Deshabitando el alma | Manuel Hernández Silva

Merengue, joropo y Mozart

  • El director de orquesta venezolano Manuel Hernández Silva publica un literario e intenso relato autobiográfico

Manuel Hernández Silva (Caracas, 1962)

Manuel Hernández Silva (Caracas, 1962) / manuelhernandezsilva.com

Kálathos es una editorial venezolana residenciada hoy en Madrid (pueden imaginar la razón), que empezó publicando poesía y luego se abrió a la política y la crónica social. A ella hay que agradecer este impagable librito de memorias de Manuel Hernández Silva, un director de orquesta que ha hecho buena parte de su carrera en Andalucía, como titular de la Orquesta de Córdoba (2005-2012), de la OJA y de la Filarmónica de Málaga (2014-2020).

Hernández Silva empieza trazando un retrato breve pero vívido de sus relaciones familiares en la casa de Zaraza y en las diversas residencias que en su infancia y adolescencia ocupó su familia en Caracas. En todas ellas juegan papel esencial los abuelos, especialmente el materno, ese Tetente cuya muerte tanto le impactó.

En el tono personal del relato, escrito en un consciente y alto estilo literario, trufado de anécdotas, se integra con absoluta naturalidad la música, de los ritmos populares aprendidos en casa a la irrupción del gran repertorio clásico a partir de su ingreso en el Colegio Emil Friedman. El cuatro y la viola. Los grupos de amigos y las orquestas. El merengue y Mozart...

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Deshabitando el alma - Hernández Silva

Crítico con el Sistema de Abreu, al que dedicó cinco años de su vida profesional, el director venezolano pasa rápido por su corta experiencia estadounidense para centrarse en Viena, ciudad a la que lo unen dos décadas de vida y en la que estudió, entre otros, con Hatto Beyerle (el violista del Cuarteto Alban Berg) y Reinhard Schwarz, a quien considera su gran maestro en el arte de la dirección.

Aunque este no es un libro sobre música, por él se filtran afinidades y tendencias, entre las que resulta esencial la importancia que el autor concede al ritmo, “fundamento de toda la técnica”, destacando esa especial identidad entre los ritmos ternarios del folclore venezolano y el vals.

Manuel Hernández Silva acabó aterrizando en 1992 en Murcia gracias a su amigo Faustino Núñez. Inició entonces una carrera en España que sigue abierta y es casi radicalmente omitida en este poderoso relato en el que la agilidad del verbo revela a un tan hábil como frugal y contundente contador de historias.

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