Jerez

La triste vida del disidente Roberto

  • Vino con la promesa de una nueva etapa, pero vive de la caridad en plena calle

Ha pasado ya cerca de un año desde que pisó España y ahí anda el tío, arrastrando dolores y achaques, renqueando de una pierna y muleta en mano, yendo y viniendo de un lado a otro, llamando a puertas que nunca se abren y recurriendo a la generosidad del vecino. Roberto Alejandro López Rodríguez (La Habana, 1961) es uno de aquellos disidentes cubanos que abandonaron la isla y se exiliaron en España merced al acuerdo entre el régimen de Castro y la iglesia católica de la isla caribeña. España era uno de los destinos de los disidentes y España les prometió el oro y el moro: un piso, una pensión de 500 euros y un certificado de asilado político que les permitía trabajar para su plena integración.

El 8 de abril de 2011, Roberto pisó el país. Y no ha visto todavía ni el pisito, ni la pensión de 500 euros, mi hermano, y lo único que ha pasado ante sus ojos de esas promesas de Zapatero ha sido la calle. "Nos cogieron y nos soltaron, como a perros. Estaba yo ese 8 de abril en el aeropuerto José Martí de La Habana, con mi camisa blanca y pantalón. Subimos a un Boeing 747 junto a 37 presos políticos más e hicimos doce horas de vuelo hasta Madrid. Luego, me dieron 800 euros y me metieron en un tren durante ocho horas hasta llegar a Puente Genil". Y de Puente Genil a Córdoba. Y de Córdoba a Huelva. Un disidente perdido sin techo en país desconocido, frecuentando albergues y comedores sociales. Y de Huelva a Sevilla, luego a Cádiz y, por fin, Jerez.

Roberto tiene sangre española. Tiene ascendencia gallega, de Noya, un pueblecito donde vivió entre viñedos su abuelo Nicolás López Carballeira, comunista él, que se vio obligado a exiliarse por orden personal del propio Franco. Nicolás marchó a Cuba en busca de un porvenir. Su hijo Juan Carlos, padre de Roberto, fue también hombre valiente que se enroló con Ernesto 'Che' Guevara en calidad de jefe de escoltas. Murió poco antes que el 'Ché' cuando formaba parte de la guerrilla cubana en Bolivia contra la dictadura de Barrientos, en algún lugar de la provincia de Cochabamba. Treinta y siete años tenía Juan Carlos cuando se encontró con la muerte.

Roberto es profesor de música. O era, al menos en Cuba. Formó parte de grupos opositores al régimen de Castro, metiéndose en una 'patata caliente' como dicen allá, mi hermano. En la isla formaba parte del grupo 'Moncada', para el que escribió una canción protesta que remitió al mismísimo Fidel: "Era una sátira llamada 'Arese', en la que se hablaba un poco de cómo Cuba era pionera en muchos aspectos, pero cómo se fue estancando y retrocediendo con el régimen. A las setenta y dos horas, fuimos detenidos por la policía política". A Roberto le cayeron veinte años, pero al cumplir los diez primeros, poco después de la muerte por huelga de hambre del carismático fontanero y preso político Orlando Zapata, recibió esta 'invitación': "O te vas al carajo para España o te quedas aquí dentro veinte años".

¿Cómo es la cárcel? "La cárcel no es un hotel en ningún sitio. En Cuba, sus cárceles encierran algo siniestro, de horrores... Castro da una falsa imagen de Cuba en el mundo. En La Habana, la bonita ciudad de la que procedo, hay muchos barrios marginales, chicos y chicas que se prostituyen por unos zapatos, y muchísima corrupción".

Roberto venía atraído por la promesa de las autoridades españolas de iniciar una nueva vida y ayudar a su familia y se encontró con un país en su peor momento. En Cádiz, una mala caída le dañó la cadera. Necesitó de cuidados médicos durante algunos días. Su andar es torpe, ayudado por una muleta, aunque el dolor más agudo le atraviesa la pierna hasta el pie. Sus recuerdos de Cádiz son muchos. "Una ciudad tan parecida a mi pequeña La Habana, con un carnaval que creo que es el mejor del mundo".

Una noche cualquiera vino a Jerez. Le asombró la acampada de los jóvenes del 15-M. "El movimiento me abrió mi manera de pensar y actuar".

Cuando los jóvenes del 15-M abandonaron el Arenal, Roberto fue acogido por el colectivo de personas sin techo que aún mantienen una acampada en la plaza. Allí conoció a José Manuel, a Pablo, "que es como un hermano", y por supuesto a María del Carmen, la buena de María, que luchó lo indecible para que Roberto tuviera un hueco en el albergue de Jerez. Roberto tiene allí, en el Arenal, a una gran familia. "Cada uno de los que vinimos ha corrido suerte distinta. Yo, al menos, puedo decir que, pese a todo, aquí me encuentro feliz".

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