Jerez

El reflejo del mercado de abastos

  • Un paseo por los pasillos de la plaza, fiel espejo del centro que quiere competir con las grandes superficies

  • "Teníamos una de las plazas más bonitas de España"

La primera mirada. Esa sensación de descubrimiento que pone en valor lo que tienes delante y, a veces, también lo que dejas atrás. La charla entre una foránea y un autóctono deja la sensación, tras ver lo de fuera, que lo tuyo es mejor. O, al menos, podría serlo. Porque el viaje y la mirada, sobre todo la primera, curan el sentimiento nacionalista. O no. Porque el arraigo siempre está presente y el conocer mundo, si no te cura el nacionalismo, debe permitirte al menos reflexionar sobre lo que podrías mejorar de lo 'tuyo'. Esa mirada que se convierte en espejo. El reflejo de lo que quieres llegar a ser, de lo que un día fuiste y de lo que pronto será. Como ese antiguo mercado del casco histórico de tu ciudad. Esa plaza de abastos que a cualquier jerezano le gustaría mirar por primera vez para saber qué mejoraría, a qué daría valor. Sin embargo, una vez vista, volver es difícil. Sobre todo por la sensación de lejanía; de elemento turístico que está muy bien para un día, pero no para diario. Esa sensación de que a la plaza de abastos se va el sábado lejos queda de una primera mirada que enamora.

"Yo fui de los primeros en llegar aquí a la plaza", relata el pescadero Manuel Flores. Su puesto es el número 36 de la zona de pescadería -obvio- y, ante el bullicio, pide un acercamiento a su puesto para contarnos todo lo que ha visto pasar por allí; la situación actual; lo que le gustaría ver. "Lo que quiero es que la gente de mi pueblo pueda venir a la plaza", dice de un lugar que vivió tiempos mejores: "Con lágrimas en los ojos vi como tiraban la segunda planta que teníamos. Era la época de Pedro Pacheco y las órdenes venían de arriba, más allá del Ayuntamiento. Yo le decía: 'Pedro, no la tires'. Teníamos la plaza más bonita de España, sin lugar a dudas". ¿La devolvería a su anterior estado? "Con los ojos cerrados", afirma.

La venta ambulante ilegal de alrededor del mercado, uno de los hándicaps de la plazaLos comerciantes piden accesibilidad: "Yo quiero que la gente pueda venir aquí"

Pero era otra época. Algunos nostálgicos recuperarían esa zona, pues tienen esperanzas en reflotar el barco, que no se hunde, pero sí que está cerca del naufragio. Ahora el negocio por dentro no está todo lo bien que se procura, aunque depende de a quien le preguntes. Del "nos estamos recuperando, estamos bien" de la frutería a "las ventas han caído hasta un 80%" que se escucha en la pescadería. La zona de cárnicos hace una valoración más acorde con los tiempos. Jesús relata sin pudor: "Yo no me puedo quejar, pero conozco a los que sí. Las ventas en mi caso están bastante bien, aunque habría que reformarlo todo, desde el suelo hasta el techo. No tenemos servicio de minusválidos, no tenemos papeleras...".

La necesidad de apostar por aquello salta en la primera mirada; y también en la enésima. Los que no miran por primera vez este céntrico enclave lo saben. Las clientas quieren que lo cambien todo, incluso a Jesús, que continúa riéndose con ellas porque, ante todo, lo que diferencia a la plaza de abastos es el trato cercano y familiar con entre oferente y demandante. "Deberían poner media hora de aparcamiento gratis, como ocurre en El Puerto con la zona de Romerijo. Así nos da tiempo de venir a comprar aquí y hacer los mandados sin que nos salga más caro que en otro sitio". ¿Le sale más caro ir allí que quedarse aquí? "Pues mira, prácticamente, sí. Lo que pasa que el material que tiene Jesús vale la pena", dice una de las clientas que está realizando su compra de productos cárnicos de la semana.

Nadie duda de que el lugar donde se sitúa la plaza siempre fue complicado. La firma McDonald's cerró un restaurante a pocos metros del lugar, en plena calle Larga. Es una de las bromas habituales en Jerez para recordar que todo boquerón que se duerme se lo lleva la corriente. El pequeño comercio, entonces, sí que no está exento de un cierre si no es apoyado por los grandes peces del mar. De hecho, dentro del mercado de abastos hay varios puestos cerrados que están esperando a ser sacados a subasta. Y que alguien puje por ellos, por supuesto. Nombrar la peatonalización del centro es como si hicieras una broma de humor negro en Twitter: casi de cárcel. Nadie quiere oír que cierra la circulación. Es más, todos apuestan porque los autobuses vayan y vengan de manera más puntual hasta la puerta de la plaza. "Que haya más autobuses", afirman todos con desesperación.

Los puestos cerrados dentro contrastan con los ambulantes de fuera. Cada vez parece haber más. "Hay que erradicarlos, porque no pagan impuestos y se llevan nuestro dinero". Es la queja de uno de los comerciantes, la misma que comparten otros tanto. Aunque lo que todos parecen tener es miedo a las represalias por quejarse de algo ilegal y por eso no quieren que sus nombres salgan a la luz. "El veterinario solo se pasa por dentro, por fuera nada", afirman desde el mercado jerezano. Lo preocupante es que a los puestos de fuera ya no solo acuden a vender gente de Jerez, sino que también de fuera llegan para hacer competencia desleal a unos negocios que no pasan por sus mejores días. "Saben que no hay regulación y que nadie les va a decir nada. Vienen desde otros pueblos porque les sale más barato que pagar impuestos". Además, esto les permitiría vender más barato. "Pues ni eso, porque tienen los mismos precios. A la gente no le hace falta entrar dentro y ellos se ganan todo lo que yo tengo que pagar por estar legalmente aquí", se quejan agriamente los comerciantes. La mala imagen es otra de las consecuencias, según los comerciantes que dentro pagan sus impuestos: "Dan un aspecto de suciedad que no es normal. Dan una imagen de aspecto tercermundista".

Pero no todo es malo, ni mucho menos, en la plaza. La humanidad es el elemento diferenciador. ¿Qué cambiaría usted de la plaza? "A estas clientas", dice entre bromas un pescadero. Antes, otras compradoras ya habían querido cambiar a un comerciante "por otro más simpático", como se ha referido. Mientras, la visita de una madre al puesto de su hijo recuerda que el amor está presente en el mercado de abastos: "Yo vengo todos los días. Además de para ver a mi hijo y a mi nuera, para comprarles. Tienen unos productos buenísimos".

Y de nuevo vuelven a estar presentes las quejas. Como anillo al dedo parece venir el dicho popular de cual pescadilla que se muerde la cola. Igual, semana tras semana; año tras año, lo mismo. "Los días que más ventas hay son los primeros de mes y los martes y sábados. También los viernes, pero menos. En todos los puesto es así, porque es cuando entra el pescado", relatan desde la zona de frutería. No hay lugar a engaños, las ventas antes eran mucho mayores; lo único que no cambia son los días de venta.

Quien no pasea asiduamente, aún puede sorprenderse. En una de las salidas de la zona de pescadería, el pasillo lleva a un lugar donde los productos alimenticios no son los protagonistas. El hilo y la lana permiten ver la mercería, que se distingue entre todos los demás puestos. Cerca, como estamos en Jerez, el único despacho de vinos. Allí tiene todo tipo de jereces para maridar dentro de cualquier paladar con los productos que venden a su alrededor. Aunque parezca sorprendente, se puede degustar unos chicharrones recién comprados en los puestos de al lado con un jerez de la tierra dentro de la plaza de abastos. Pero para eso hay que mirarla por primera vez, estar atentos y tener la sensación de que, por muchas miradas que haya dentro de este mágico enclave, aún hay rincones por descubrir.

Solo es un respiro. La realidad abofetea a cualquiera que se pasa por estos pasillos enseguida. La mayoría de personas que se encuentran cuentan ya demasiadas primaveras a sus espaldas. Los jóvenes no parece que pasen por aquí. No obstante, Cristina está con su sobrina y deja claro que mejoraría "la limpieza" del lugar. Es de las más jóvenes del sitio sobrepasando por poco la veintena y no pasa mucho por allí. Poco después, una señora que sobrepasa los 70, está de acuerdo con la joven, aunque potenciaría la accesibiliad para las personas mayores. "Una rampita por aquí tampoco estaría nada mal", afirma mientras espera su turno para comprar en su carnicería de siempre.

Al fin y al cabo parece un tema de salud y médicos. Por un lado: esa plaza, que como el centro histórico de la ciudad, se derrumba poco a poco. La esperanza, casi siempre eterna, de que alguien del sector político la salve, por otro. Las peticiones a la alcaldesa son constantes y los ruegos van dirigidos a cualquier político que pase por el lugar. De hecho, días atrás estuvo por el lugar Juan Marín. "El próximo partido que gobernará España va a ser Ciudadanos, te lo digo yo a ti", decía entonces una de las reposteras mientras el político paseaba rodeado por los pasillos que ahora han vuelto a la normalidad. Su compañera del puesto de enfrente le recriminaba: "¡Qué bien queda eres!". "No, yo me arrimo al que me conviene, que nos tienen que ayudar".

Y es cierto, porque tienen que competir con la fiereza de los grandes almacenes. La plaza de abastos necesita una reestructuración. Una mirada que le dé vida. Todos apuestan por que se mejore, sobre todo, la accesibilidad. Podría ser el remedio a todos los males, aunque también puede que la medicina no surta efecto. La modernización del mercado es otra solución. Sin embargo, para ello habría que mirar la plaza desde otra perspectiva; conocer las propuestas de ciudades que conocieron una plaza que se venía abajo o mirarla de nuevo por primera vez para ver qué debemos cambiar. La declaración de un hombre mayor, del barrio de Santiago, no deja otra solución que volver a mirar la plaza de abastos por primera vez. Es la única solución: "Esto lo que necesita es un bombazo y hacerla de nuevo".

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