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Tierra de nadie

Un rumiacabras en Sanlúcar

Los rumiacabras son todos iguales: se piensan especiales, se creen únicos y se consideran elegidos. Los rumiacabras, que son todos iguales, están convencidos de que nos hacen un favor permitiéndonos compartir nuestro tiempo a su lado; dan por seguro que gracias a su ‘paciencia y humildad’ los demás podremos sacar algún provecho para nuestras vidas, vulgares y anodinas; no dudan, ni por un momento, que su trayectoria vital dejará huella -más o menos profunda, pero huella-, que su paso por la vida, su ‘contribución’ a la sociedad, su ‘creatividad’ en fin, marcará un antes y un después. La realidad cierta, no en la que sus presuntuosos egos creen vivir, es bien diferente: se trata de personas mediocres con capacidad para el timo, la trampa y el engaño; personajes con frustraciones paranoicas: se pensaron llamados a liderar masas y quedaron en chapuceros vendeturrones de festejos trasnochados; a falta de sabiduría, mentira; de prudencia, desfachatez; de conciencia, envidia y de coherencia, desvergüenza. Son, los rumiacabras, tan ‘así’, que es así como son.

Es, Sanlúcar de Barrameda, un pueblo grande de Historia, noble de gentes, acogedor de espíritu y amable de condición. Por allí pasaron todos: nobles y villanos, buscavidas y grandes descubridores, plebeyos y reyes, honorables y zalameros… Todos, un día llegaron; después, unos quedaron y ganaron, otros perdieron o marcharon. A todos, por igual, recibe Sanlúcar; su talante, su actitud cordial, su comportar hospitalario, no entiende de distinciones, pero si de una sola exigencia: ir por derecho, como, por estas tierras, solemos decir.

Nadie va a venir ahora, a esta margen del Guadalquivir, a vendernos churras por merinas -aunque sea esto a lo que profesionalmente se dedique- ni a convencernos de que, por poner un ejemplo, la esencia del chorizo está íntimamente ligada a las bases físicas de la velocidad -aunque sea este el ‘fundamento’ de las teorías con las que se gana adeptos suficientes para parasitar a los que dice defender- Sin embargo, días atrás, en Julio de este funesto año bisiesto, por la hermosa Sanlúcar apareció, sin que nadie le llamase, pretendiendo sentar sus ‘reales’, sin que a cuento viniese, uno de los más insignes representantes de la subespecie que hoy nos ocupa: ‘Homo sapiens rumiacabrensis’.

El espécimen en cuestión, declarado enemigo de la Fiesta Nacional, antitaurino acérrimo, denigrador oportunista de la noble lidia del toro bravo y activista en favor de la prohibición total, absoluta y permanente del arte de la tauromaquia, como no tenía bares, tabernas, tascas, cafeterías, restaurantes, terrazas o chiringuitos donde ir a tomarse un vaso, se fue a una peña taurina... ¡manda huevos! ¿o no? Es obvio, para todos los que no sean rumiacabras, que el fantoche en cuestión sólo iba en busca de la provocación -forma parte de su ‘profesión’-, el alboroto -inherente a su condición- y la llamada ‘ostentórea’ – copy right de D. Jesús Gil y Gil- de la atención, al precio que sea y en el momento que sea, para su posterior manipulación.

Pero la cosa no quedó ahí: “no sólo fue el hincha del Betis a una peña sevillista a celebrar la victoria de su equipo en el derbi local” -valga el ejemplo-; es que cuando el rumiacabras entró en el apacible establecimiento, se dice, se cuenta, se rumorea que, a modo de saludo de ‘buenas tardes’, lo que se escuchó fueron alusiones despectivas sobre ‘pijos y caballitos’, hasta que uno de los pacíficos clientes lo oyó y, claro, se lió.

No sé cómo se manda al carajo a alguien sin mandarlo explícita y directamente al carajo; quiero decir: no se me ocurriría, en casos encoñados de rumiacabras, ponerme a escribir a base de símiles, paráfrasis, analogías o silogismos, para terminar diciendo lo que me llena la boca: ¡vaya usted al carajo, señor!¿Se puede ser más cretino? ¿Se puede ser más metemierda y meapulgas? Pues miren, sinceramente creo que no ¿Es que no tienen nada mejor que hacer? ¿Es que han nacido sólo para molestar, incordiar, estorbar, incomodar, fastidiar, importunar, irritar, crispar o sulfurar porque sí, porque a ellos les ‘pone’?

Se le podía haber ocurrido, al rumiacabras en cuestión, alguna otra localidad lejana y perdida para tomarse una copita; aunque no se lo deseo a ninguna de las de por aquí, ni de las de por allí tampoco. Tal vez en un ‘precioso’ lugar de la Cataluña ‘profunda’, pero de la muy ‘profunda’, con ‘estrelladas’, pinchaorejas amarillos y butifarras en crudo; pero… ¿aquí?, aquí no, ¡pisha!

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