Cultura

30 años de 'Danza y tronío'

  • 'Danza y tronío', la coreografía de Mariemma estrenada en el teatro de la Zarzuela por el BNE en 1984, sigue siendo el referente del ballet flamenco

Danza y tronío es la fantasía de Mariemma de cómo fueron los bailes boleros del siglo XVIII. En su forma de ver el asunto, lo bolero y lo flamenco conviven naturalmente. Claro que los flamencos de Mariemma poco tienen que ver con los flamencos de 1984 o de cualquier otra época histórica. Mariemma inventó una forma de bailar el flamenco que aún perdura. Un sello propio: el de una bailarina que hace flamenco. En este sentido, su labor es parecida a la que muchos años antes llevara a cabo La Argentina, a la que reconoce como ídolo y fuente de inspiración. Con la diferencia de carácter entre las dos bailarinas: ambas eran perfeccionistas, frescas, sabrosas. Pero lo que en Antonia Mercé es honda sensualidad en Mariemma es forma. De ahí la denominación de "danza estilizada" que la vallisoletana aplicaba a su baile. Mariemma hace flamenco estilizado y bailes boleros estilizados. Todo ello además, en el caso de la coreografía que nos ocupa, con una partitura firmada por Antón García Abril que, pese a trabajar con melodías de Soler y Boccherini, es más cinematográfica que histórica. Danza y tronío es a la realidad histórica bolera lo que Ben-Hur al Imperio Romano: una bella fantasía, una reconstrucción desde la ética y la estética del siglo XX. Por supuesto que esto no es una crítica: el creador debe estar más allá, o acá, de las realidades históricas.

La verdad es que en el siglo XVIII los flamencos eran boleros y los boleros flamencos, porque eran la misma cosa. Y uno de los grandes bailarines boleros del siglo XIX, Luis Alonso, sabemos hoy gracias a las investigaciones de Manuel Bohórquez, Faustino Núñez y Antonio Barberán que era gitano y hermano del Planeta. Así que lo flamenco y lo bolero eran, en un determinado momento de nuestra historia, sinónimos.

Mariemma, como coreógrafa, como intérprete, es siempre una bailarina: bailarina flamenca, de las que hay tantas hoy, bailarina bolera, bailarina de danzas populares … y es su personalidad la que se impone, más allá de las supuestas enseñanzas recibidas, en el campo que nos ocupa, de El Estampío, Juan Martínez o Francisco Miralles.

La danza española, el clásico español, el ballet flamenco (denominación ésta que ha asumido la Consejería de Cultura, y que comparto como la más ajustada a lo que conocemos de la realidad histórica del género) nació a principios del siglo XX con la labor de Massine y los Ballets Rusos, primero y de Antonia Mercé más tarde. Desde luego que en este proceso debemos incluir el estallido de los bailes nacionales o de palillos y boleros que se dio en el siglo XVIII y que desembocaría, mediado el siglo siguiente, en el nacimiento del flamenco. Tampoco se debe minimizar la labor de grandes coreógrafos europeos decimonónicos como Jean Coralli o Marius Petipa, ni las contribuciones de una larga lista de bailaores bolero-flamencos que conquistaron Europa en la segunda mitad del siglo XIX algunos de los cuales colaboraron estrechamente con estos creadores: Dolores Serral, Mariano Camprubí, Petra Cámara, etc.

Es el mismo caso de, ya en pleno siglo XX, Félix el Loco y Pastora Imperio. El primero inspiró, y tal vez coreografió, no pocos números de El sombrero de Tres Picos; la segunda estrenó la primera versión de El Amor Brujo. Es Mariemma la que proporciona el perfil actual al género, gracias también a su labor como pedagoga. En este sentido, inventó la distinción entre bailes flamencos, boleros y regionales. Una distinción insuficiente, y hasta falsa que, no obstante su validez pedagógica, hay que abandonar a efectos prácticos. En la música y la danza española, y tal vez en las demás, la distinción entre lo popular y lo estilizado es tan inoperante como moralista. Se basa más en prejuicios de clase que en la realidad histórica. El pueblo se alimentó de lo que veía sobre la escena y viceversa. Como hoy mismo. Otra cosa es los que viven en su torre de marfil. Pero, como decía arriba, es una cuestión más moral que real. La magna contribución de Mariemma en el ballet flamenco es también su talón de Aquiles, la causa del inmovilismo actual del género. Lo cual, claro está, no es achacable a la bailarina, cuyo legado, coreográfico, pedagógico, sigue asombrando a las nuevas generaciones de bailarines-bailaores y aficionados.

En sus memorias, Mis caminos a través de la danza (1997), titulo que años más tarde retomaría Daniel G. Cabrero para el documental sobre la bailarina, Mariemma afirma que aprendió la Escuela Bolera de Francisco Miralles y Juan Martínez en París en los años 20. Lo verdad es que Juan Martínez era un bailaor. Es decir, un flamenco. Es cierto que en los años 20 los flamencos y flamencas bailaban la jota y el bolero. El perfil de Francisco Miralles no está lejos de este Juan Martínez, recién llegado de su peripecia por la Turquía de la gran guerra y la Rusia de la Revolución. Miralles fue, de hecho, primer bailarín del Teatro Imperial de San Petesburgo. Está claro que al comienzo del siglo XX la danza española estaba muy solicitada en Rusia. Pero también es cierto que en esta época no existía la llamada Escuela Bolera, denominación que he encontrado por vez primera en el año 1942. Lo que existía era una reminiscencia de los bailes boleros, algunos de los cuales habían evolucionado hacia la estética flamenca, otros permanecían como un resto de una época ya ida, y otros simplemente habían desaparecido.

Con aquellos restos, los Pericet recrearon un repertorio delicioso al que llamaron Escuela Bolera que, en algunos aspectos, poco tienen que ver con los bailes boleros históricos, como por ejemplo en el contenido erótico de los mismos. Mi hipótesis es que Mariemma reconstruyó a su manera, dada su formación de bailarina clásica, este repertorio de los Pericet, conservando la denominación que la familia sevillana patentó. Es decir, la Escuela Bolera de Mariemma es, a mi entender, un invento de la bailarina vallisoletana. Un invento maravilloso. No hay más que ver lo que hizo con la soleá o la seguiriya: esta misma manera de entender el baile flamenco lo aplicó a los estilos boleros preflamencos que los Pericet, milagrosamente, lograron salvar del olvido. Claro que el porcentaje de lo que se salvó, tanto a nivel coreográfico como musical y literario, es ciertamente mínimo.

Danza y tronío se repuso hace cinco años para conmemorar el 30 aniversario de la creación del Ballet Nacional.

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