Mala Rodríguez | Rapera

"Tener tanto éxito siendo una niña me sentó mal, hice demasiado el mongolo"

  • La artista publica 'Cómo ser Mala', unas memorias en las que evoca su recorrido desde el primigenio 'underground' sevillano hasta el trono del 'hip hop' en español

Mala Rodríguez (Jerez, 1979), en una imagen promocional de su libro.

Mala Rodríguez (Jerez, 1979), en una imagen promocional de su libro. / M. G.

Acaba de publicar unas memorias en las que define a C. Tangana como un "meme de gatitos", confiesa que un empresario mexicano al que conoció durante una fiesta le regaló un kilo de cocaína o recuerda cierta visita a un local de intercambio de parejas. Pero, lejos del espejismo del salseo permanente, Cómo ser Mala (Temas de Hoy) es un texto íntimo, a veces desordenado –como la vida misma–, conciso y al grano, en el que María Rodríguez, Mala Rodríguez, reina indiscutible del hip hop (en) español, hace balance del camino recorrido con esa mezcla de vulnerabilidad, fiereza y chulería que ha estado presente en su música desde que, siendo una "niñata total", echó la puerta abajo hace 21 años con Lujo ibérico.

–El libro transmite serenidad, es la voz de una persona en paz consigo misma... después de un proceso difícil...

–Para escribir un libro sobre tu vida tienes que estar en un momento de calma. Es complicado contar algo sin que lo hayas resuelto. Hace tiempo alguien me dijo: en la vida sacarás lo que metas nada más. Vivo con la convicción de que cuanto más pones, más recoges. Es gratificante darlo todo. Poco a poco en mis discos me fui atreviendo a desnudarme y me hizo muy feliz. Y con este libro, igual.

–Afirma que si una mujer quiere intentar igualar a un hombre, mejor que no tenga hijos. En su lucha por encontrar cierto equilibrio entre su faceta profesional y su papel de madre, ¿quién ha tenido que renunciar más, la Mala o María?

–Cualquier mujer que forma una familia sacrifica mucho para poder estar a la altura en cualquier campo, ya sea ejecutiva, doctora, maestra, lo que sea. Nos toca cargar con más obligaciones.

–"Si vais a estar cerca de la droga prefiero que la vendáis antes que metérosla", le dijo una vez a sus hijos. ¿Con los pedagogos qué tal se lleva usted?

–Ay, yo es que siempre digo burradas. Para mí escribir el libro ha sido un divertimento, porque yo si no me divierto, si no me lo paso bien, no aprendo, y entonces me voy a la cama pensando que el día no ha valido para nada. Y que sepa que mis niños son los primeros en reírse de mis cosas...

–No, si no lo decía porque me escandalizase leerlo...

–¡Bueno, a ver, un poco escandaloso es! Coño, tampoco vamos a negarlo... Lo que está claro es que jamás haré apología de la venta de droga, es una broma. Yo soy así, soy una cachonda.

La artista sevillana, en el retrato que ilustra la portada de su libro. La artista sevillana, en el retrato que ilustra la portada de su libro.

La artista sevillana, en el retrato que ilustra la portada de su libro. / M. G.

–Dijo usted no muy taxativamente al ofrecimiento que le hizo Gustavo Santaolalla, productor de mucho éxito, de ponerse a los mandos de la grabación de su primer disco. ¿Eso fue seguridad en usted misma o inconsciencia?

–No, hombre, de eso nada. En todo caso fue videncia [risas]. Cuando tú sientes algo, cuando sientes de verdad algo, cuando sabes lo que buscas, no hay tu tía. Creo que por eso a mí siempre me han amado en Universal, mi sello, siempre me han querido como soy, me han aguantado las tonterías, han entendido mis tiempos. Y no es que haya hecho siempre lo que a ellos les habría gustado. Que ese es otro tema. Ponerme un A&R a mí nunca ha sido fácil. Y así es como se hacen los discos hoy, y antes también, vamos: te dicen con quién trabajar y con quién no, te produce éste, te escribe las letras aquél, y el de más allá te dice cómo cantarlas... Pero yo quería hacer otra cosa: lo mío, ni más ni menos, y a mi manera, y creyendo en ellas. La música tiene que ver con cómo tú eres de verdad, y si no expresa eso para qué perder el tiempo engañando a nadie. Me he arriesgado bastante, esa es la verdad, pero no he sido nunca muy paranoica ni muy perfeccionista, yo me dejo mucho llevar, me gusta seguir el flow, confiar en la intuición.

–La del rap y el dinero es una relación larga y delicada, no siempre bien comprendida...

–Sí, porque en los orígenes era una música de gente que venía de abajo. Pero tampoco se puede decir: ahora sólo puede rapear la gente que viene de la guerra de Kosovo. Esto va de sentir, de contar algo real, y contarlo con estilo.

–Afirma: "No existe una educación financiera para los que venimos de abajo". Y más adelante: "El dinero no te cambia, sólo te delata". En su caso, ¿qué le ha revelado el éxito financiero?

–Ha sido sobre todo un reto porque me ha obligado a formarme, a responsabilizarme y a entender que debemos intentar devolver lo que nos llega. Yo digo con orgullo que no tenía nada y llegué a tener muchísimo, aunque en otros momentos me quedé con poquísimo. Es bonito partir de cero, hacer mucho dinero y sentirte dueña de tu vida, de tu tiempo. A decir esto sin complejos también me ha enseñado el dinero, mira.

–Hay un pasaje en el que admite que le abruma cuando se habla de usted en términos de pionera. Y se acuerda entonces, con enorme respeto, de Arianna Puello, que a usted la marcó a fuego. Ella llegó tal vez demasiado pronto...

–Ari vivió otro mundo, ella estaba aún en una especie de gueto, tuvo éxito pero su voz no salía de un entorno, de un target muy limitado. Era buenísima, hizo un disco rompedor. Sin ella, yo no hubiera sido yo. Recuerdo el momento en que descubrí su música y me dije: ¿quién es esta niña? Fue conmovedor. Por eso es importante tener referencias, eso que dicen las feministas, las que no tienen tantas teorías, que entonces me pierdo: para que desde pequeños sepamos que se pueden hacer las cosas. Todos observamos, todo el rato, de eso habla la canción de La niña. Siempre hay un niño que está mirando, y eso a los adultos, en nuestro mundo de cosas muy importantes que en realidad son ridículas en su mayoría, a veces se nos olvida.

Mala Rodríguez, en una imagen incluida en 'Cómo ser Mala'. Mala Rodríguez, en una imagen incluida en 'Cómo ser Mala'.

Mala Rodríguez, en una imagen incluida en 'Cómo ser Mala'. / M. G.

–¿Y si a usted no le hubiese ido tan espectacularmente bien en el rap? ¿Lo ha pensado alguna vez, qué sería de su vida?

–A lo mejor estaría coja y viviría en Suecia. ¡Yo qué sé, tío! Esa es una pregunta un poquito Rick y Morty, ¿no? ¡Fallos en Matrix!

–Vamos, que no había plan B cuando se fue a Madrid con una mano delante y otra detrás para intentar triunfar en el rap...

–En aquel momento no, y como en aquel momento no lo había... A veces me dicen: te lo mereces, te lo mereces. Y mira, yo no tengo eso tan claro. Sí, cariño, me lo merezco, y tú te lo mereces, y todo el mundo se lo merece, todo. Hay mucha gente con mucho talento, hay mucha gente que además de talentosa es muy trabajadora y luego qué... El sueño americano es injusto y es cruel, incluso. Porque realmente la suerte también existe. Y el timing, estar en el sitio adecuado en el momento adecuado. Son tantos factores...

–Sus comienzos fueron durísimos. Y habla de su depresión y del brote de esquizofrenia que sufrió durante su primera gira con suma naturalidad...

–Me gusta que me hables de eso porque para mí es de verdad muy importante, de algún modo me siento obligada a compartir mi experiencia. Yo era una niñata cuando saqué mi primer disco, una niñata total. A veces tenía dudas, no sabía qué hacer, le preguntaba algo a mi madre y me decía búscalo en el diccionario. Y me fui sola a Madrid, a la pura aventura, sin padrino, sin mánager, sin nada. A veces me vienen recuerdos de aquellos momentos y... joder, me sigue pareciendo emocionante y fuerte, muy fuerte. Me fui de gira y tocaba darlo todo, vivir de sopetón una vida que no era la mía, porque yo no era así en absoluto, yo era una niña de Sevilla, de familia de pueblo, y muy arraigada a esa familia. Y empiezas a probar las drogas, a viajar por toda España, sin parar, comiendo poco, durmiendo menos, siempre rodeada de extraños... Todo eso a mí en algunos sentidos me sentaría bien, supongo, pero tengo que pararme a pensarlo. Me sentó bastante mal, vamos. Era muy pequeña, no era dueña de mí e hice demasiado el mongolo. Fue demasiado. Recuerdo el momento en el que llamo a mi familia para pedir ayuda. Llamé a mi tía Pepa porque me daba vergüenza llamar a mi madre. Y se lo conté todo. Vinieron a buscarme para arroparme, llegaron en tropa, en 80.000 coches, que parecía que venía Obama. Fue bonito, me sigue conmoviendo. Y me fui al médico y me explicó que me había dado un brote de esquizofrenia y que tenía que cuidarme. Hay gente que no tiene ni puta idea de lo que es la salud mental. Coño, pues informémonos.

–Venimos precisamente de una temporada que nos ha puesto a todos a prueba... y aun así hemos tenido que escuchar chanzas lamentables en el Congreso, como la del diputado aquel del PP que se burló de Errejón cuando éste trataba de concienciar sobre este problema...

–Qué lástima. A mí me da lástima porque eso es de no ser una persona. Para mí ser humano es tener compasión y respeto. Si te empieza a faltar eso, míratelo, cariño, porque es señal de que te estás convirtiendo en un bicho, en un animal. Y en la pandemia se nos han visto a todos las caritas, se ha visto de qué está hecha la gente... Cómo se puede burlar nadie de alguien que está muerto de miedo, traumatizado, que sufre. Es horroroso lo que hacen el miedo y la ignorancia. Esto me toca mucho el corazón, se me saltan las lágrimas porque tengo muchos familiares que trabajan en hospitales y lo he vivido muy de cerca. Así que dejémoslo en que, de todo lo que ha pasado, me quedo con la bondad de la gente, con la gente que ha elegido la bondad en medio de tanta mierda y tanto espanto.

La artista sevillana, en otra imagen recogida en el libro. La artista sevillana, en otra imagen recogida en el libro.

La artista sevillana, en otra imagen recogida en el libro. / M. G.

–¿Da miedo hablar de salud mental porque da miedo reconocer que todos somos vulnerables?

–Obvio. Pero lo de la salud mental hay que normalizarlo porque ahora mismo, después de lo vivido, como sociedad es ahora o nunca. Y la gente que se ríe, como el político ese, no sabe cómo ayuda hablar las cosas. Más que tomarte las medicinas. Hablar, identificar las emociones que te superan, compartirlas con otras personas que están pasando por lo mismo que tú, ya sólo eso empieza a sanarte.

–Al final va a ser verdad que ha escrito un libro de autoayuda...

–Mi editora me dice que deje de decir eso [risas]. Y a ver, claro que no es un libro de autoayuda... ¡pero a mí me ha ayudado! Dice una amiga: lo que niegas persiste, lo que aceptas te transforma. Mira, vale para todo, tío. Pero para comprender eso hay que tener cierta perspectiva, no es tan fácil. Yo lo único que espero del libro es que la gente que lo lea se ría un poco, que se divierta, y oye, si sirven los consejitos que doy al final, genial. A mí me sirvieron.

–Cambiando drásticamente de tercio, imaginarla a usted en aquella etapa en Estados Unidos, en el negocio de la compraventa de coches a un lado y otro de la frontera con México da para ponerse bastante breaking bad...

–Me apetecía ser una persona anónima, lo necesitaba. Y me ha pasado muchas veces, cuando terminé Lujo ibérico estuve trabajando una temporada en una pastelería y me lo pasaba pipa. Leí no sé dónde sobre la grandeza de no ser nadie y varias veces en mi vida he comprendido en qué consiste. El de la música es un entorno complicado y la gente tiende a perderse, va corriendo detrás de la zanahoria de la fama y la riqueza y se olvida de vivir y de las cosas importantes. Y lo importante es la gente, las experiencias, lo que te enseña la vida. A mí, además, siempre me ha gustado mucho el atletismo y en particular las carreras de obstáculos son las que más me divierten. La verdad es que hasta el momento mi vida me ha gustado mucho.

–Hemos llegado al final. No se podrá quejar de la entrevista...

–¿Por qué?

–Por fin una en la que no la quieren echar a pelear con Rosalía. Qué pereza, ¿no?

–Yo, si quiere la gente, peleamos, pero si peleamos, que sea en un ring de barro, con biquinis [risas]. Mira, yo entiendo que los periodistas quieren titulares, y yo soy generosa, yo los doy. Pero por favor, qué cansino eso ya, sí.

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