Jerez

La ruta del 'Yerbajo'

  • Solares, monumentos, iglesias y casas abandonadas conforman el catálogo de 'jardines colgantes' del patrimonio de la ciudad

  • Aquí, un repaso por sus causas y remedios

Washington Irving debió pasearse por las calles de Jerez para tomar ideas para su cuento 'La leyenda de Sleepy Hollow' (1820). En la actualidad, se hubiera frotado las manos porque habría encontrado en el boquete de la plaza Belén (inconclusa Ciudad de Flamenco) la guarida del protagonista de dicho relato, el jinete sin cabeza que, a la grupa de su fantasmagórico caballo, salía cada noche de las raíces de un árbol maldito para decapitar a sus víctimas.

Esas mismas raíces son las que van resquebrajando con su brazos los muros del patrimonio jerezano. Malashierbas, jaramagos, higueras, acebuches, alcaparros... Es muy variada la vegetación que puebla los monumentos y muralla de la ciudad y que crece, en muchos casos, sin control gracias a los nutrientes que va encontrando en su camino, a saber, la humedad y los excrementos de los pájaros, sobre todo de las palomas. 'Frondosos jardines colgantes' y en otros casos, 'macetas verticales', una rica flora que ha formado parte del paisaje urbanístico desde hace siglos, con mayor o menor erradicación por parte de los mantenedores responsables.

La piedra de la mayoría de los monumentos jerezanos y de la zona es la extraída de la Sierra San Cristóbal. "Muy porosa y de poca calidad. Es la que se ha utilizado siempre para todas las construcciones de la provincia. Se presta a este tipo de vegetación. Aunque no es nuevo todo esto, por ejemplo, a la antigua puerta de Santiago, que se derribó en el siglo XIX, se le llamaba 'del olivillo' porque en época medieval ya crecía este tipo de vegetación", cuenta el historiador José Manuel Moreno Arana. "Todo esto casi que forma parte del paisaje patrimonial de la ciudad porque necesita un mantenimiento que no se lleva a cabo. San Mateo o San Juan de los Caballeros sí que conservan los tejados y se hacen cargo de la limpieza de las hierbas. Son un ejemplo para los demás". Recuerda el jerezano que la muralla y torreón de la calle Muro "necesitan una restauración. De hecho, hay un Plan Director sobre la muralla pero que nunca se puso en práctica".

Desde el Museo Arqueológico recuerdan que "las raíces rompen las estructuras, van a los nutrientes, a la humedad, a los excrementos. Son hierbas que no se pueden arrancar, hay que eliminarlas con herbicidas, cortarlas y, si no se puede extraer la raíz, pues dejarla dentro". "Se puede decir -añaden- que a las plantas les gustan los edificios antiguos. Lo importante aquí es que haya un compromiso de mantenimiento".

Edificios de San Mateo, la plaza Belén, la puerta de Rota, Juana de Dios Lacoste, calle Muro, palacio Riquelme, San Lucas, Espíritu Santo, Catedral... El licenciado en Biología y Máster en Museología Manuel García Sáez apunta que la biología "forma parte del conjunto de ciencias aplicadas al estudio de los agentes de degradación que afectan a los materiales que conforman los bienes culturales, en este caso las rocas monumentales, óptimos substratos de crecimiento para los organismos vivos, y en concreto, a los del reino vegetal". García Sáez destaca que las raíces, al crecer, "actúan como zapadores que van socavando las juntas y oquedades de la piedra, siendo el caso extremo la fuerza extraordinaria que pueden llegar a ejercer las plantas vasculares leñosas (lignificadas, tipo árbol ó arbusto), alcanzando presiones internas de hasta 15 atmósferas capaces de mover sillares de algunos cientos de kilos. La segunda acción, la de naturaleza química, puede tener gran trascendencia, perfecto caldo de cultivo para el asentamiento de todo tipo de microorganismos". A esto añade el investigador que el agua "es el vehículo de casi todos los demás agentes de alteración que inciden en la conservación de un bien cultural cualquiera". El biólogo recomienda "acometer labores periódicas de conservación preventiva" tras las pertinentes actuaciones.

El también historiador Manuel Romero Bejarano se queja de que desde el Consistorio "no se hace nada por evitar el problema. ¿Quién se va a querer comprar una casa en San Mateo tal como está? Si los monumentos se descuidan, te salen higueras. Es una cuestión de mantenimiento. Si los pájaros llevan la semilla, como en las piedras hay tierra, pues algo crecerá. En todo lo que se abandone, la planta agarra y abre el edificio, lo que conlleva filtraciones de agua. La planta es un síntoma de la ruina".

Antonio López, deán de la Catedral, apunta que "siempre tenemos un mantenimiento, pero por los excrementos de las palomas, en cuanto llueve, crecen las hierbas enseguida. En San Marcos y en San Lucas ahora mismo hay algo, pero tenemos que esperar a que pase el verano para que se seque la vegetación y eliminarla. Es un mal que nos ha perseguido siempre".

El presidente de los vecinos del Casco Histórico, Alejandro González, destaca de que "no sólo sufrimos los vecinos del barrio su mal estado, sino también los que pasan por aquí", y recuerda que no sólo está copada por la vegetación la plaza Belén, sino "otros muchos solares de la zona, y del resto de la ciudad", para los que exige ya una limpieza.

La historiadora Esperanza de los Ríos, una de las precursoras de la 'Ruta de la barbarie' en defensa del patrimonio, dice que este año "hemos tenido la suerte de que ha llovido poco. Pero esto de la vegetación colgante es algo que ocurre desde hace tiempo. Se podría decir que son paisajes históricos vegetales. Evitarlo está en manos del Ayuntamiento, Obispado y hermandades", y advierte de que estas hierbas "no se pueden arrancar porque se destroza la piedra. Pero como nos coja un año de lluvia... Recuerdo un año que el techo de San Dionisio parecía un campo de fútbol de lo verde que estaba".

Desde la delegación de Infraestructuras apuntan que los edificios municipales, históricos o no, "son mantenidos por el Ayuntamiento. Los que no son municipales, es obligación de cada propietario mantenerlos, sin perjuicio de que el Consistorio conmine a hacerlo a quienes no se hagan cargo de ellos. Los propietarios de terrenos, construcciones y edificios tienen el deber de mantenerlos en condiciones de seguridad, salubridad y ornato público, realizando los trabajos y obras precisos para conservarlos o rehabilitarlos, a fin de mantener en todo momento las condiciones requeridas para la habitabilidad o el uso efectivo".

Sea como fuere, estos 'jardines' son una imagen habitual que a ningún paseante sorprende, pero que se va comiendo las entrañas de nuestra historia.

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