Desde la Castellana

A pocos les importa el Debate de los políticos

Es posible que por deformidad profesional me haya pasado algunas horas delante del televisor, tratando de poner interés en lo que decían los Zapateros, los Rajoy, Durán, Erkoreka, Rosa Díez y unos cuantos más de nuestros líderes políticos en lo que ha sido el Debate del Estado de la Nación. Al mismo tiempo, Griñán y Arenas, con Valderas de látigo de castigo, se esmeraban en lo del Estado de la Autonomía andaluza. Para resúmenes y comentarios, ya están el Diario y cuantas informaciones hemos podido seguir. Pero al final, nada nuevo cuando se cierra un proceso de varios años en ambos gobiernos. Por lo menos, y es lo peor, nada creíble en cuantas cosas nos dicen los políticos. La situación es de tal agonía, “liquidación por cierre de negocio”, que la gente no da credibilidad a nada de cuanto se nos cuenta y se nos dice.

El titular de un periódico de hoy es clarividente: “Griñán propone una serie de medidas que no podrá ejecutar por falta de tiempo”. Parece como si se nos dijera: “miren ustedes qué cantidad de cosas se nos ocurren para seguir conquistando al electorado, pero son cosas que hasta ahora no hemos puesto en marcha por falta de ideas, por falta de tiempo o porque no nos salían de las meninges”. También nos explica un medio que Rajoy tiene noventa medidas en cartera, pero que no las ha contado en el Congreso porque se le echarían encima el resto de los políticos o porque prefiere guardarlas para explicarlas en campaña electoral. A la postre, uno tiene la sensación de que el seguimiento de la política sólo conduce a la frustración y a la falta de confianza. Parecería que la política transcurriera en ondas y dimensiones distintas a las que tenemos los ciudadanos.

Y mientras, sabemos que los griegos las van a pasar canutas porque el ritmo de sus vidas de los últimos diez años no se correspondía ni con sus ahorros ni con el dinero disponible y se han gastado lo que no tenían. Pero también nos dicen que el atún no es bueno para los más pequeños. Y veo a un íntimo amigo, abuelo entregado él, que está intimidado porque el médico no le deja comprar un andador para que su nieta aprenda a iniciar sus pasos a costa del “taca-taca” de toda la vida y no a coste de los riñones de los abuelos.

Y es que todo cambia. Parece que no nos damos cuenta, pero cambian los gustos, se adelanta que es una barbaridad en la educación de los infantes y lo que nos faltaba es la bacteria de los pepinos para que no nos comamos el gazpacho como lo hemos comido toda la vida. Ya no hay espadas de madera ni caballitos de cartón ni se puede correr alrededor de una plaza con los bolsillos llenos de chapas, como hacía en mi más tierna infancia. Ya no hay, por no haber, ni chapas. Y cualquier día nos dirán que los pimientos fritos son malos para el colesterol o que los caracoles afectan a las vías respiratorias. Da un poco igual, porque ya nada es como era hace unas decenas de años.

Han cambiado los gustos, las costumbres y, lo que es peor, los principios.

Pero los políticos no parecen darse cuenta ni enterarse de ello. Los debates de estos días, en el Congreso y en el Parlamento andaluz, no les ha interesado a casi nadie. Pero es porque han cambiado los principios, los intereses y las necesidades. Como dice el escritor Alvite en uno de sus libros, “pasó tan mala infancia que lo único que entró en abundancia en su casa fue el hambre”. Será eso, que el hambre (aunque sea de alimentos, de principios o de anhelos) es muy importante en nuestra sociedad.

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