaba fresco, joven, insistió. Vino a mi despacho para decirme que Olivencia no le daba permiso. Yo le dije que había un truco para participar: podían hacerlo países, regiones... y también empresas. Le aconsejé que creara una empresa representativa de Jerez. Le hice un informe y así nació la Sociedad para la Promoción de las Tierras del Jerez y sus Productos. Yo inventé el concepto, que tenía que basarse en el vino, la tapa y la fiesta. Pero el nombre se lo puso Pacheco. Le hice informes y le dije que tenía que buscar patrocinadores.

-El pabellón tuvo muchas dificultades, antes, durante y después de la Expo. ¿En algún momento pensó en renunciar al cargo?

-No, nunca. Los impedimentos al pabellón comenzaron cuando Jacinto Pellón controló la Expo 92. Con Olivencia era todo lo contrario, siempre apoyó el proyecto. El pabellón de Tierras del Jerez se convirtió en un campo de batalla entre Olivencia y Pellón y nos llovieron los balazos, que fueron especialmente duros al estar en la línea de fuego. Las trabas comenzaron cuando no se le reconoció al pabellón como participante corporativo. Éramos lo mismo que otros pabellones de empresas como Fujitsu o Rank Xerox, pero se nos trató peor por razones exclusivamente políticas. Se nos negaron las entradas para poder invitar a colegios, nos colocaron al lado el 'Jumbotron', una pantalla gigante decidida después de nuestra llegada con unos decibelios que estaban fuera de la ley. Sufrimos mucho desgaste, fuimos penalizados por el programa de visitas... Pero al final pudimos hacerlo todo y hubo gente que ganó bastante dinero.

-¿Cree que el Ayuntamiento de Jerez y sus socios hicieron bien en seguir adelante tras el rechazo de Expo 92 a que tuviese la consideración de pabellón permanente?

-El pabellón nunca tuvo la posibilidad de ser permanente. Se sabía desde el principio, así lo dijo siempre toda la gente de la Sociedad Estatal. El proyecto, es cierto, no era efímero, pero se hizo así a pesar de que nunca se le dijo a Tierras de Jerez desde Expo 92 que el pabellón sería definitivo. Fue una osadía alimentada por Pedro Pacheco, que hizo que se dijese que era un pabellón con vocación de permanencia.

-Pero siempre se dijo oficialmente que fue el rechazo de Expo 92 al gran picadero cubierto del proyecto original lo que originó que se optase por un proyecto de carácter efímero.

-El picadero del primer proyecto fue un brindis al sol. Un pabellón con un coste de 2.500 millones de pesetas era incapaz de pagarlo nadie. Benito Carrillo y yo le dijimos a Pedro Pacheco que no necesitábamos un proyecto tan caro, que lo que hacía falta era algo muy fácil: una plaza cuadrada con casetas y tiendas alrededor y albero para los caballos en el centro. Eso costaba ciento y pico millones e incluso encontramos un proyecto de noventa y pico millones.

-Entonces, ¿no tuvo la culpa la declaración de epidemia de peste equina del rechazo al pabellón con un gran picadero cubierto?

-La mejor prueba de que todo era política es que a pesar de la declaración de epidemia de peste equina, al final se permitió que los caballos pasearan por el recinto e incluso que tuviésemos caballos en nuestro pabellón. La peste equina fue una hipertrofia política para fastidiar al pabellón. Todo eran contradicciones. Si no podían circular caballos, ¿por qué al final sí lo hicieron?

-¿También fue una persecución política lo que negó a Tierras del Jerez la exclusividad de la venta de vinos en el recinto?

-Hubo división de opiniones. La gente de Pellón decía que el pabellón no podía tener la exclusividad donde había muchas marcas. Sin embargo, Sony o Rank Xerox sí la tenían. Olivencia peleó la exclusiva de los vinos pero al final se impuso esa opinión. Lo que Pellón quería era que las bodegas pagaran más dinero por la exclusividad. Aquella batalla se perdió. Había razones en un sentido y en otro. Fíjese, con lo bien que están los vinos de Jerez en estos momentos... Si en vez de Jerez hubiese sido otra ciudad vinculada a Felipe González o al PSOE, es decir, al 'establishment' de la época, hubiésemos tenido la exclusividad sin duda. También éste fue un asunto político. En este pabellón vi cosas que hicieron que después luchara contra muchas cosas que considero injustas.

-Los últimos días de la Expo dieron una sensación un tanto caótica en muchos pabellones y Tierras del Jerez no fue una excepción.

-Bueno, el pabellón estuvo abierto desde octubre, cuando acabó la Expo, hasta enero de 1993. Allí estuve con Benito Carrillo, liquidando las cuentas. Había un retén en el edificio. En enero o febrero de 1993 se acabó el dinero y la orden que recibí fue "vámonos porque esto hay que demolerlo".

-Pero, por lo que se vio un par de años después, con documentación oficial y papeles personales por los suelos, manojos de llaves... parecía como si ustedes hubiesen salido de allí huyendo.

-El canadiense se fue antes de tiempo porque quebró y porque era un sinvergüenza. Recuerdo que en el restaurante principal había una caja fuerte y cuando se fue nos plantamos allí con un notario y un juez y la abrimos. Encontramos dentro bolsas de dinero, botellas de vinos caros... Fue un error traer a ese empresario, pero nos presentó un currículum impresionante de su trabajo en otras exposiciones y los informes que pedimos eran buenos. Pero nos equivocamos. Y, qué curioso, fue el único restaurador que no era de Jerez. Cualquier pabellón que no fuera permanente debía ser demolido después de la Expo. Al estar Tierras del Jerez en el litigio por la permanencia, se produjo un vacío, aguantamos allí hasta enero pero a partir de entonces Pedro Pacheco le dijo a Benito Carrillo que dejara de pagar los sueldos. Además, los caseteros estuvieron sacando cosas varios meses porque algunos también tenían pleitos y había material que no podía salir.

-Insisto. ¿No recuerda que aparecieron documentos privados abandonados en el pabellón, por los suelos, dos años después del fin de la Expo?

-Ni idea. A lo mejor es que no podíamos entrar allí. Yo tengo un concepto muy claro de lo que fue esa huida de la Expo a la que se refiere. La crisis mundial estalló durante la Expo y los pabellones eran fuentes de gasto para los países. Por eso, a días del final de la Muestra, hubo una escapada de gente y cayeron también las visitas al recinto.

-¿Qué pasó con Howard Marlboro Group, a quien encargaron el merchandising del pabellón?

-Tuvimos mala suerte con ellos. No nos ayudaron. Se dedicaron a poner la mano. Tenían el encargo de cobrar el royalty interno del pabellón. Todos cometimos entonces errores y aciertos con el pabellón. Hoy cometemos menos errores pero tenemos menos empuje.

-Dígame lo que entiende fue lo más positivo de aquella aventura.

-Entre lo positivo, que rompimos esquemas y, contra todo pronóstico, vencimos los obstáculos de todo tipo (políticos, legislativos...) y se ganó. De lo más orgulloso que estoy es de que fue el más visitado de la Expo y el que más conectó con el concepto de fiesta y vida, me lo sigue diciendo la gente de Expo hoy día. Con el tiempo se demostró que fue el pabellón más visitado de la Muestra porque sin duda era el más abierto y el que mejor conectó con el espíritu de la Expo 92: el ambiente festivo. Hoy día, a la Expo de Sevilla la conocen en el BIE como la apoteosis de estar bien.

-Y lo negativo.

-Entre lo negativo, no haber sabido elegir bien a los colaboradores. Fíjese lo que pasó con el logotipo del pabellón, aquel famoso caballo... Se encargó a una empresa de un enorme prestigio mundial y al final lo que hizo fue plagiar uno ya existente. Se trabajaba siempre contra reloj, había poco tiempo.

-No hemos hablado aún del famoso robot.

-Lo decidimos Pedro Pacheco, Benito Carrillo y yo. El primero que nos habló del asunto fue Nicolás Valero, cónsul de Costa Rica en Sevilla. Conocía a una empresa en Francia que construía robots que parecían reales. Nicolás nos invitó a Benito y a mí a ir a París y quedamos impresionados. Hablaba y tenía un látex que imitaba a la carne humana. En aquel tiempo era muy innovador. Nos gustó.

-Se dijo que costó 25 millones de pesetas. ¿Quién los pagó?

-Los acabó pagando la Caja. Sí, la Caja de Ahorros de Jerez pagó muchas cosas del pabellón y se volcó con el proyecto. Hizo un esfuerzo tremendo.

-¿Se arrepiente de algo?

-Me arrepiento de que no se hubiese construido el pabellón que costaba apenas 100 millones de pesetas. Hubiésemos tenido el mismo éxito y nos hubiésemos ahorrado 500 millones. Pero eso hubiese sido aceptar que nuestro pabellón era efímero y eso Pedro Pacheco nunca lo aprobó. Tampoco hubiese traído el robot. Nunca terminó de funcionar bien. No tuvo el efecto esperado para su coste.

-¿Qué recuerdo tiene de los 'caseteros' del pabellón?

-Espectacular. Había que estar loco para hacer lo que hicieron. El éxito del pabellón se debió a la gastronomía y a los caballos. Era el pabellón en el que mejor se comía de toda la Expo. Lo demás era todo relleno: los coches de Fórmula 1, las tiendas... La gente venía a comer, a ver caballos y escuchar música.

-¿Y de las visitas?

-Recibimos muchas visitas ilustres durante los meses de la Expo, entre ellas la de la reina Sofía. Vinieron hasta ministros del Gobierno, eso sí, en secreto. Recuerdo que el ministro de Defensa, Suárez Pertierra, nos dijo :"Que no se entere Pellón de que estamos aquí". Nos lo mandó la Oficina del Comisario de la Expo. Manuel Olivencia siempre ayudó a Jerez. De no haber sido por él, nos habrían comido con sopa.

-¿Mereció la pena para Jerez el pabellón, pese a su elevado coste?

-Jerez no estaba preparada para un desafío así. La ciudad no estuvo al completo detrás de esta apuesta. Fue un impulso institucional del Ayuntamiento. Pero no se le sacó todo el partido posible. Y no fue sólo culpa de Jerez. Con un alcalde socialista el pabellón hubiese tenido exclusividad y habría podido realizar exhibiciones en todo el recinto. La culpa de eso fue de la cochina política de entonces.

-¿Qué le aportó Tierras del Jerez a la Expo?

-Fue boicoteado pero posteriormente fue muy reconocido. Un pabellón que conectó con el espíritu de la Expo 92 y con el que el BIE se quitó el sombrero por su concepto de vida en el recinto. Sevilla tampoco le sacó todo el provecho a la Expo. Lo único, tener un recinto para empresas y las infraestructuras viarias. Pero el éxito de una Exposición Universal no se mide en edificios, trenes o carreteras, sino en intangibles. Sevilla tendría que haberse convertido en una de las grandes ciudades competitivas del mundo y, por ejemplo, ser la primera en congresos de España. Sevilla sigue siendo hoy algo parecida a lo que era antes de la Expo.

-¿Y a usted?

-Cerré un ciclo espectacular en mi vida profesional. Conocí la Expo 92 desde dentro, bregando con lo que eso significa.

-Descartada la permanencia del pabellón en el recinto de la isla de La Cartuja, ¿pensó en aprovechar esa presencia para acometer otros proyectos?

-Cuando terminó la Expo 92, Pedro Pacheco me dijo que me inventara algo y ahí nació el proyecto de una Exposición Internacional temática del vino, para que Jerez se convirtiese en la capital mundial del vino. Mantuvimos entrevistas con Olivencia y con gente del BIE pero se acabaron los fondos, la Caja de Ahorros de Jerez estaba liquidada, las bodegas vivían una crisis... Por mucho empuje institucional, o de Pacheco, la ciudad no estaba detrás de ese nuevo proyecto y finalmente no salió.

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