CHICK COREA | OBITUARIO

Chick Corea: Adiós al guerrero romántico

  • Uno de los mejores músicos y pianistas de jazz de todos los tiempos deja un impresionante legado. Activo hasta el final, nunca tuvo que contemplar con codicia su propio pasado

Chick Corea en 2015 con dos de los premios Grammy que obtuvo en su carrera.

Chick Corea en 2015 con dos de los premios Grammy que obtuvo en su carrera. / Paul Buck (Efe)

Lo mejor que se puede decir de Armando Anthony Corea ahora, cuando acaba de fallecer a los 79 años el pasado 9 de febrero a causa de un fulminante cáncer, es que hasta su muerte fue un músico que casi nunca tuvo que contemplar con codicia su pasado. Sin ir más lejos, su reciente Plays (Concord Jazz; 2020) lo mostraba en piano solo y en excelente estado, rindiendo tributo a su santoral –de Mozart a Gershwin, de Scriabin a Bill Evans, pasando por Tom Jobim, Stevie Wonder o Thelonious Monk– y evocando su propio y valioso repertorio. Una apreciación a considerar cuando hablamos de uno de los recorridos más activos, celebrados y eclécticos del jazz contemporáneo, asociado en distintos momentos tanto al free como a las músicas latinas y el flamenco, al jazz-rock como al formato acústico o a la referencia clásica. En cualquier caso, música única y sin etiquetas, como el propio Corea gustaba recalcar.

Nacido en Chelsea, Massachusetts en 1941, su padre, trompetista en una banda de dixieland, le inculcó una pasión por la música que el joven Chick desplegó primero empapándose de los discos de Bud Powell y Horace Silver y más tarde estudiando piano, hasta instalarse en Nueva York y formarse en 1962 en la prestigiosa Juilliard School of Music. Su labor en los grupos de Mongo Santamaría y Willie Bobo enfatizó su interés por los ritmos latinos, abriendo también la espita de una prolífica carrera como compositor.

Entre 1964 y 1966 trabajó con el trompetista Blue Mitchell, junto a quien grabó más temas de propio cuño como el modal Straight Up and Down. Incansable explorador, profundizó en música clásica y latina de la mano de partituras como Armando’s Rhumba aunque su verdadera explosión coincidió con su debut como líder – Tones For Joan’s Bones (1966) – y, sobre todo, con los soberbios Now He Sings, Now He Sobs (1968) y The Song of Singing (1970), ambos en trío. Sin cerrar la puerta a colaboraciones de relumbrón – Stan Getz, Sarah Vaughan… -, Corea se centró luego en la música de Miles Davis de la mano de los seminales In a Silent Way (1969) y Bitches Brew (1970), padres de la fusión de jazz y rock. En 1971, declaró su compromiso con la Iglesia de la Cienciología de L. Ronald Hubbard. Denunciada en numerosa ocasiones a causa de estafas, amenazas, falsificaciones, delitos fiscales o sexuales, Corea mantuvo su compromiso espiritual -y económico- con la misma hasta su muerte.

Corea al piano en un concierto en Polonia en 2017. Corea al piano en un concierto en Polonia en 2017.

Corea al piano en un concierto en Polonia en 2017. / Maciej Kulczynski (Efe)

El free y la improvisación colectiva fue la siguiente estación de su itinerario y el grupo Circle, junto al también maestro Anthony Braxton, Dave Holland y Barry Altschul, plasmó sus pretensiones en 1971. El mismo año ya había publicado en ECM dos discos de Piano Improvisations donde mostraba su estilo colorista y riguroso sustentado en una excelente técnica. Un inicial álbum de duetos con el vibrafonista Gary Burton – Crystal Silence (1972) – dio paso a una de sus aventuras más populares y productivas: Return To Forever. Su exquisito trabajo homónimo de 1972 o el brillante Light As A Feather (1973) dieron paso a un cambio de formación, más volcada en el eléctrico jazz-rock en una época dominada por este modelo y amenazada por la sombra del efectismo. En 1976, Romantic Warrior (veo a los músicos como los últimos guerreros románticos, dijo en cierta ocasión) marcó su cumbre comercial a la vez que Corea retomaba su amor por la cultura latina y española en My Spanish Heart. No en vano, declaraba sentirse como en casa cada vez que visitaba nuestro país. En cambio, los resultados musicales no se puede decir que brillaran a gran altura. Algo similar a lo ocurrido con los publicitados encuentros con su amigo Herbie Hancock en sendos álbumes (1978/79) de duetos de piano.

Durante la década de los ochenta, Corea siguió dando rienda suelta a su pluralidad a través de inteligentes retornos a sus raíces -Trio Music (1982) o Trio Music. Live in Europe (1984)-, de alianzas de menor repercusión con Friedrich Gulda, Steve Kujala o Nicolas Economou, de distendidos reencuentros como Echoes of an Era de 1982, de su determinante encuentro con Paco de Lucía en el desigual Touchstone (1982) y de líneas que armonizaban sus vertientes acústica y eléctrica: la Akoustic Band y, sobre todo, su divulgada Elektric Band con la que volvió a reforzar su impacto de público.

Paco de Lucía, Niño Josele y Jorge Pardo son algunos artistas flamencos con los que subrayó su veta latina

En otro de sus frecuentes giros, Corea relanzó durante los noventa la acústica en distintas formaciones, Origin (1999) entre ellas, asumiendo además el control industrial de la mano de la creación en 1996 de su discográfica, Stretch Records, distribuido por Concord. En su marca, volvió a dar repetidas muestras de su apego por el trío de piano de la mano del New Trio (2001) con Avishai Cohen y Jeff Ballard, o de Five Trios (2008), una compilación de seis discos centrada en esta estructura y publicada en el mercado japonés. Más registros en piano solo, la reunión con Eddie Gomez y Paul Motian en homenaje a la obra de Bill Evans con Further Explorations (2012), rescates de Return To Forever (2012) o el proyecto The Vigil (2013) precedieron a la enésima reencarnación del trío: el aclamado triple álbum Trilogy (2014), junto a dos de sus colaboradores en la Five Peace Band, el contrabajista Christian McBride y el batería Brian Blade. El brillante balance quedó respaldado tanto por un premio Grammy, que forma parte de los 23 que conquistó, como por un segundo volumen publicado en 2019.

Además, The Spanish Heart Band (2019) subrayó por enésima vez su veta latina, junto a representantes flamencos -Niño Josele y Jorge Pardo-, el cubano Carlitos del Puerto y el venezolano Luisito Quintero. De todos ellos se despidió en su web: "Ha sido una bendición y un honor aprender y tocar con todos vosotros. Mi misión siempre ha sido traer la alegría de crear allí donde pudiera, y haberlo hecho con todos los artistas que admiro. Esta ha sido la riqueza de mi vida". Con este impresionante legado, nadie puede dudar de que Chick Corea la alcanzó holgadamente.

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