Festival Interestelar | Crítica

Pasando de todo, pasándolo bien

  • La primera jornada del Festival Interestelar transcurrió con una programación musical demasiado uniforme, pero que miles de personas disfrutaron en unas impecables instalaciones y rodeadas de un gran ambiente festivo.

Con extrema puntualidad comenzó a sonar el funk heavy de Los Invaders en el escenario Coolway, el tercero de ellos, con poco más de una docena de espectadores; pero  la verdadera llave de oro que abrió el Festival Interestelar apareció quince minutos más tarde con Morgan en el Cruzcampo, uno de los dos enormes escenarios que acogían a las bandas más importantes. Este año, además de la novedad de cambiar el acceso al recinto, por la entrada principal del CAAC, en la Avenida de Américo Vespucio, otra importante ha sido el cambio de ubicación de los dos escenarios principales: mientras el J&B seguía en el sitio habitual, esta vez el Cruzcampo estaba presidiendo la pradera, orientado transversalmente al otro. La carpa Obbio, para los DJs, mucho más grande y estética, estaba sobre el agua del estanque de la entrada.

Cuando comenzaron a sonar las notas que tanto recuerdan a Pink Floyd que abren Planet Earth, el público asistente al concierto de Morgan se apretaba en las primeras filas, las únicas a las que llegaba la sombra del escenario, tras ellas los claros entre los espectadores eran muy evidentes. Con el sol de justicia que reinaba solamente los verdaderos degustadores de la sensibilidad y belleza de las canciones que Nina de Juan entona habían hecho una temprana entrada al festival. Con Sargento de hierro, la única interpretada en castellano, y coreada sin dificultad, dio comienzo el soul de terciopelo de Morgan, que ya no bajó su emocionante intensidad más que en un par de momentos en los que Nina cantaba suavemente acompañándose solamente de su teclado y podíamos escuchar también el bombo de Los Invaders, que desde la lejanía rompía la intimidad que se intentaba crear. Pero el estallido del resto de la banda entrando con ella volvía a meternos de lleno en la belleza de sus canciones, que nos supieron a muy poco cuando Marry you marcó la despedida.

Con La M.O.D.A. y, sobre todo, con Zahara el aluvión que entraba ya se había desbocado, y era un mar de cabezas el que se veía desde las gradas de la zona VIP, atentas a la energía que esta última, con la inestimable ayuda de Martí Perarnau, derrochaba en el escenario. Canciones comprometidas, llenas de inquietudes sociales y quejas sobre el uso del poder machista, servidas de forma excesivamente poppy, que aunque enganchaba a varios miles de espectadores, hicieron huir al que suscribe en busca de sonidos más rockeros. Pero no los encontré, Muerdo y su sonido mestizo eran tan poco apasionantes como las dudas existencialistas de Ivan Ferreiro y Dani Fernández, cantautores atormentados contra los que significó un agradable contraste la alegría con la que Rozalén comenzó lanzando a los cuatro vientos los versos de Benedetti de No te salves. Grandes momentos de reflexión y emoción, sin dejar de lado la diversión, los vividos con Rozalén durante la interpretación de Vivir, de Ahora; pero con Justo nos cortó el rollo por completo. Habla de los desaparecidos en la guerra, centrándose en la figura de Justo, el hermano de su abuela, del que encontraron su fosa gracias a esta canción. Todo un sofocón, que se nos pasó con la alegre La hadas existen, que hizo bailar incluso a la chica que traducía al lenguaje de signos todo lo que Rozalén cantaba y decía. La verbena volvió a decaer con su versión  de La llorona y como al subir El Kanka con ella aquello no tenía visos de remontarse nos retiramos, no sin antes sentir la vergüenza ajena de oír cómo este introducía un corrido mejicano con un ridículo grito de ¿qué pasa, miarma?

En el tercer escenario Kuve presentaba su disco Castillos de fuego, que ya partían quemados desde el principio porque todas las canciones que interpretaba Maryan, hermana de Sean Frutos, el cantante de Second, estaban muy bien gritadas, pero totalmente vacías de contenido. Los propios Second minutos después desgranaron una sucesión de éxitos: En otra dimensión, Rodamos, 2502, haciendo disfrutar con ellas a hordas de entusiastas de un amplio y equilibrado abanico de espectadores nacidos en todas las décadas que van desde los 70 a la pasada. Yo necesitaba algo más fuerte y me lo proporcionó Shotta, que sin cortarse lo más mínimo llamaba hipocresía a lo que los demás cantantes llaman mensaje. Delante de su escenario fue la primera vez del día en que sentí a la audiencia realmente viva; y cuando Shotta, en Sonrisas y lágrimas, rapeaba poderosamente yo paso de todo menos pasarlo mal me di cuenta de que desde que terminó el concierto de Morgan eso mismo es lo que había estado haciendo yo durante todo el festival, aunque no fuese consecuencia de la música.

Y esperaba seguir pasándolo bien con Fangoria, pero la decepción fue absoluta. Anoche Alaska no hizo concesiones a sus canciones de décadas atrás que tanto brillan en nuestra consciencia colectiva y tras abrir con un Espectacular, que se le podía aplicar al del público que la recibió en lugar de a su espectáculo, siguió con una cadena de canciones mediocres, Fiesta en el infierno, Absolutamente, ¿Quién te has creído que soy?, que hacían que los únicos que bailasen en toda la Cartuja fueran sus propios bailarines. Con Historias de amor, la canción de OBK, mucho más familiar para todos, se inició un intento de subida, pero el mal ya estaba hecho. La gente quería pasarlo bien y al inicio de cualquier estribillo alzaba los brazos al aire y se movía, pero apenas durante unos segundos. Canciones como Iluminados o Llorando por ti solo animaban a la gente a abandonar el festival. Quedaban unos escasos 15 minutos de concierto y todo parecía perdido, pero entonces reconocimos las notas de Ni tú ni nadie y todo el flujo de personas hacia la puerta se invirtió, un grito de esperanza salió de miles de gargantas y cuando encadenaron ¿A quién le importa? ahora sí podía verse a toda la pradera bailando, tal como en el Interestelar de dos años atrás con este mismo grupo. El final fue Dramas y comedias, vuelta a las malas andadas, pero ahora al menos la gente se retiraba con una enorme sonrisa.

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