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Blair: "La amenaza de Sadam aumentó tras los atentados del 11-S"

  • El ex primer ministro británico comparece ante la Comisión que investiga el papel del Reino Unido en la invasión de Iraq e insiste en que nunca dudó que Husein tenía armas de destrucción masiva.

Era el momento que toda la nación esperaba: Tony Blair en el estrado de testigos. No se encontraba ante un tribunal, pero sí ante una comisión de investigación. Durante seis horas fue bombardeado con preguntas sobre la incursión de los británicos en Iraq, sobre su hermandad armamentística con el ex presidente estadounidense George Bush y sobre el cuento de las armas de destrucción masivas con el que el dictador Sadam Husein supuestamente podía desatar un infierno. Nunca le apretaron tanto las clavijas al ex primer ministro británico durante tanto tiempo. El versado orador luchó por su reputación y por su papel en la historia. 

Blair no dejó lugar a dudas: él era el responsable de la seguridad del país. Y después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 nada era ya como antes. El mundo había sido testigo de un asesinato en masa en Nueva York; de pronto amenazas antes ni siquiera imaginables en la peor de las pesadillas parecían posibles. Y puesto que Sadam ya había utilizado antes armas químicas contra su propio pueblo, el riesgo que emanaba de su régimen parecía incontrolable. En ese momento Blair decidió adoptar una línea dura hacia el dictador. "No albergaba dudas de que Sadam poseía armas de destrucción masiva. Fue una decisión que volvería a tomar". 

Blair afirmó que el "cálculo del riesgo" que suponía Sadam cambió tras el 11-S. Al ser preguntado sobre su estrategia sobre Iraq, Blair dijo que antes del 11-S creía que Sadam Husein podía ser controlado con una "política de contención", a través de sanciones. "El cálculo de riesgo cambió con los ataques en EEUU, en los que murieron más de 3.000 personas. Si esa gente, inspirada por fanatismos religiosos, hubiese podido matar a 30.000 lo habrían hecho, entonces llegué a la conclusión de que no se podían asumir riesgos en este asunto", afirmó. Precisó que esta posición fue suya y "británica", y no de EEUU. Según explicó, después del 11-S el Reino Unido y EEUU tenían tres posibilidades para afrontar al dictador iraquí: continuar con la política de sanciones, que Husein permitiera el ingreso de los inspectores de armas de destrucción masiva y, por último, la opción de sacar al dictador del poder. 

Explicó que la principal consideración de entonces fue enviar un mensaje "claro" a cualquier régimen en poder de armas de destrucción masiva de que tenía que poner fin a ese programa. Durante diez años Iraq demostró una actitud de "desafío", por lo que había que buscar la manera de que ese país cumpliera. 

Sin embargo, los manifestantes críticos con Blair, cuyos gritos penetraban hasta el edificio de la comisión, opinaban de manera bien distinta. Para ellos Blair debería ser juzgado por un tribunal para crímenes de guerra. El que en su día fuera el hombre de la sonrisa eterna se convirtió en blanco de abucheos por ordenar en 2003 la invasión en Iraq sin que mediara un mandato de Naciones Unidas. Algunos manifestantes se presentaron con máscaras de Blair y esposas y llevaban sarcófagos simbólicos para que también las cámaras transmitieran su mensaje. Para rehuir a estos manifestantes y evitar las cámaras Blair entró en el edificio a hurtadillas al amanecer. 

Sin embargo, durante el interrogatorio Blair no pudo esquivar las cámaras. Fue retransmitido cada minuto de la comparecencia, de las preguntas, cada gesto, cada movimiento. Y Blair, que desde que se retiró de la política gana millones dando conferencias, estaba perfectamente preparado. Explicó, aleccionó e interrumpió a los miembros de la comisión para "puntualizar" afirmaciones. Mostró plena confianza en sí mismo y no quiso dejar lugar a dudas de que sus decisiones fueron correctas. Y todo ello acompañado de su repertorio de gestos que tenía tan estudiados que parecían naturales. 

Se defendió vehementemente de la imagen de "perro faldero de Bush" que sigue a su amo a cualquier parte, incluso a una guerra. Blair desmintió que hubiese acordado en secreto con el presidente estadounidense once meses antes de la invasión la intervención militar. Siempre estuvo claro que Reino Unido estaba dispuesto a plantar cara al peligro junto con Estados Unidos. "Pero la forma de proceder estaba abierta". Blair sólo dio muestras de arrepentimiento cuando le preguntaron por un error en un informe del gobierno de 2002, según el cual Iraq podría disparar armas de destrucción masiva en sólo 45 minutos. Británicos y norteamericanos también justificaron su incursión en Iraq con esas afirmaciones falsas. "Habría sido mejor aclararlo, si se tiene en cuenta la importancia que cobró después", se limitó a decir Blair. 

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