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Lo importante no es lo que se promete sino el relato que se construye para justificar que se incumple. Por un "bien superior"; para evitar un "mal mayor". Lo vivimos en las últimas elecciones generales -en la versión del 15 y en la del 16- y, a sólo unos días del arranque oficial de la campaña del 28 de abril, la carrera de los candidatos comienza con un curso acelerado de vendaje. Porque las heridas llegarán. Pedro Sánchez no irá a rezarle a la Virgen del Rocío como hizo Susana Díaz hace cuatro años con mucha mejor fortuna que el 2 de diciembre, pero sí irá a Dos Hermanas, el feudo milagroso de los socialistas, para poner a prueba las encuestas que semana tras semana sitúan al PSOE como fuerza más votada y con opciones explorables para gobernar a diestra y siniestra.
Si votamos como dicen los gurús que lo haremos, Pedro Sánchez podría formar gobierno con la izquierda de Pablo Iglesias y con los nacionalistas. Estaríamos ante el Gobierno Frankenstein del que alerta la derecha -es el leit motiv de Javier Maroto por el PP y Albert Rivera por Cs en estos primeros compases electorales- y sólo sería factible si el actual presidente hace una enmienda a la totalidad sobre el "no es no" con que este fin de semana ha garantizado que no habrá referéndum en Cataluña, ni concesiones a los golpistas ni recorrido al margen de la Constitución.
Si mira a Ciudadanos, a la opción de pactos que se está consolidando como la preferida por los votantes, tendrá que ser al líder naranja a quien le toque digerir el sapo de la rectificación. Después de asumir el coste de la foto en Colón con PP y Vox, Rivera se ha empeñado en virar a la derecha para situar su principal línea roja sobre la supervivencia del ave fénix del PSOE. ¡Justo cuando el sanchismo ha demostrado su resistencia darwiniana en el territorio comanche andaluz!
Y todo ello cuando un exultante Ortega Smith asegura en Granada que tienen encuestas internas que sitúan a Vox por delante de Cs y, en algunas provincias, "hasta por delante del PP". Todo ello cuando los ya rutinarios sondeos periodísticos de los lunes radiografían la volátil situación de Madrid con la foto más temida -y más buscada- del tablero de pactos: la reedición del tripartito del 2-D con que el PP desalojó al PSOE de San Temo y Pablo Casado sueña para reconquistar Moncloa. Admitámoslo: nada vale la palabra dada; ni la maldita hemeroteca; ni el programa. Son números y aritmética: gobernará quien pueda. Voto útil y voto del miedo. Todos apelan a lo mismo y todos se vacunan contra lo mismo.
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