El lebrijano y Farruquito. Cantaor y bailaor

"El flamenco siempre habla de lo que uno es y de lo que siente"

  • Los intérpretes señalan en esta entrevista el peso de la tradición, hablan de los puntos en común que tienen y comparten sus proyectos para el futuro.

En Londres, lejos de los entornos familiares y domésticos, los artistas que participan en el Flamenco Festival tienen tiempo, entre ensayo y actuación, de hablar con sus compañeros, compartir inquietudes y añoranzas y reflexionar sobre su oficio. Esto ocurre también con Juan Peña El Lebrijano y Juan Manuel Fernández Montoya Farruquito, cuyas trayectorias, aparentemente tan distintas, tienen muchos puntos en común que se entrecruzan en esta charla.

-He aquí dos artistas sevillanos que encabezan junto a otros dos de la provincia de Cádiz (Antonio Reyes y Manuel Valencia) la gala de la Bienal en el Sadler's Wells. ¿Cuál ha sido la relación entre vosotros?

-Lebrijano: Sevilla es Sevilla y Lebrija es Lebrija. Y yo soy de Lebrija, el pueblo donde están mis mayores. El cariño y respeto a la tradición que nuestros mayores representan lo llevamos muy en la sangre los gitanos, y yo lo soy. Lo mismo te puede decir mi sobrino Juan (Farruquito), que es lo que viene detrás gracias a Dios porque su padre, que era un íntimo amigo mío y una bellísima persona, ya no está. Mi carrera profesional la empecé además con su abuelo Farruco. En ese momento yo cantaba con La Paquera, y Farruco y Chocolate también venían. Se llevaban fatal pero se querían mucho, como buenos compadres. Y Farruco era Farruco, como le dije una vez a Pilar López: "Todos son buenos pero Farruco se sale del parchís". Era único. Cuando presentamos mi disco Persecución, mientras yo le cantaba Caravana de gitanos, bailó de un modo extraordinario y se caía el Lope de Vega, que es el teatro de mi vida. Y todo eso que Farruco significó un día en el baile lo significa ahora su nieto, quién mejor que él.

-¿Le pediría Farruquito a Juan Peña que le cantara para el baile como le cantó a su abuelo?

-Farruquito: Para mí sería un regalo que mi tío Juan me cantara, pero muchas veces el respeto hace que uno no se atreva a pedir algo así.

-L.: Le canté una vez por bulerías y me encantaría cantarle siempre. Durante cinco años fui cantaor de Antonio Gades y desde entonces no lo he vuelto a hacer. Yo a Farruquito le montaría algo especial, pero si hace falta le canto en la próxima Bienal.

-¿Qué puede avanzar Farruquito de ese Baile moreno que se verá el 24 de septiembre en el Maestranza y para el que la Bienal ha vendido ya más de 500 entradas?

-F.: Mucha gente conoce mi herencia materna, a mi madre y mi abuelo Farruco. Pero nadie sabe el peso que han tenido en mi baile mi padre y mi abuelo paterno. Mi familia paterna eran gitanos tratantes de caballos que cantaban y bailaban de forma muy auténtica en su casa y en las fiestas, con tanta verdad como en la profesión aunque no se dedicaron a ello. A mi padre le llamaban Juan el Moreno, yo a mi hijo le he llamado El Moreno, y quiero contar la influencia que va desde mi padre hasta mi hijo. Por eso incluiré unos tangos que hacía mi bisabuelo Juanillo de Bronce con melodías suyas y letras que le dedicó a su mujer. Rescataré cosas que he escuchado desde chico, recuerdos familiares que van ligados al campo, al caballo y al cante. Mi familia procede de Almonte aunque ya hace tiempo que se instalaron en Benacazón, donde todavía está la cuadra en la que mi padre tenía sus caballos. Mi padre le vendió uno al tío Manuel Molina, que me dijo un día algo muy racial: "Tu padre y yo nos tratábamos como hermanos. El me vendió un caballo que nunca le pagué y yo le presté un dinero que nunca me devolvió".

-¿Cómo concilian el papel de la tradición con la apertura al arte del tiempo en que viven?

-L.: Para mí la transmisión tiene un peso importantísimo, es conectando con la raíz como se hacen las grandes cosas. Estuve trabajando cinco años con Pastora Pavón, la Niña de los Peines, una reina de la melodía que me dejó una casa en Sevilla y me ayudó en unos años difíciles para mí. Fue a finales de los años 60, antes de irme yo a trabajar con Antonio Gades, y para cuando publiqué en 1969 el disco De Sevilla a Cádiz, con las guitarras de Paco de Lucía y Niño Ricardo, esa influencia de Pastora ya estaba muy presente, al igual que Farruquito no puede sustraerse cuando baila, aunque haya visto a tres mil bailaores más, de la huella de su abuelo. Pero hay que estar atento a muchas cosas distintas, a otras formas de arte, a otras músicas. Recuerdo que cuando trabajé con él, y todo el mundo decía ya que era un fenómeno, Gades se escapaba a La Scala de Milán a ver a bailarines de tercera para aprender de ellos.

-F.: Antes de que nacieran mis hijos me vine con mi esposa unas semanas a Londres a estudiar inglés y aproveché para ver un musical cada noche y aprender de otros intérpretes. He visto bailar a artistas increíbles de todos los géneros pero, sí, contra las raíces de uno no se puede luchar. Intento contar en cada espectáculo nuevas historias pero desde lo que soy, y al mismo tiempo, trato cada vez de llegar más a mí. Farruco no fue sólo mi maestro: fue mi abuelo, mi amigo, mi confidente. Y el flamenco precisamente habla de eso, de lo que uno es y de lo que siente, por eso es inevitable mirar atrás y a tu gente.

-Hemos hablado de Gades. ¿Se ve Farruquito un día coreografiando para otros y al frente de una gran compañía de baile?

-F.: La gente me tiene encasillado como un bailaor flamenco y ya está. Pero yo no me siento así. Desde los 15 años he hecho la coreografía, la música y la letra de todos mis espectáculos. No he coreografiado todavía para otros artistas pero ya siento la necesidad y por eso estoy formando una compañía internacional con artistas que me interesan de todos los países, como Brasil y Japón, donde voy dando cursos. Pero de baile flamenco, sin meterme en el terreno de la danza clásica o contemporánea, que me dan mucho respeto. Creo que desde el flamenco, que es lo que sé hacer, se puede hacer una gran compañía internacional con la calidad de un ballet clásico.

-También en la Bienal, el 18 de septiembre, José Valencia encabeza un homenaje a aquel disco mítico, De Sevilla a Cádiz. ¿En qué consiste la participación del Lebrijano ?

-L.: Tendrías que preguntárselo a Joselito Valencia que es quien lo está organizando. Yo estoy montando algunas músicas para hacer las transiciones de los temas y siento mucha curiosidad. Joselito tiene una voz fantástica y será un gran espectáculo que ganará además en colorido gracias a la coreografía de Pastora Galván, que es una bailaora muy flamenca y que me gusta mucho.

-Cae el telón, termina la gala. ¿Qué valoran más en esa hora el uno del otro?

F.: Con todos mis respetos, el tito Juan siempre se desnuda completamente cuando canta. El es verdad y autenticidad en el escenario, con todo lo que eso conlleva.

L.: Yo me he dejado la vida cantando. Lo he dado todo sobre las tablas. No me he guardado nada de lo que sentía y eso también, Juan, te está pasando a ti.

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