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Lágrimas y ganas de venganza

En los hospitales de El Cairo se trata a los heridos, mientras los muertos eran enterrados ayer. Los enfrentamientos entre los manifestantes defensores y los detractores de Mubarak se cobraron cinco vidas, mientras una solución política del conflicto parece cada vez más difícil.

Diez mujeres con velos están sentadas, muy juntas, delante de un muro ante el hospital Kasr al Aini, pero no lloran. No quieren mostrar su dolor ante la Policía civil que vigila la entrada trasera del hospital. Pero tienen los ojos húmedos: la hija y las hermanas de Taha Kamel, de 54 años, esperan que los médicos les devuelvan su cadáver para enterrarlo.

Kamel, dueño de un negocio de accesorios electrónicos en el barrio de Umraniya, en El Cairo, pasó muchas horas en los últimos días junto con sus cuatro hijos en la plaza Tahrir (de la Liberación) participando en las manifestaciones que pedían la marcha del presidente, Hosni Mubarak, y el fin de su gobierno. De vez en cuando iba a casa para lavarse y comer. Murió en la noche del miércoles, cuando se intensificaron los combates entre los manifestantes defensores y detractores del gobernante Partido Nacional Democrático (PND).

"Dispararon y le dieron en medio del corazón, el régimen lo mató", descargaba su ira su hija Abier. "Lo digo en voz bien alta, no tengo miedo. Tenemos que morir todos, si no es después, moriremos ahora". Una de sus tías intentaba tranquilizarla, pero el odio se leía en sus ojos. "Egipto seguirá siendo Egipto, pero en este país hay traidores", gritó.

El nuevo hospital Kasr al Aini es un edificio marrón rojizo de aspecto horrible que se levanta a casi un kilómetro de la plaza Tahrir. Aquí llegaron en las últimas horas decenas de heridos, la mayoría alcanzados por piedras y sangrando por heridas en la cabeza. La mayoría llegaron caminando hasta la clínica, mientras los heridos graves fueron llevados en ambulancia al viejo Kasr al Aini, muy cerca.

"No preguntamos de qué lado son los heridos, aquí se trata a todos", aseguró un funcionario de la seguridad, apostado en la entrada de Urgencias y encargado de que los datos personales de todos los pacientes sean anotados en el registro de la clínica.

Cuanto más dura la lucha de poder en Egipto y cuantas más personas mueren en ella, más difícil se hace hallar una solución política. El presidente egipcio, Hosni Mubarak, que no quiere cumplir la exigencia de los manifestantes de dimitir de inmediato, continuaba en silencio mientras la situación en la plaza Tahrir estaba fuera de control.

También callaba mientras los primeros cócteles Molotov volaban y se hablaba de los primeros muertos. Uno de sus asesores apareció en la televisión estatal en la noche del miércoles para decir que Mubarak no tenía nada que ver con los ataques de los seguidores del PND contra los manifestantes.

Estas ofensivas fueron planeadas por hombres de negocio, dijo en referencia posiblemente a las capas de nuevos ricos, considerados por los manifestantes parte del sistema corrupto, al igual que los propios políticos del PND.

Abier Kamel, que ayer tuvo que celebrar el entierro de su padre, no quiere saber nada de eso. "El Estado ha matado a mi padre, fueron policías vestidos de civil quienes dispararon contra él".

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