El polvorín del cáucaso La república es una región altamente explosiva y de gran importancia estratégica

Georgia se asoma al abismo

  • La oposición vuelve a las calles de Tiflis para insistir en sus demandas mientras el país aún no ha recuperado la tranquilidad desde noviembre pasado, cuando las manifestaciones fueron duramente reprimidas

Mientras los países de la Alianza Atlántica discutían en Bucarest el futuro estatuto de Georgia, miles de seguidores de la oposición se congregaban frente al Parlamento en Tiflis para insistir en sus demandas de reformar la actual legislación electoral en el país y en defensa de un canal de televisión de la oposición.

Y es que el presente y futuro de esta república caucásica, cuna de Stalin, puede ser tan conflictivo como el de Kosovo o Macedonia.

Frente a la opinión de Estados Unidos, la canciller alemana, Angela Merkel, y la mayoría de los líderes europeos, entre ellos Sarkozy y Zapatero, considera que no ha llegado el momento de invitar a que Georgia forme parte de la Alianza.

Se considera que el acercamiento de Georgia puede influir negativamente en la resolución de los "conflictos congelados" en las repúblicas separatistas pro rusas de Osetia del Sur y Abjasia, que aspiran a la independencia, en un momento en que la autoproclamada independencia de Kosovo puede todavía multiplicar los problemas en la zona.

Tras el "no por el momento" de la OTAN, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, ordenó el miércoles un acercamiento diplomático de su país a las regiones separatistas georgianas, un paso que el Gobierno de Tiflis calificó como una violación de su unidad territorial.

En la esfera política rusa, las posturas sobre ambas regiones separatistas son diversas. Por un lado, se habla del riesgo de una desestabilización del Cáucaso y, por el otro, se teme que la polémica pueda afectar a los preparativos para los Juegos de Invierno 2014 en Sochi.

El presidente georgiano, Mijail Saakashvili, es un firme partidario del acercamiento a la OTAN y, por lo tanto, del alejamiento de la influencia del Kremlin. Pero no todos quieren lo mismo en Georgia. Una fuerte y combativa oposición ya se enfrentó el año pasado a Saakashvili, su prueba más dura desde que asumió la Presidencia en el golpe de Estado de 2003, pacífico y sin derramamiento de sangre, conocido como la Revolución de las Rosas. Lo que empezó como un mitin para protestar por la decisión del Gobierno de hacer coincidir las elecciones legislativas con las presidenciales se convirtió en una protesta masiva contra las maneras "dictatoriales" del presidente.

Tras varios días de protestas pacíficas, a Saakashvili no le tembló la mano a la hora de ordenar la dispersión policial de los manifestantes y la interrupción de la señal de la televisión opositora.

Las imágenes de Policías antidisturbios y de paisano golpeando indiscriminadamente a los manifestantes dieron la vuelta al mundo y pusieron en entredicho la imagen del presidente. Seguidamente impuso el estado de excepción en todo el país por espacio de 15 días.

En un intento de aplacar los ánimos en el país y el aluvión de críticas provenientes del exterior, Saakashvili convocó elecciones presidenciales anticipadas y anunció también que se celebraría un referéndum para decidir la fecha de las elecciones parlamentarias y otro sobre el ingreso en la OTAN, decisión bien recibida tanto por la oposición como por los occidentales. Una semana más tarde levantó el estado de excepción.

Saakashvili resultó reelegido presidente en los comicios del 5 de enero, convocó elecciones parlamentarias para el 21 de mayo y la mayoría de la población apoyó el ingreso del país en la OTAN, a pesar de que aún no ha sido invitado a entrar en la Alianza Atlántica.

Georgia, región altamente explosiva y de gran importancia estratégica que motiva intereses externos profundos que enmarcan una silenciosa lucha por la influencia política entre Moscú y Washington, no ha recuperado la tranquilidad desde noviembre pasado.

Muchos analistas consideran que la oposición intenta ahora cabalgar el descontento popular para consolidar posiciones para las elecciones legislativas que se celebrarán dentro de dos meses y exigen, entre otras cosas muchas cosas, el recuento de los votos de los comicios presidenciales y la liberación de los presos políticos.

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