Cumbre sobre oriente próximo Israel y los países árabes se reúnen muy cerca de Washington

Esperanzas contenidas y miedo a un fracaso total en Annapolis

27 de noviembre. Annapolis. La Administración estadounidense ha puesto toda la carne en el asador para lograr que esta fecha no sea sinónimo de fracaso. El objetivo: relanzar unas negociaciones de paz bloqueadas en el año 2000 con el fin de crear un Estado palestino y conseguir un éxito diplomático al final del mandato presidencial de George W. Bush. Los problemas, infinitos. El primer ministro israelí, Ehud Olmert, no quiere compromisos concretos ni hablar de los grandes temas (Jerusalén, retorno de refugiados, las fronteras y los asentamientos). El presidente palestino, Mahmud Abbas, los necesita junto a mejoras en la vida diaria de los palestinos para su supervivencia política.

Y mientras tanto, Hamas sigue en Gaza y muchos palestinos recuerdan que quieren un Estado, pero uno viable, con continuidad territorial y no a cualquier precio. "No permitiremos que tenga lugar otra trampa como la de Oslo", dice un ex ministro palestino del fallido Gobierno de unidad, Mustafa Barghouti, un político independiente de Hamas y Al Fatah y muy apreciado en Europa.

Sentar las bases para la creación de un Estado palestino o revivir la Hoja de Ruta que muchos daban por muerta parece la mayor aspiración de Bush para "redimirse" con Oriente Próximo, en palabras de The Economist.

"Para Olmert, lo más importante es que la conferencia refuerce el estatus quo actual (la ocupación de Gaza y Cisjordania); para Abbas, conseguir que la declaración final sugiera que los objetivos palestinos son viables y que haya cambios sobre el terreno", explicó investigador de la Fundación Fride y experto en Oriente Próximo Henry Siegman, en una reciente visita a España.

Tender un puente entre estos dos objetivos parece imposible y, según Siegman, el principal obstáculo es la falta de voluntad política por parte de Israel para poner fin a la ocupación ya que su política de asentamientos ha ido in crescendo desde la guerra de 1967 -gobernara quien gobernara-, y ha desarrollado una política de hechos consumados (construcción del muro, expropiación de terrenos...) con el objetivo de que el futuro Estado palestino se conforme según sus intereses; es decir, como un conjunto de guetos o batustanes desconectados entre sí, algo que los palestinos rechazan de plano.

Israel, a instancias de EEUU, ha hablado estos días de una nueva liberación de más de 400 presos palestinos como gesto de buena voluntad y de paralizar la construcción de nuevos asentamientos, pero los analistas matizan que mientras unos presos salen por una puerta muchos más entran por la otra (1.651 palestinos han sido detenidos desde que se anunció la celebración de la cumbre el pasado mes de julio, según fuentes palestinas)

Desde el lado palestino, el problema es que Abbas no representa a todo su pueblo porque el Gobierno de unidad nacional formado con los vencedores de las últimas elecciones legislativas, los islamistas de Hamas, fracasó. "Un acuerdo sólo lo deben firmar dirigentes elegidos democráticamente si el objetivo es que esos acuerdos perduren", indicó el ex ministro palestino Mustafá Barguti. A juicio de Barguti, lo único que puede salvar la cumbre es una declaración en la que se incluyan cuatro puntos básicos: paralizar la construcción de asentamientos, la del muro, levantar la condición de "entidad hostil" a Gaza, y establecer un calendario muy concreto para desarrollar las negociaciones, todo ello acompañado de que se mejore la calidad de vida de los palestinos, bloqueada ahora por más de 500 puestos de control fijos además de los móviles.

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