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Ascenso (y posterior caída) de 'los Vulcanos' de George Bush

¿Fueron los trágicos atentados del 11 de septiembre de 2001 el desencadenante de las invasiones de Afganistán e Iraq o, simplemente, tuvieron un papel de acelerantes de unas decisiones que ya estaban tomadas de antemano? A esta pregunta intenta encontrar respuestas James Mann, un veterano periodista norteamericano y analista del Centro de Estudios Estratégicos Internacional en su libro Los Vulcanos. El Gabinete de guerra de Bush, que acaba de publicar la Editorial Almed.

Mann, un amplio conocedor de los entresijos de la política norteamericana, bucea en las personalidades de los principales asesores de Bush en política exterior durante su primera legislatura (2001-2005).

A través de las casi 500 páginas del libro, el autor nos descubre el perfil profesional pero también psicológico e intelectual de Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz, Colin Powell, Condoleezza Rice y Richard Armitage, el grupo conocido como los Vulcanos en honor a una estatua del dios romano del fuego y los metales que domina la ciudad de Birmingham, en Alabama, patria chica de Rice.

Mann desvela el perfil de un grupo de hombres y una mujer estrechamente ligados entre ellos por razones profesionales, dedicados durante muchos años a controlar los entresijos de la Administración, sobre todo en lo que se refiere a las Fuerzas Armadas y los servicios de Inteligencia, y animados por una idea común: restituir el papel preponderante de Estados Unidos en el mundo a través de su poderío militar.

En este contexto, los atentados del 11-S sirven de acelerante pero no están en el origen último de las decisiones tomadas por la Administración republicana en los cuatro primeros años de Bush. Mann se remonta al menos al año 1968, cuando el desastre de Vietnam situó al país más poderoso del mundo en una encrucijada.

Desde ese momento, sobre todo Cheney, Rumsfeld y Wolfowitz, se conjuraron para que su país regresara al lugar que nunca debió abandonar: "Los Estados Unidos debían reconstruir su poder militar, volver a conseguir el apoyo popular a las Fuerzas Armadas y potenciar los ideales democráticos de tal forma que pudieran enfrentarse a sus principales enemigos y, allá donde fuera posible, arrollarlos", señala Mann. Nace la doctrina de los ataques preventivos dentro de una estrategia global que ya existía antes del 11-S y que desde entonces sería rebautizada como guerra contra el terrorismo global.

¿Y el papel de Bush? Para un presidente que poco antes de su elección era incapaz de conocer el nombre de los principales políticos de la India o Pakistán, la política exterior debía estar diseñada básicamente por su equipo de expertos. "Bush era el director, quien tomaba las decisiones, el árbitro final cada vez que, como pasaba con frecuencia, los que estaban por debajo de él no se ponían de acuerdo. Esta autoridad, por sí misma, representaba un poder formidable", indica James Mann en su obra.

Y es que los Vulcanos no eran un grupo homogéneo, entre ellos se producían frecuentes disputas y disensiones, pero los vínculos eran tan fuertes que después de una gran bronca podían irse a cenar todos juntos como si no hubiera nada que pudiera romper esa sensación de formar parte de un equipo capaz de cambiar la realidad.

Analizar la personalidad de cada uno; su amplio tejido de relaciones personales y profesionales, sus pugnas por ganar mayor influencia suponen el contenido de esta obra, esencial para entender las raíces profundas de algunas decisiones de la Administración republicana que han conformado la historia de los primeros años del nuevo siglo.

Hoy, a excepción de Condoleezza Rice, la más joven y la más habituada a navegar entre dos aguas, todos los Vulcanos se encuentran en retirada. Dick Cheney protagoniza uno de los poco frecuentes casos de vicepresidente que no aspira a ser elegido presidente; Donald Rumsfeld abandonó el Gobierno sacudido por los escándalos de Abu Ghraib o Guantánamo; Paul Wolfowitz fue expulsado de su retiro en el FMI por beneficiar a su novia; Colin Powell se dedica a dar conferencias donde reconoce más o menos sus errores y Richard Armitage está en el sector privado donde dirige una compañía de petróleo.

Como la estatua del dios romano de Birminghan, Alabama, que ha tenido que ser desmantelada ante el riesgo de un inminente colapso, la caída de los Vulcano ha resultado irremediable.

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