El drama de la vivenda

La trastienda de un desalojo anunciado

  • Un matrimonio con tres hijos y sin ingresos, que ocupó una casa vacía, propiedad de un banco, tendrá que dejarla dentro de tres semanas sin saber aún dónde vivirán

Sin trabajo, ningún tipo de ingresos, dependiendo de Cáritas y del Comedor del Salvador para dar de comer a sus tres hijos, el matrimonio formado por Javier Tortosa Iglesias y Pilar Mateos García cuenta que se vieron abocados ahora hace un año a dar una patada a la puerta y meterse en una vivienda desocupada en la calle Canarias, en el corazón de 'El Chicle'. La casa, propiedad de Bankia, estaba vacía desde hacía dos años, cuando los anteriores propietarios tuvieron que abandonarla por el impago de la hipoteca. "Fue la hija de la mujer que vivía allí la que me dijo que la casa estaba desocupada y me animó a entrar", dice Javier. Hace poco la Policía les entregó una notificación, en la que les insta a abandonarla el próximo día 28.

La situación de la familia es ahora desesperada, pero no siempre fue así. Javier, con 43 años, los últimos cuatro parado, es albañil y así se había ganado la vida, como oficial de primera, durante 23 años, hasta que llegó la crisis, el hundimiento del ladrillo y el desempleo. El matrimonio hacía frente a la hipoteca de un piso que habían comprado en la Sagrada Familia y que Javier y su padre habían ido arreglando poco a poco. Ya en el paro, al matrimonio le fue imposible seguir pagando la hipoteca, entregaron su piso, dejaron a deber el resto y buscaron una vivienda en alquiler en la plaza Piquera. Pagaban 350 euros y la Junta les subvencionaba con 140 euros, en este caso porque Pilar tenía entonces menos de 35 años y estaba en marcha el programa de ayuda al alquiler para jóvenes menores de esa edad. Con los 426 euros que cobraba Javier pudieron hacer frente al alquiler durante dos años, pero cuando se acabó la ayuda, de nuevo se vieron en la calle y encima la Junta dejó de pagarles durante los últimos meses las subvenciones. "Nos debe más de 1.600 euros y cuando llamanos preguntando nos dicen que no hay dinero", lamenta Pilar.

Fue entonces cuando Javier, acuciado por las circunstancias, tomó la decisión de ocupar la casa de la calle Canarias. "Yo nunca he tenido problemas con la justicia y a mi mujer y a mis hijos al principio no les quise decir la verdad, dije que la casa me la habían dejado. Luego a ella se lo tuve que decir, pero los niños no saben nada, creen que estamos de alquiler. Ahora les hemos contado que el dueño ha vendido la casa y que nos tenemos que ir". Explica Pilar que un mes antes de meterse en la casa recurrieron a la delegación de Bienestar Social y también a Emuvijesa sin ningún resultado. Ahora han vuelto a ir a la asistenta social. "Lo primero que me preguntó fue: Usted Javier, qué es lo que piensa? Le dije: yo lo que pienso es en un trabajo, porque si tuviera trabajo o un pequeño ingreso para pagar el alquiler no estaría aquí". La asistenta -cuenta el matrimonio- les comentó que no hay viviendas, pero que ella y los niños no se iban a quedar en la calle, que podían alojarles en la casa de acogida, pero que Javier tenía que buscarse otro techo. "Eso fue lo que más me dolió. ¿Cómo van a partir un matrimonio con sus hijos? Nosotros somos una familia unida y nos queremos mucho". Es el único momento en el que a Javier se le saltan las lágrimas. "La asistenta nos comentó que sí tuviéramos algún ingreso, sí nos podrían ayudar con el alquiler, pero si tuviera ingresos no estaría de okupa. Yo con 400 euros me busco la vida o si me dejasen un alquiler de 50 euros, los saco de donde sea. Nosotros no queremos que nadie se moleste pero ya le dijimos a la asistenta que haríamos lo que hiciese falta siempre contando la verdad".

A Javier le gusta decir que está desempleado, pero no parado. Vende los domingos en el mercadillo de la Alameda Vieja, se va a buscar chatarra, recoge coquinas, higos o caracoles y los vende entre sus vecinos. "Nunca hemos tenido problemas con ellos. Yo me crié en este barrio y antes de entrar en la casa que hemos ocupado hablé con los vecinos y les dije lo que pasaba. Todos nos animan y nos apoyan. Saben que somos una buena familia".

Cuenta que en estos años no ha dejado de buscar trabajo, hizo un cursillo en Cáritas y se sacó el carné de manipulador y ha echado muchísimos currículums. "Pero todo está muy mal, si te salen cuatro chapuzas tienes que hacerlo muy barato porque la gente tampoco puede pagar mucho, pero yo no me rindo". Aseguran Javier y Pilar que ahora hay gente que les anima a que tiren otra puerta y entren en otra casa desocupada, "pero eso no lo vamos a hacer seguro. Lo hicimos por nuestros hijos, pero así tampoco se puede vivir, con miedo. Otros te dicen que te pongas en la puerta del Ayuntamiento, pero nunca haría pasar a mis hijos por esa fatiga. Cuando venga la Policía nos iremos, no vamos a resistirnos y lo dejaremos todo como lo encontramos". Y agrega Javier: "Queremos que la Policía nos entregue un escrito poniendo que todo está igual. Nosotros no vamos a dejar todo roto ni a llevarnos nada que no sea nuestro".

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