Jerez

La tertulia "El Tabanco"

La tertulia "El Tabanco"

La tertulia "El Tabanco"

No hay mejor descripción de la profunda relación sentimental que mantuvieron el jerez y la ciudad del Manzanares durante las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XX, que el famoso chotis 'Madrid', que en su letra dejaba claro que el vino de jerez, y no otro, "bañaba" las calles de la capital de España.

Unos de los principales responsables del éxito de este romance fueron las decenas de comerciales de bodegas jerezanas que, afincados en la capital, captaron para nuestra causa a cientos de madrileños y enamorados del jerez venidos del mundo entero.

La única bebida oficial del tabanco es el "vino de jerez", según sus propios estatutos

El laboratorio de esta "movida jerezana" estaba en la antigua oficina de los Exportadores de Jerez, situada en la madrileña calle Velázquez; y como de otras movidas posteriores, de ésta, también surgieron grandes iniciativas culturales, en este caso pro jerezanas, como es la hoy vigente tertulia "El Tabanco".

Fue el recordado Miguel García de Luján, capitán de la jerezanía en el Madrid del siglo pasado; el germen de este grupo de amigos que, desde hace cinco décadas, se reúnen todos los sábados del año sin excepción, de 13,00 a 14,30 horas.

Este último sábado, tuve la oportunidad de ser invitado esta tertulia, que actualmente se celebra en el bar Pacerom, en la calle Ayala nº 108, en pleno Barrio de Salamanca.

Cuando llegué a la sede de este tabanco, en seguida reconocí a sus miembros, no fue difícil. Todos iban impecablemente vestidos, y portaban una copa de fino en la mano. Lo primero que me contaron fue que, esta reunión, a diferencia de lo que nos pasa al resto de los mortales, no necesita de la mensajería instantánea para que todos estén en el sitio indicado a la hora indicada, ya que nunca se convoca a nadie, "todo el mundo sabe que los sábados a la una de la tarde se abre el Tabanco".

Ese día, a pesar del frío que tiene conquistado el clima madrileño, no hubo mal quórum, estando presentes a mi llegada Salvador Rivero, Santiago Uhagón, Augusto Conte, Manuel Fernández, Indalecio Serdio, Alberto García de Luján, y Jesús Moreno.

Como toda organización que se precie tienen su presidente que, desde hace un tiempo es el querido miembro de la Diáspora, Patricio Pemán Medina, sobrino y heredero en las dotes literarias del autor de 'El divino impaciente', últimamente denostado en nuestra ciudad por la "compañía morada" y afines. Menudos linces del saber.

La tertulia tiene sus propios estatutos, con un artículo 9 que ya quisieran haber redactado los mejores legisladores de la historia: la única bebida oficial del tabanco es el "vino de jerez". Y hasta un escudo, en el que se conjugan la simbología madrileña y jerezana: un oso, como el del madroño, bebiendo de un catavino. Cuando pregunté, Manuel Fernández me dijo "el diseño nos lo hizo el hijo de Patricio, que es arquitecto, y un artesano nos lo talló en madera. Todos los sábados nos lo cuelgan en el rincón del bar en el que siempre nos reunimos". Mientras me lo contaba, apareció una camarera, "¿quieren más fino?", todos asentimos, unanimidad en la sala. "Da gusto escucharlos - dice mientras sirve - sus conferencias son magníficas". Y no me extraña. En la tertulia, lo mismo te cuentan historias de cuando se vendía jerez a espuertas en los sesenta, y la gente "confundía el moriles con el jerez"; hasta leen en voz alta un reciente artículo sobre el auge de la manzanilla, aunque aclaran que "aquí lo único que se bebe, es el fino".

Dice Manuel Fernández que "la tertulia El Tabanco está concebida como lugar de amistad, paz, sosiego y comunicación humana", y estoy de acuerdo. Da gusto ver cómo la pasión por Jerez y el jerez alegra la vida de los miembros de este peculiar tabanco que, como ellos mismo dicen, "si no existiera, habría que inventarlo".

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